DISPEPSIA. PERCY ZAPATA MENDO, CARMEN ZAPATA MENDO.
Dispepsia
El concepto de
dispepsia, desde su inserción en el lenguaje clínico, y cuyo origen ha sido
atribuido a von Laube por Jiménez Díaz - el más grande clínico español en el
pasado siglo, en sus legendarias Lecciones de patología clínica - nunca ha
tenido, ni tiene todavía un consenso internacional o regional, y ni siquiera
uno de carácter nacional. Para el citado von Laube, sin embargo, según Jiménez
Díaz, el término “dispepsia” entrañaba un trastorno netamente funcional.
Aunque sí había, y
hay, más o menos consentimiento mundial sobre las manifestaciones semiológicas
que suelen conformar este síndrome, la primordial y mayor discrepancia en su
definición es, su relación con los alimentos. Para muchos, sobre todo antes de
la primera mitad del siglo pasado, era un síndrome de presentación principal o
especialmente pos alimenticia. Pero a partir de entonces, fue ganando respaldo
y difusión la noción que este síndrome podía tener o no tener relación con las
comidas, y que su carácter esencial es su polifacética fisonomía semiótica, mas
no el horario de su presentación4,6,8-10. Esta reformulación de la dispepsia,
propuesta y defendida por especialistas de renombre, ha llevado a que haya
actualmente dos criterios encontrados sobre la relación entre dispepsia e
ingestión de alimentos: uno que la califica como un síndrome que puede o no
tener ritmo y vinculación con la llegada de alimentos al estómago, y otro que
considera como dispepsia solamente a aquel (puede haber sólo uno) o a aquellos
síntomas que única o principalmente aparecen a raíz de y después de comer.
De otro lado, a
partir de la década del setenta del siglo XX, la semántica de la dispepsia se
complicó más cuando en la literatura médica, mayormente anglo-escandinava, se
empezó a hablar de dispepsia no ulcerosa y de dispepsia ulcerosa7, 10.
Obviamente, la primera, cualquiera que fuera su horario, se asociaba con la
presencia de una úlcera péptica, mientras que la segunda, no.
Pero la creación
del término de dispepsia no ulcerosa creó para muchos cierta confusión. Según
algunos, éste era para referirse a toda dispepsia no acompañada de enfermedad
ácido-péptica ulcerosa, de etiopatogenia conocida, “orgánica” o “funcional”, o
desconocida (dispepsia criptogénica, psicógena o mal llamada primaria, esencial
o idiopática). Para otros, sólo se debía considerar como dispepsia no ulcerosa
aquélla en la que no se encuentra patología orgánica alguna, al menos
macroscópica, equivalente por tanto a la denominada dispepsia “funcional”,
debida a un trastorno “funcional”, generalmente discinesia gástrica,
píloro-duodenal o esofágica, a hipersensibilidad visceral, como recientes
investigaciones lo han mostrado. En este caso, ¿la dispepsia no ulcerosa
asociada con patología “orgánica” cómo debía ser conocida, como dispepsia no
ulcerosa “orgánica”? Este dilema tampoco ha sido resuelto en forma unánime en
los corrillos gastroenterológicos, aunque un grupo de trabajo reunido en
Londres en 1991, presidido por G. N. J. Tygat8, en un evento al que asistieron
más de 350 delegados de 20 países, al mismo tiempo que ratificó que la
dispepsia no debía ser vinculada a la ingestión alimentaria y defendió las nociones
de dispepsia orgánica, cuando es presuntamente debida a patología
identificable, y de dispepsia funcional, cuando aquélla no se podía demostrar,
concluyó que el término de dispepsia no ulcerosa debía ser abandonado y ser
sustituido simplemente por el de dispepsia “funcional”.
Clasificación
En 19886, expertos
de la Sociedad Mundial de Gastroenterología, con el británico Colin-Jones y
otros a la cabeza, habían propuesto que en muchos casos convenía dar un
apellido patogénico a la dispepsia conocida como “funcional”,
independientemente de su horario de aparición, y plantearon así considerar
varias categorías de la dispepsia no ulcerosa, es decir, se recomendó
distinguir y tipificar a estas dispepsias por su presunto mecanismo de
producción, o patogenia, cada una de las cuales tenía, además, un ropaje
semiológico más o menos característico. Esta suerte de codificación de las
dispepsias, ciertamente posible en muchos, pero no en todos los casos, fue
también acogida y respaldada por el grupo de Tygat8.
