RESPIRACIÓN. PERCY ZAPATA MENDO, CARMEN ZAPATA MENDO, CECILIA ZAPATA CHAVEZ.
Respiración
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INTRODUCCIÓN
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Respiración, proceso fisiológico
por el cual los organismos vivos toman oxígeno del medio circundante y
desprenden dióxido de carbono. El término respiración se utiliza también para
el proceso de liberación de energía por parte de las células, procedente de la
combustión de moléculas como los hidratos de carbono y las grasas. El dióxido
de carbono y el agua son los productos que rinde este proceso, llamado
respiración celular, para distinguirlo del proceso fisiológico global de la
respiración. La respiración celular es similar en la mayoría de los organismos,
desde los unicelulares, como la ameba y el paramecio, hasta los organismos
superiores.
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EL PROCESO DE LA RESPIRACIÓN
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En los organismos acuáticos
inferiores (más complejos que las esponjas), hay un fluido circulatorio, de
composición similar a la del agua de mar, que transporta los gases
respiratorios desde el exterior de los tejidos al interior de las células. Este
mecanismo es necesario, ya que las células se encuentran alejadas del lugar
donde se realiza el intercambio gaseoso. En los animales superiores, los
órganos se especializan, aumentan la superficie de exposición del fluido
circulatorio al medio externo y el sistema circulatorio transporta este medio
líquido por todo el organismo. El fluido, llamado sangre, contiene pigmentos
respiratorios que son moléculas orgánicas de estructura compleja, formadas por
una proteína y un grupo prostético que contiene hierro.
El pigmento respiratorio
más común es la hemoglobina, que está presente en la sangre de casi todos los
mamíferos. Es una proteína globulina con un grupo hemo y un ion hierro. En
algunos insectos, el pigmento respiratorio es la hemocianina, un compuesto similar
a la hemoglobina, pero que lleva cobre en lugar de hierro. La propiedad más
importante de los pigmentos respiratorios es la afinidad que poseen por el
oxígeno. La hemoglobina forma una combinación química reversible con el oxígeno
cuando está en contacto con un medio rico en este gas, como es la atmósfera.
Este contacto tiene lugar en los capilares de los órganos respiratorios, las
branquias y los pulmones. La hemoglobina en combinación con el oxígeno (la
oxihemoglobina) es más ácida y, en consecuencia, provoca la disociación de los
iones bicarbonato y carbonato de sodio del plasma sanguíneo. Cuando la sangre
oxigenada (rica en oxihemoglobina) llega a los tejidos, el balance de oxígeno
se invierte y la hemoglobina libera oxígeno. Al volverse más básica, provoca la
liberación de iones sodio que se combinan con el dióxido de carbono procedente
de los tejidos para formar bicarbonato de sodio. La respiración externa es el
intercambio de gases entre la sangre y el exterior, y la respiración interna es
el intercambio de gases entre la sangre y los tejidos.
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LA RESPIRACIÓN EN LOS ANIMALES
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La respiración externa
de los animales acuáticos se lleva a cabo por medio de branquias que, gracias a
mecanismos auxiliares, mantienen un flujo constante de agua. Las branquias
están ramificadas en unas extensiones que parecen plumas. En cada ramificación,
los pequeños vasos sanguíneos se subdividen de tal manera que la sangre está
separada del medio acuático por dos capas celulares, una es la que forma la
pared del propio capilar y la otra es el epitelio de la branquia. Los gases se
difunden con facilidad a través del epitelio y, gracias a la gran superficie de
contacto que se logra con la ramificación, se puede oxigenar una cantidad
considerable de sangre en poco tiempo. En algunas formas de respiración aérea,
como en los gusanos de tierra, la respiración tiene lugar a través de los
capilares de la piel; las formas anfibias, como las ranas, respiran por la piel
y por los pulmones. Los insectos respiran a través de tráqueas que tienen una
apertura al exterior y se ramifican en el interior del cuerpo entre los
tejidos, transportando aire a los órganos y a las estructuras internas. Los
reptiles y los mamíferos respiran sólo por los pulmones; no obstante, las aves
tienen unos sacos aéreos en el interior del cuerpo y unos espacios de aire en
el interior de algunos huesos; y todas estas cavidades internas están
conectadas con los pulmones y son una ayuda a la respiración pulmonar.
Los sistemas circulatorio
y respiratorio de los animales terrestres se modifican y se adaptan según sean
las condiciones ambientales del medio en que se encuentren. Por ejemplo,
quienes viven en los Andes, a altitudes de 3.000 m o superiores, tienen
los pulmones más grandes, los capilares más ramificados y un ritmo cardiaco más
elevado. Por otra parte, su sangre contiene un 30% más de glóbulos rojos que la
de las personas que viven al nivel del mar, y además son capaces de vivir con
un tercio menos de oxígeno.
