Cirrosis hepática. Percy Zapata Mendo, Jaime Zapata Mendo, Erika Paredes Alcantara, Jomayra Zapata Paredes.

CIRROSIS HEPÁTICA



El hígado es el órgano más grande del cuerpo con un peso aproximado de 1 kilo y medio. Tiene forma de triangulo rectángulo y está localizado debajo de la caja torácica, al lado derecho del cuerpo. El hígado es un órgano importante que recibe sangre de dos fuentes distintas. Muchas de las sustancias transportadas a través de la sangre son modificadas durante su paso por el hígado. Este órgano lleva a cabo una variedad compleja de funciones como: limpiar y purificar el suministro de sangre, degradar ciertas sustancias químicas en la sangre y fabricar otras.


¿QUÉ ES LA CIRROSIS HEPÁTICA?

La cirrosis hepática es una condición ocasionada por ciertas enfermedades crónicas del hígado que provocan la formación de tejido cicatrizal y daño permanente al hígado. El tejido cicatrizal que se forma en la cirrosis hepática daña la estructura del hígado, bloqueando el flujo de sangre a través del órgano. La pérdida del tejido hepático normal disminuye la capacidad que tiene el hígado de procesar nutrientes, hormonas, fármacos y toxinas. También disminuye la capacidad del hígado para producir proteínas y otras sustancias.

¿CUÁLES SON LAS CAUSAS PRINCIPALES DE LA CIRROSIS?

Alcoholismo crónico

Hepatitis viral (tipo B, C y D)

Hepatitis auto inmune

Trastornos hereditarios

Deficiencia de Alfa-1 Antitripsina

Fibrosis quística

Hemocromatosis

Enfermedad de Wilson

Galactosemia

Enfermedades relacionadas con el almacenaje de glicógeno

Atresia Biliar

Reacción severa a medicamentos (fármacos)

Exposición a toxinas ambientales

Ataques repetidos de fallo cardiaco acompañado de congestión hepática

¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS DE LA CIRROSIS?

Primeros síntomas. Las personas que tienen cirrosis con frecuencia tienen pocos síntomas al comienzo de la enfermedad. Los dos problemas principales que eventualmente ocasionan síntomas son pérdida del funcionamiento de las células hepáticas y distorsión del hígado causado por la cicatrización. La persona puede experimentar:

fatiga

debilidad y agotamiento

falta de apetito

náuseas

pérdida de peso

Síntomas avanzados.

Edema y ascites. Según disminuye la función hepática, menos proteína es producida por el órgano. Por ejemplo, se produce menos albúmina, lo que resulta en acumulación de agua en las piernas (edema) o en el abdomen (ascites).

Sangrado y/o formación de hematomas. Una disminución en las proteínas necesarias para la coagulación sanguínea ocasiona facilidad de sangrado y/o fácil formación de hematomas.

Ictericia. La ictericia se caracteriza por la coloración amarillenta de la piel debido a la acumulación del pigmento de la bilis que pasa del hígado a los intestinos.

Picor intenso. Algunas personas con cirrosis experimentan picor intenso debido a productos de la bilis que son depositados en la piel.

Piedras en la vesícula. Frecuentemente se forman piedras en la vesícula debido a que no llega suficiente bilis a la vesícula.

Encefalopatía. El hígado de las personas con cirrosis presenta dificultad para remover las toxinas, las cuales se acumulan en la sangre. Estas toxinas pueden ocasionar confusión mental, y degenerar en cambios de personalidad y hasta coma. Los primeros signos de acumulación de toxinas en el cerebro pueden incluir descuido en la apariencia personal, dificultad para concentrarse, cambios en los hábitos de sueño, pérdida de memoria e insensibilidad.

Lentitud para metabolizar medicamentos/fármacos. Usualmente los medicamentos/fármacos son metabolizados/filtrados por el hígado. En la cirrosis este proceso se vuelve más lento. Los medicamentos/fármacos se acumulan en el cuerpo por causa de la inhabilidad del hígado de metabolizar los mismos con la debida rapidez. Con frecuencia, las personas con cirrosis son muy sensitivas a los medicamentos y sus efectos secundarios.

Hipertensión portal y/o várices. Uno de los problemas más serios que presentan las personas con cirrosis es presión en los vasos sanguíneos que fluyen a través del hígado. Normalmente, la sangre de los intestinos y el bazo es bombeada hacia el hígado a través de la vena portal. Sin embargo, en la cirrosis el flujo normal de la sangre se disminuye, causando presión en la vena portal. Esto produce un bloqueo en el flujo normal de la sangre, lo que ocasiona que el bazo se agrande. La sangre que sale de los intestinos trata de buscar salida a través de la formación de nuevos vasos sanguíneos. Algunos de estos vasos sanguíneos se agrandan (várices). Las várices pueden formarse en el estómago y en el esófago (tubo que conecta la boca con el estómago). Las várices tiene paredes muy frágiles y tienen una presión muy alta. Existe gran riesgo de que se rompan y que ocasionen un problema serio de sangrado en la parte superior del estómago o el esófago. Si esto ocurre, la vida de la persona corre peligro y hay que tomar acción rápida para detener el sangrado.