Aunque la referida
agrupación clínica de las dispepsias ha sido cuestionada por algunos
investigadores por considerarla sin mayor valor diagnóstico discriminativo
sobre su etiología, se ha impuesto prácticamente en todo el mundo
gastroenterológico, lo que va a permitir, por lo menos, cotejar mejor los
estudios que se efectúen y publiquen sobre este polémico tema y constituye un
provechoso avance en el conocimiento de la dispepsia, porque hasta ahora, como
prima la disparidad de criterios, toda revisión del sinnúmero de trabajos
expuestos y difundidos en relación a este síndrome, como no utilizan similares
conceptos, no se presta a conclusiones válidas o confiables.
En conclusión, no
hay consenso aún en cuanto a, si la dispepsia debe o no debe ser vinculada a la
ingestión de comidas. Tampoco hay acuerdo en relación a si la llamada dispepsia
no ulcerosa engloba a todo síndrome no asociado o debido a úlcera péptica, de
causa “orgánica” o “funcional”, o debe ser considerada sólo como sinónimo de
esta última, debiendo abandonarse el término de dispepsia no ulcerosa. De otro
lado, también hay discrepancia sobre los tipos de dispepsia (funcional o no
ulcerosa) que se pueden distinguir, a propuesta del grupo de trabajo presidido
por el mencionado Colin-Jones6.
Dispepsia no ulcerosa
versus ulcerosa
Precisa acá hacer un sutil deslinde. La aún
denominada dispepsia no ulcerosa tendría que incluir, presuntamente, a la
asociada con enfermedad ácido-péptica duodenal en su fase pre-ulcerosa, es
decir, cuando aún no existe úlcera y sólo se manifiesta por una duodenitis
severa y erosiva, de modo tal que las denominaciones de dispepsia ulcerosa y de
dispepsia no ulcerosa dependerían solamente de si está presente o no una
úlcera, a pesar de que en ambos casos el proceso patológico causante es el
mismo: lo que ahora se conoce y reconoce dentro de la nosografía digestiva como
enfermedad ácido o clorhídrico-péptica. Esto explicaría por qué ciertas
dispepsias consideradas como no ulcerosas se acompañan, sin embargo, de
duodenitis ácido-péptica aún no ulcerada. En otros términos, la llamada
dispepsia no ulcerosa englobaría casos de enfermedad ácido-péptica en su
estadio inicial. Algo confuso y hasta falto de lógica.
Nosotros, a raíz de nuestra propia experiencia y
la de otros investigadores de diversas partes del orbe, sobre todo europeas y
norteamericanas, suscribimos las siguientes opiniones.
En primer lugar, creemos que clínicamente es más
conveniente referirse a la dispepsia como un síndrome subagudo o crónico de
presentación única o principalmente después de la ingestión de comidas,
cualquiera que sea su expresión semiológica, mientras sea referible al vientre,
sobre todo superior, o a la región pre-esternal, y no tenga una obvia
explicación (cáncer, obstrucción del tracto digestivo, etc.) luego de un
acucioso interrogatorio.
Causas
La dispepsia puede tener una causa “orgánica”,
cuando es posible demostrar la existencia de una patología estructural ya sea
macroscópica, (incluyendo naturalmente la úlcera péptica o la enfermedad
ácido-péptica) o microscópica, o “funcional”, cuando la causa es presuntamente
un trastorno netamente fisiológico: motor, sensorial o de absorción. Acá
quisiéramos hacer una precisión muy importante: el estudio más extenso y
detenido de las gastritis crónicas en los últimos 20 años, a consecuencia del
redescubrimiento por Warren y Marshall de la ahora famosa bacteria Helicobacter
pylori y cuyo rol en la patogenia de la mayoría de estas gastritis, así como de
las úlceras duodenales y gástricas crónicas ha dejado de ser cuestionada por
casi la totalidad de especialistas del mundo entero, se ha convertido en un
área de gran interés para los investigadores, entre los que destacan el grupo
de trabajo conjunto de las Universidades Cayetano Heredia y Johns Hopkins, en
Lima.
Esto ha permitido demostrar, entre otras cosas,
que muchas de las consideradas como dispepsias “funcionales”, sin rastros de
lesiones o anormalidades macroscópicas en el aparato digestivo detectables por
un exhaustivo estudio clínico, se acompañan, sin embargo, de una gastritis o
una duodenitis, o ambas al examen histológico de biopsias de la mucosa
correspondiente, asociada o no con la presencia de H. pylori, las que pueden
pasar desapercibidas en el estudio endoscópico (incluso por experimentados
endoscopistas), y en las que la erradicación de la bacteria, cuando está
presente, puede curar o aliviar significativamente la dispepsia.