Los mamíferos acuáticos,
en general, tienen los pulmones grandes y sistemas venosos complejos para el
almacenamiento de la sangre. El volumen sanguíneo de las ballenas y las focas
es un 50% mayor por kilogramo de peso que el de los seres humanos; gracias a
ello pueden mantener oxigenados los tejidos del cuerpo durante mucho tiempo,
sin respirar. Las ballenas pueden permanecer sumergidas desde 15 minutos hasta
más de una hora, según las especies; el elefante marino puede permanecer bajo
el agua 30 minutos; en el caso de las focas, cuando una de ellas se sumerge su
frecuencia cardiaca desciende de 150 a 10 latidos por minuto y el contenido de
oxígeno de la sangre arterial es del 20% en ese momento. Cuando la cantidad de
oxígeno está próxima al 2%, la foca sale a la superficie a respirar.
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RESPIRACIÓN HUMANA
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En los seres humanos y
en otros vertebrados, los pulmones se localizan en el interior del tórax. Las
costillas forman la caja torácica, que está delimitada en su base por el
diafragma. Las costillas se inclinan hacia adelante y hacia abajo cuando se
elevan por la acción del músculo intercostal, provocando un aumento del volumen
de la cavidad torácica. El volumen del tórax también aumenta por la contracción
hacia abajo de los músculos del diafragma. En el interior del tórax, los
pulmones se mantienen próximos a las paredes de la caja torácica sin
colapsarse, debido a la presión que existe en su interior. Cuando el tórax se
expande, los pulmones comienzan a llenarse de aire durante la inspiración. La
relajación de los músculos tensados del tórax permite que éstos vuelvan a su
estado natural contraído, forzando al aire a salir de los pulmones. Se inhalan
y se exhalan más de 500 cc de aire en cada respiración; a esta cantidad se
denomina volumen de aire corriente o de ventilación pulmonar. Aún se pueden
inhalar 3.300 cc más de aire adicional con una inspiración forzada,
cantidad que se denomina volumen de reserva inspiratoria. Una vez expulsado
este mismo volumen, aún se pueden exhalar 1.000 cc, con una espiración
forzada, cantidad llamada volumen de reserva espiratoria. La suma de estas tres
cantidades se llama capacidad vital. Además, en los pulmones siempre quedan
1.200 cc de aire que no pueden salir, que se denomina volumen de aire
residual o alveolar.
Los pulmones de los humanos
son rojizos y de forma piramidal, en consonancia con la forma de la cavidad del
tórax. No son simétricos por completo, en el pulmón derecho se distinguen tres
lóbulos y en el izquierdo dos, el cual presenta una cavidad donde se alberga el
corazón. En el medio de cada uno de ellos está la raíz del pulmón, que une el
pulmón al mediastino o porción central del pecho. La raíz está constituida por
las dos membranas de la pleura, los bronquios, las venas y las arterias
pulmonares. Los bronquios arrancan de los pulmones y se dividen y subdividen
hasta terminar en el lobulillo, la unidad anatómica y funcional de los
pulmones. Las arterias y las venas pulmonares acompañan a los bronquios en su
ramificación progresiva hasta convertirse en finas arteriolas y vénulas de los
lobulillos, y éstas a su vez en una red de capilares que forman las paredes de
los alveolos pulmonares. Los nervios del plexo pulmonar y los vasos linfáticos
se distribuyen también de la misma manera. En el lobulillo, los bronquiolos se
dividen hasta formar los bronquiolos terminales, que se abren al atrio o
conducto alveolar. Cada atrio se divide a su vez en sacos alveolares, y éstos
en alveolos.
Los principales centros
nerviosos que controlan el ritmo y la intensidad de la respiración están en el
bulbo raquídeo (o médula oblongada) y en la protuberancia anular (o puente de Varolio)
del tronco encefálico. Las células de este núcleo son sensibles a la acidez de
la sangre que depende de la concentración de dióxido de carbono en el plasma
sanguíneo. Cuando la acidez de la sangre es alta, se debe, en general, a un
exceso de este gas en disolución; en este caso, el centro respiratorio estimula
a los músculos respiratorios para que aumenten su actividad. Cuando la
concentración de dióxido de carbono es baja, la respiración se ralentiza.
Un fallo circulatorio
puede provocar anoxia en los tejidos del cuerpo cuando el volumen circulatorio
es inadecuado o cuando la capacidad de transporte de oxígeno está alterada.
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