LOS RIESGOS DE LA HIPERTENSIÓN. PERCY ZAPATA MENDO.

LOS RIESGOS DE LA HIPERTENSIÓN

El objetivo que persigue el presente artículo es intentar poner las cosas en su sitio y eliminar diversos mitos que sólo sirven para amargar la vida a un buen número de ciudadanos sin ninguna justificación. La hipertensión arterial puede definirse como la elevación de las cifras de presión de la sangre dentro de las arterias por encima de unos valores límite convencionalmente establecidos -140/90 mmHg por lo general-. En circunstancias normales, estas cifras vienen determinadas, sobre todo, por la fuerza de la propia sangre al llegar a la aorta procedente del corazón y por la resistencia que la arteria ofrece al paso de la sangre por su interior. En su regulación intervienen, además, factores de muy diversa índole; entre ellos, el estado del corazón, el de los riñones y numerosas hormonas.

Las cifras normales de tensión arterial varían de unas personas a otras, así como en una misma persona según las horas del día, el tipo de actividad o el grado de estrés a que esté sometida. Por ello, sólo se puede hablar de hipertensión cuando la elevación de dichas cifras sobre los límites considerados normales se obtiene de manera repetida y en condiciones de reposo y ayuno.

Más años, más tensión

Con el envejecimiento se produce una elevación progresiva de las cifras tensionales, tanto de la máxima -sistólica- como de la mínima -diastólica-, si bien esta última elevación tiende a estabilizarse en torno a los 50 años. Por ello, puede haber hipertensos sistólicos -aquellos que sólo tienen la máxima por encima de los valores normales- y sistodiastólicos - los que tienen las dos-.

Las causas de la hipertensión pueden ser múltiples, pero en una gran mayoría de los casos no llegan a conocerse, situación que se denomina "hipertensión esencial". Por encima de los 65 años, entre un 40 y un 50 por ciento de la población puede ser hipertensa, proporción que es más elevada en las mujeres que en los hombres. Básicamente, el anciano hipertenso está sometido a los mismos riesgos que el hipertenso más joven.

Deterioro orgánico

La hipertensión arterial es una enfermedad que puede causar problemas cardíacos -crecimiento del corazón, enfermedad coronaria, arritmias o insuficiencia cardíaca-, cerebrales -hemorragias- y renales -deterioro funcional-. También puede afectar a la retina y a las arterias de las extremidades.

Estas alteraciones serán tanto más probables cuanto más prolongada sea la historia de la enfermedad, más severa la hipertensión- cifras muy por encima de lo normal-, o cuando coexista con otros factores de riesgo- diabetes, tabaco y aumento del colesterol, principalmente-.

Lo primero que debe asegurarse es el diagnóstico. Tan importante y negativo puede ser ignorar la enfermedad, como diagnosticar de hipertenso a alguien que no lo es sobre la base de una determinación aislada o realizada muchas veces de forma incorrecta. Por eso, es fundamental aquí el papel del médico, y nunca debe considerarse suficiente la autolectura ocasional o la efectuada en esos aparatos que tanto proliferan por nuestras farmacias. Además, en las personas mayores es relativamente común la "pseudo hipertensión": la falsa lectura elevada de las cifras tensionales debida a una dureza excesiva de la pared arterial.

Enfermedad tratable

Por otro lado, es también importante tener claro que el diagnostico de hipertensión no supone una condena a muerte ni un estigma que deba apartar demasiado a nadie de lo que es su vida habitual. Afrontar la cuestión sin angustia, con el convencimiento de que estamos ante una enfermedad tratable, y con la que se puede convivir de forma razonable, supone un paso decisivo en lo que se refiere a la calidad de la vida futura del hipertenso.

Otro aspecto de mucho interés es el relativo a sus manifestaciones. Con excesiva frecuencia suelen achacarse a la tensión arterial síntomas o molestias que no tienen nada que ver con ella. También aquí hay que echar por tierra algunos mitos. En realidad, la hipertensión es una enfermedad prácticamente asintomática, que, en la inmensa mayoría de los casos, no tiene ninguna manifestación, salvo las directamente atribuibles a las complicaciones que pueda producir.

Factores de riesgo

Es fundamental controlar los posibles factores de riesgo asociados que pueden facilitar la aparición de las complicaciones hipertensivas: dejar el tabaco, perder peso si es necesario y modificar algunos hábitos de vida relativos al tipo de alimentación o al ejercicio físico. Por otro lado, adoptando estas medidas, se controlan, sin necesidad de nin¬gún fármaco, entre un 20 y un 40 por ciento aproximadamente de las hipertensiones que pa¬decen las personas ancianas. Ninguna hipertensión es refractaria a un tratamiento adecuado. El convencimiento de que, hoy en día, se dispone de medidas más que suficientes para poder controlar la enfermedad representa otro motivo importante de tranquilidad para el paciente hipertenso. Los medicamentos anti hipertensivos son múltiples, actúan por mecanismos muy diferentes y, en muchos casos, incorporan también otras acciones positivas sobre alguna de las complicaciones de la propia enfermedad o sobre otros procesos que pudieran coexistir.

La elección de uno u otro es una tarea que corresponde al médico, y que debe ser siempre muy personalizada y ajustarse a las características individuales de cada uno. Por ello, hay que huir de las recetas globales o de las recomendaciones bien intencionadas, pero no exentas de riesgos, de conocidos o amigos. Lo que es bueno para uno puede no serlo para otro, ya que estamos ante unos fármacos que, junto a sus efectos positivos, pueden tener también sus contraindicaciones.

No obstante, en lo que se refiere al tratamiento, hay que subrayar que la hipertensión es una enfermedad crónica y, en ese sentido, uno nunca puede desentenderse totalmente de ella. Ello no quiere decir que se deba vivir obsesionado por unas cifras. Tal vez uno de los mayores daños de la enfermedad sea la angustia que genera por este camino en muchas personas, angustia que, a su vez, determina una falsa elevación de los valores tensionales. La asiduidad con la que se debe controlar cada persona será establecida por el propio médico.

En resumen, la hipertensión arterial es una enfermedad frecuente entre la población anciana, que puede originar determinado tipo de complicaciones, por lo que resulta fundamental saber, a través de un diagnóstico riguroso, si uno la padece de verdad o no. Sin embargo, no origina prácticamente ninguna molestia, puede controlarse en un alto porcentaje de casos con medidas muy simples, y cuando ello no es así responde siempre al tratamiento farmacológico. Así pues, no debe ser un padecimiento que atormente a quien lo padece, aunque eso sí, exige una supervisión profesional continua.



Referencia: Dr. José Manuel Rivera Casado, Jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario San Carlos, Madrid.

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