LA MEDICINA EN LA EDAD MEDIA.
LA
MEDICINA EN LA EDAD MEDIA
LA CIRUGÍA
Durante
la Edad Media, los médicos cirujanos con estudios universitarios eran escasos.
Si un cirujano destacaba por sobre los demás en su profesión, era usual que se
dedicara a practicar su oficio en las familias adineradas, y comprensiblemente
en aquella época, ostentar ese puesto era una rareza.
Generalmente
quienes ejercían de manera rudimentaria el oficio de cirujano era el barbero
del pueblo. La anestesia no existía, y cuando ella se inventó, era de uso
exclusivo de quienes podían pagarla. En la Edad Media los instrumentos ineludibles
de anestesia del cirujano eran dos: una vara de madera envuelta y acojinada con
una tira de tela para que el paciente mordiera durante el procedimiento, y una
generosa ración de alcohol para embotar al paciente.
Los
típicos procedimientos quirúrgicos por ese entonces eran muchos de los que se
realizan hoy. La amputación de extremidades, cesáreas, cirugías odontológicas o
hasta la remoción de piedras en la vesícula eran los procedimientos habituales.
A
pesar de que la cirugía era en la Edad Media un oficio común y muy respetado,
los riesgos que ella suponía, las posibles infecciones y la falta de higiene
que ésta traía implícita la convertían en un riesgo en sí misma para el
paciente. De hecho, en muchos casos el consejo profesional era la muerte lenta
y dolorosa del paciente en cama, mucho más duradera pero infinitamente menos
dolorosa que la muerte rápida pero tortuosa en una cirugía delicada.
LA CATETERIZACIÓN
La
gonorrea y otros tipos de enfermedades venéreas eran muy frecuentes en los tiempos medievales, soliendo causar
obstrucciones en la vejiga que volvían casi imposible el orinar con
naturalidad. Las precauciones a tomar eran, desde luego, escasas, y las
soluciones a estos problemas, desde todo punto de vista, extremadamente
dolorosas, y entre ellas, se encontraba la preferida de los médicos del
Medioevo: el catéter. Sí, ese aparato que se introduce por la uretra.
Las
cateterizaciones fueron utilizadas por primera vez en el año 1300, y cuando el
tubo no podía ser introducido con facilidad en la uretra del paciente, otros
procedimientos se volvían necesarios, como el que se detalla a continuación:
“Si hay una piedra en la vejiga del
paciente, debe procederse de la siguiente manera: contar una persona fuerte
sentada en un banco, sobre cuyas rodillas debe sentarse el paciente con sus
piernas amarradas fuertemente a su cuello (…). El doctor debe pararse frente al
paciente e insertar dos dedos de su mano derecha en el ano del mismo,
presionando con su puño izquierdo sobre el pubis del paciente. Con sus dedos
tomando la vejiga desde arriba, tantear todo el órgano. Si se encuentra algo
duro y firme en ella, es seguro una piedra (…). Si se quiere extraerla se debe
recomendar al paciente seguir una dieta suave con ayunos antes del
procedimiento. Al tercer día (…) se debe localizar la piedra y colocarla en el
cuello de la vejiga; allí, a la entrada, con dos dedos en el ano, insertar un
instrumento y extraer la piedra”.
OPERACIÓN DE LAS CATARATAS
La
operación de cataratas es mucho más antigua que la Edad Media en sí, de hecho,
en la antigua India el físico Sushruta (sexto siglo a.C.) ya la practicaba. A
lo largo de los siglos, esta técnica fue difundiéndose por todo el mundo,
pasando por la Antigua Grecia y el resto de Europa.
En
la Edad Media europea la operación de cataratas era algo que no se practicaba a
menudo, pero con la difusión de la medicina islámica por todo el continente,
las técnicas mejoraron notablemente volviéndola menos riesgosa, aunque no por
ello menos dolorosa. Ordinariamente la operación solía realizarse con un
instrumento punzante que se introducía en la córnea para así extraer el lente
ocular, sin embargo, el Islam trajo consigo un interesante instrumento, la
jeringa, la cual se utilizaba introduciéndola en la parte blanca del ojo y así
extrayendo la catarata por succión. La elección entre desmayarse de dolor en la
operación y quedar ciego corría, lógicamente, por cuenta de los pacientes.
LAS SANGRÍAS
En
la Edad Media creyeron que la mayoría de
las enfermedades en el hombre eran el resultado de la presencia de una
sustancia que emponzoñaba la sangre (llamado “humor”), entonces la curación
radicaba en quitar ese exceso de líquido sacando grandes cantidades de sangre
del cuerpo, recurriendo a dos métodos de sangría: Con el uso de sanguijuelas y
el otro, por medio de un corte en el brazo o en la pierna (venesección).
La
venesección consistía básicamente en la apertura de una vena para proceder a su
drenaje. La herramienta usada para esto es una especie de lanceta o lámina de
unos 3 centímetros, de largo que penetra en la vena permitiendo a la sangre
salir por la pequeña herida. La sangre va a un pequeño tazón donde se mide la
cantidad de sangre extraída. Los monjes de varios monasterios se sometían a
sangrías habituales – tanto si estaban enfermos o no – para, según ellos,
mantener la buena salud y también hacer más llevadera la abstinencia sexual.
También se eximían de ciertas tareas después de someterse a este tratamiento,
puesto que debilitaba bastante.
EL ENEMA O CLISTER
El
clister era un instrumento para inyectar fluidos dentro del cuerpo a través del
ano. El clister era un tubo metálico largo con un extremo ahuecado, por el que
se introducían los líquidos. El otro extremo tenía unas perforaciones o
agujeros, que es el que se introducía en el ano. Los líquidos se vertían con la
ayuda de un émbolo. El líquido más comúnmente usado era agua tibia, aunque
también se usaban brebajes como bilis de jabalí o vinagre. En los siglos XVI y
XVII el clister medieval fue substituido por la jeringuilla común. En Francia,
el tratamiento llegó a estar absolutamente de moda. El rey Luis XIV tenía afición
por ellos, llegándose a aplicar alrededor de 2.000 enemas.
LOS PARTOS
Los
partos en la Edad Media estaban considerados de alto riesgo e incluso mortales,
por eso la Iglesia prevenía a las mujeres parturientas recomendándoles que
confesaran sus pecados antes de dar a luz, en caso de fallecimiento. Las
matronas tenían un papel importante en la Iglesia debido a su papel en
bautismos de emergencia y estaban regulados por las Leyes de la Iglesia Romana.
Para guardarse contra la brujería, la Iglesia expedía una licencia por medio
del obispo y juraban no usar la magia mientras asistían a las mujeres en el
parto. En situaciones donde el bebé viniera en posición anormal (de nalgas) y
dificultara el parto, la matrona procedía a acomodarlo por medio de
manipulaciones en el vientre. Un bebé fallecido el cual no hubiera sido capaz
de salir al exterior, debería ser desmembrado en el útero con instrumentos afilados
y extraído con una especie de pinzas.
Fuente:
elblogdechicaurbana.wordpress.com/2009/06/08/diez-tratamientos-medicos-de-la-edad-media/
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