DR. ZAPATA, EXPLIQUE SOBRE LOS RADICALES LIBRES. ABSOLVIENDO INQUIETUDES DEL INBOX
DR.
ZAPATA, EXPLIQUE SOBRE LOS RADICALES LIBRES
ABSOLVIENDO
INQUIETUDES DEL INBOX
Recordemos
los conocimientos de química impartidos en nuestra instrucción secundaria: Las
moléculas están constituidas por átomos unidos entre sí por lazos químicos.
Cada
átomo está formado por un núcleo rodeado por pares de electrones cargados
negativamente, girando en torno al núcleo, a manera de un pequeño sistema solar.
Si uno de los electrones en el par se suelta, el átomo, o la molécula de la que
el átomo forma parte, se vuelve inestable y se hace altamente reactiva en la
búsqueda de otro electrón.
Un
átomo o molécula altamente reactiva y fuera de control, con uno o más
electrones sin pareja, constituye un RADICAL
LIBRE.
Los
electrones sin pareja son sumamente inestable, no pueden estar solos y buscan
desesperadamente un nuevo electrón donde puedan encontrarlo. Para ello, no
dudan en atacar a otras células y romper sus lazos de unión, con el fin de
lograr sus ansiados y codiciados electrones. A este proceso se le denomina OXIDACIÓN, llegando a causar los más
diversos daños según a donde se dirija el ataque de los radicales libres. Si
atacan a los ácidos grasos de la membrana celular, la célula puede romperse; si
atacan a los lisosomas (pequeños almacenes de enzimas en el interior de la
célula), las enzimas liberadas pueden destruir esta célula y otras vecinas. Si
atacan a los tejidos grasos, como el LDL (el colesterol de baja densidad, el
"malo"), este colesterol se hace más denso, pegándose en las paredes
de las arterias, cuya acumulación puede derivar en un ataque de corazón o
infarto al formar una placa que obstruye las arterias. Y si atacan a las
moléculas de DNA, la célula puede equivocar su funcionamiento en un proceso que
se conoce como mutación, y que puede conducir a la generación de células
anormales, o tal vez, en el cáncer.
Hay
que decir que cuando el radical libre ha encontrado la pareja de electrón que
le faltaba, se estabiliza y se vuelve inofensivo. Lo malo es que en su búsqueda
desesperada puede haber provocado innumerables destrozos y, en las colisiones
en el camino, haber generado muchos más radicales libres, por el rompimiento y
liberación de electrones.
A
título ilustrativo, cabe decir que una célula cualquiera de nuestro organismo
es atacada aproximadamente por 20.000 millones de radicales libres cada día.
En
el cometido de su función defensiva, las células del sistema inmunológico son
las primeras en caer víctimas del ataque de los radicales libres. El cansancio
físico es uno de los primeros síntomas, y fácilmente seremos presa de los
catarros y gripes, infecciones o alergias. Y lo que es peor, una vez dañadas
las células inmunes, pierden su habilidad incluso para diferenciar entre los
agentes invasores de los que deben defendernos y los que son beneficiosos para
nuestro organismo, provocando ataques incontrolados
El
efecto de los radicales libres (a pesar de ser multitudinarios y de efectos
poderosos, como hemos visto) puede pasar desapercibido a corto plazo, cuando el
organismo es aún joven y fuerte, pero el daño acumulado acabará pasando factura
a medio y largo plazo, deteriorando nuestra calidad de vida y, efectivamente,
acortándola.
Fuentes de radicales libres.
Como
expusimos arriba, el sistema de vida urbano, invadido por productos químicos
tóxicos y la velocidad acelerada hacia ninguna parte, generadora de estrés y
cansancio, constituye un óptimo nido de producción de radicales libres.
Para
echar una simple mirada global sobre el panorama, podemos decir que en la
nutrición, nuestros mayores enemigos son:
La
mayoría de los aditivos químicos en los alimentos en conservas y embutidos
(conservantes, colorantes, espesantes, edulcorantes, saborizantes, etc.); las
grasas animales y la de los aceites y mantequillas calentadas al fuego o por
hidrogenación; alimentos tostados o quemados (en las barbacoas, en la plancha o
simples tostadas un poco pasadas); bebidas alcohólicas; café, sodas y gaseosas;
los pesticidas en las frutas y verduras; los azúcares refinados...
Factores
químicos como: la contaminación en el aire; los humos de los coches; el tabaco
(por inhalación directa o indirecta); ciertos componentes en perfumes y cremas
para la piel, champús y jabones; pinturas; detergentes para la ropa y productos
para la limpieza de la casa, etc.
Radiaciones
del sol (especialmente a mediodía, más directo); campos electromagnéticos
(postes de electricidad cercanos, excesiva exposición a la pantalla del
televisor o el ordenador), rayos X, etc.
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