¿CÓMO SE DIAGNOSTICA LA CIRROSIS?

Con frecuencia el médico puede diagnosticar cirrosis por los síntomas que presenta la persona y por pruebas de laboratorio.

Examen físico. Mediante un examen físico el médico puede notar un cambio en el tacto y tamaño del hígado. Su médico golpeará levemente su abdomen en el área que se encuentra sobre el hígado (percusión). El sonido resultante puede indicar un cambio en el tamaño y posición del hígado. También revisará el estado de salud de su hígado ejerciendo presión en el área circundante. Un hígado normal no se encuentra encogido ni agrandado, y tampoco se encuentra sensible al tacto.

Encogimiento del hígado. La hepatitis crónica puede degenerar en cirrosis o, posiblemente, cáncer del hígado. En los pacientes con cirrosis el hígado comienza a encogerse y se endurece. También ocurre cicatrización del hígado. Este cambio en la estructura del hígado puede resultar en el deterioro permanente de las funciones del hígado.



Pérdida total de las funciones hepáticas. Según empeora la cirrosis, la mayoría de las funciones hepáticas se pierden. El hígado se endurece y se reduce en tamaño. Puede ocurrir acumulación de líquido en el abdomen y en las piernas. Es común el sangrado gastrointestinal agudo secundario a várices del esófago y también puede presentarse lentitud mental.

Pruebas de sangre. Si el médico tiene sospecha de cirrosis, le recomendará se realice ciertas pruebas de sangre. Estas pruebas le ayudarán a determinar si existe una enfermedad hepática.

Pruebas de imágenes. En algunos casos, el médico puede recomendar otras pruebas diagnósticas como el TAC (tomografía axial computadorizada), el ultrasonido y el escáner del hígado/bazo por radioisótopos.

Biopsia del hígado. El médico puede recomendar un biopsia del hígado para confirmar el diagnóstico de cirrosis. La biopsia hepática se realiza por medio de la inserción de una aguja a través de la piel hasta el hígado para tomar muestras del tejido hepático.

Cirugía. En ocasiones, el diagnóstico se realiza durante una cirugía que le permite al médico examinar completamente el hígado. También el hígado puede ser examinado por medio de una laparoscopía (procedimiento en el que se inserta un tubo flexible a través de una pequeña incisión en el abdomen que le permite ver el hígado).

¿CUÁLES SON LAS OPCIONES DE TRATAMIENTO PARA LA CIRROSIS?

El tratamiento para la cirrosis está dirigido a detener o retrasar su progreso. minimizar el daño a las células hepáticas y reducir las complicaciones. En la cirrosis alcohólica, la persona debe dejar de consumir alcohol. En el caso de personas que tienen hepatitis viral, el médico podría administrarle esteroides o medicamentos antivirales para reducir el daño a la célula hepática.

Ciertos medicamentos pueden ser recomendados para controlar algunos síntomas de la cirrosis como el picor y la acumulación de líquido en el cuerpo (edema). Los diuréticos son medicamentos que ayudan a eliminar el exceso de líquido y prevenir la edema.

A través de la alimentación y terapia con medicamentos/fármacos se puede mejorar la función mental que se encuentra alterada por causa de la cirrosis. La disminución de le ingestión de proteínas ayuda a que se formen menos toxinas en el tracto digestivo. Algunos laxantes como la lactulosa pueden ser administrados para ayudar en la absorción de toxinas y acelerar su eliminación a través de los intestinos.

Los dos problemas principales de la cirrosis son el fallo hepático--cuando las células hepáticas dejan de funcionar--y el sangrado ocasionado por la hipertensión portal. Como tratamiento para la hipertensión portal, el médico puede recetar medicamentos betas bloqueadores.

Si ocurre sangrado de las várices del estómago o del esófago, el médico puede inyectar estas venas con un agente esclerotizante a través de un tubo flexible (endoscopio) que se inserta a través de la boca hasta el esófago.

En casos críticos, podría ser necesario realizar un trasplante de hígado. Otra opción de cirugía es la derivación portacaval (procedimiento que se utiliza para disminuir la presión en la vena portal y en las várices).

Las personas con cirrosis frecuentemente viven vidas saludables por muchos años. Aun cuando surjan complicaciones, usualmente éstas pueden ser tratadas. Algunas personas con cirrosis han sido sometidas exitosamente a un trasplante de hígado.

No obstante, es importante recordar que todas las pruebas, procedimientos y medicamentos conllevan riesgos. Para tomar decisiones informadas sobre su salud asegúrese de preguntarle a su médico sobre los beneficios, riesgos y costos de todas(os) las pruebas, procedimientos y medicamentos.

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