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Mostrando entradas de septiembre 16, 2012

¡VOYME PANCOCO!. PERCY ZAPATA MENDO.

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¡VOYME PANCOCO! Trujillo, Perú, Julio de 1932 El bombardeo había terminado hacía tres horas, sin embargo, aún sentía agudos pitidos en ambos oídos en tanto que en su cerebro habían quedado grabados el ruido de las granadas cayendo en la cercanía de su trinchera o el silbido de la muerte de los obuses disparados incomprensiblemente por los barcos de la armada peruana, comprados para defenderlos de amenazas externas y no para masacrar a su propia gente. Las sienes le ardían horriblemente mientras su corazón latía desbocadamente   y tenía la sensación de querer atorársele en la garganta. Cerró los ojos y se recostó así, acuclillado como estaba sobre la pequeña loma de tierra que le servía de defensa en uno de esos tupidos cañaverales. Una brisa tímida que no supo identificar de dónde venía le refrescó el rostro y le imprimió nuevos bríos. Abrió los párpados y dejó caer los brazos con energía   a los lados del cuerpo para desentumecerlos; el rifle con el cañón recalentado seguía e

A MI SEÑOR PADRE. PERCY ZAPATA MENDO.

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A MI SEÑOR PADRE Junio del 2012 El tiempo ha marcado en tu viril rostro las inmisericordes huellas de su paso. El pelo azabache que antaño adornaba tu cabeza se ha tornado ahora en cenizo y ha terminado por retroceder ampliando tu augusta frente… mientras que tu andar rápido y decidido se trocó por el pausado y cavilante de hoy. Aquellas fuerzas hercúleas que poseías a pesar de tu frágil figura, ahora han escapado de tus otrora acerados músculos cultivados por el pesado trabajo manual que realizaste desde tu casi incipiente adolescencia hasta muy la muy entrada madurez en que te jubilaste. Rememoras con amargura y nostalgia tu sacrificada niñez…El brillo del orgullo, que no soberbia, asoma en tus ojos cuando compartes tus cuitas de juventud sana y tu pecho cobra nuevamente su expansión juvenil cuando evocas tus época de aguerrido dirigente…periodos en los que entregaste tus aportes de intelectual de la vida, sin recibir siquiera - la mayoría de las veces-   un gracias por

A MI TÍA FLORENCIA, CON TODO EL AMOR QUE ME INSPIRA. PERCY ZAPATA MENDO.

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A MI TÍA FLORENCIA, CON TODO EL AMOR QUE ME INSPIRA. Abril del 2012 Recuerdo que siendo un infante esperaba con anhelo tu venida querida tía. Y la esperaba con regocijo y ansias dado que   marcaba un hito en mi melancólica e introvertida vida. Tu llegada estaba marcada por las tardes de lectura de un viejo breviario que traías contigo donde me enseñabas a ser un católico sin medias tintas….o era o no era católico, así de simple.   Y las noches se convertían en toda una revelación para mi mente que tapiaba los vacíos de tus historias verbales con mis elucubraciones infantiles… Por ti me llegué a enterar de mi antepasado viril y rebelde. Por ti llegué a aprender el Credo Aprista. Por ti llegué a sopesar que nada vale más que la dignidad impoluta de una persona. Que la vida no es vida si uno no defiende sus valores y principios. Que un hombre arrodillado o con la cerviz   doblegada no es sino la mitad de un hombre. Por ti llegue a aprender cánticos guerreros ahora extintos qu

EL AMOR DE MIS PADRES. PERCY ZAPATA MENDO.

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EL AMOR DE MIS PADRES A mis padres: Julio y Rita. Enero del 2012 Mis padres llevan cincuenta y siete años de casados; juntos han pasado por mil peripecias. Les oí referir en numerosas ocasiones que al inicio de su convivencia como pareja, sólo tenían una naranja como alimento para   comer durante el día, la cual compartían en medio de la conversación cotidiana que versaba sobre el trabajo de mi padre en la fábrica azucarera o en los percances que tenía mi madre en su discurrir como novel ama de casa, y que ella para ayudar en la escasa economía familiar se encargaba de lavar la ropa de uso diario o de cama de los vecinos. No tenían más muebles sobre el cual sentarse que dos adobes   descascarados y la única distracción por la noche era salir a la puerta de su domicilio de quincha a mirar el cielo estrellado en silencio y abrazados, y al poco de esto, se retiraban a un desvencijado horcón que servía de cama con no más abrigo que el saco de un terno viejo de mi padre. Poco a

EL DESPENADOR. PERCY ZAPATA MENDO.

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EL DESPENADOR Abril del 2012 Bordeaba los cinco años de edad, cuando mi abuelita materna   Rosalía me llamó por medio de señas apremiantes me acercara a su butaca que estratégicamente había ubicado cerca a la puerta del corral, para aprovechar la tibieza de los rayos matinales   junto a la luz que pletóricamente iluminaba su rostro trigueño, ajado por los mil sacrificios y desvelos que había sufrido hasta muy entrada su madurez, para proveer del sustento a su numerosa prole, hoy, menguada y reducida a su mínima expresión producto de las vicisitudes de la vida o de los zarpazos que la muerte agazapada enviaba furtivamente . Presuroso y solícito me acuclillé frente a ella, más intrigado que curioso. Ella se caló esos lentes que poco le servían   ya para la lectura, debido a que la focalidad de éstos ahora estaban tan   desfasadas en relación a sus ojos centenarios y curiosos, de tonalidad gris acuosa y que habían visto miles de peripecias en nuestro republicano país a lo larg

LA PROCESIÓN. PERCY ZAPATA MENDO.

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LA PROCESIÓN Marzo del 2012 “Déjame decirte hijito que una mujer nada saca de estar metiéndose en donde no le han llamado, o ponerse en las  PRCESIÓNventanas o puertas a tratar de indagar sobre la vida de los demás, descuidando a su propia familia, eso es oficio de vagas y chismosas. La mujer decente no chismosea, se dedica a su hogar o a su trabajo”. De esta manera empezó su narración mi abuelita Rosalina, con una repasata de buenos modales y costumbres. “Cuando era una guagua 1 y vivía en la casa de mis taitas 2 allá por la lejana sierra, en ese lugar también vivía una señora muy chismosa que se ponía a husmear desde la puerta de su casa lo que acontecía en la de sus vecinos e inmediatamente se ponía a cotorrear con las otras mujeres tentadas por su filosa y maledicente lengua, descuidando a su esposo e   hijos. Esta mujercita estaba escudriñando hasta muy de madrugada, a tal extremo que al día siguiente no se levantaba al canto del gallo, sino del coclear asmático de la