En las restantes, que no mejoran con tal
exterminación, la gastritis podría constituir una patología coexistente con una
discinesia esofágica, gástrica o duodenal, con reflujo gastroesofágico o
duodeno-gástrico, con aerofagia, o, como se ha demostrado últimamente, con una
sensibilidad visceral incrementada, que serían, en este caso, la principal o
principales causas de la dispepsia considerada como “funcional”.
En efecto, Thumshrin11, en una excelente revisión
de la pato fisiología de la dispepsia “funcional” (él también define dispepsia
como un complejo sintomático de presentación post-alimenticia), publicado hace
apenas un año, en la revista Gut, concluye que 30% a 70% de pacientes con este
tipo dispepsia tiene una retención de alimentos en el estómago más prolongada,
asociada con diversas anormalidades de la motilidad gástrica (discinesias),
como evacuación gástrica retardada, alterada distribución inicial de los
alimentos en el estómago, defectuosa acomodación de este órgano a los alimentos
recibidos, hipo motilidad antral, disritmias gástricas o motilidad
duodeno-yeyunal perturbada. Asimismo, en algunos casos, se ha encontrado
evidencia de hipersensibilidad a la distensión gástrica a la infusión de HCl en
el duodeno, en comparación con pacientes con dispepsia “orgánica” o a sujetos
sanos. Estos trastornos funcionales podrían ciertamente explicar la
sintomatología del dispéptico “funcional”, especialmente de la que nosotros
denominamos dispepsia hiposténica. Cabe agregar, sin embargo, que, de acuerdo
con las investigaciones efectuadas, las mencionadas anormalidades pueden estar
presentes en pacientes asintomáticos, como también puede haber síntomas sin
anormalidades motoras o sensoriales, en los raros casos, que los hay, donde no
se encuentra evidencia de patología de ningún tipo (dispepsia criptogénica o
“psíquica”).
En nuestra opinión, parcialmente basada en los
hallazgos hace poco comunicados por Tack y col.12, 13 y por Stanghellini y
col.14, es la conjunción de ambos grupos de trastornos: de discinesias y de
hipersensibilidad visceral, la que generalmente ocasionaría el síndrome
dispéptico. En ciertos casos, la existencia de solamente los primeros podría
producir hartazgo, o llenado gástrico precoz, eructos, náuseas y hasta vómitos,
mientras que la sola detección de los segundos podría ocasionar malestar,
fastidio o ardor en epigastrio, siendo posible que uno de estos dos grupos de
trastornos funcionales, aislado del otro, no llegue en muchos casos a producir
un síndrome dispéptico global, con dolor abdominal como síntoma predominante.
Pero aún queda por
esclarecer el origen de estos trastornos fisiológicos, ¿anormalidades de los
neurotransmisores de vísceras o cerebrales? Futuras investigaciones seguramente
dilucidarán el defecto molecular o bioquímico y, por lo tanto, no menos
estructural, determinante de las mismas, así como su patogenia. Finalmente,
¿cómo explicar los posibles casos de dispepsia en los que no se logra encontrar
daño estructural de ningún tipo ni trastorno funcional alguno?, ¿realmente
existen?
Mucositis
Cabe añadir que
para el citado grupo de Tygat, Colin-Jones y colaboradores8, 9, así como muchos
otros estudiosos del tema, no existe todavía suficiente evidencia de que la
gastritis o duodenitis crónica pueda, por sí sola, causar dispepsia, coexista o
no con el ubicuo Helicobacter. Nosotros no compartimos este criterio, por
cuanto en nuestra experiencia, que no es poca dada la alta incidencia de
gastritis crónica en Arequipa (presente en más del 95% de adultos aparentemente
sanos5, no son pocos los pacientes con dispepsia (post-alimenticia) asociada
con gastritis crónica activa y erosiva, superficial o profunda, con o sin
displasia o metaplasia intestinal, pero con presencia de H. pylori, cuya
sintomatología ha desaparecido o aliviado considerablemente luego de la
erradicación de esta bacteria mediante terapia apropiada.
Compatibles con
esta posición son las conclusiones de un metanálisis de Lain y col.15,
recientemente publicado, de varios trabajos sobre la eliminación de H. pylori
en pacientes con dispepsia: los efectos fueron en general favorables, aunque no
en forma significativa ¿qué se pierde dando tratamiento para la bacteria a
aquellos dispépticos que la tienen y no presentan otra patología orgánica ni
funcional? Como bien opinaron Qvist y col., ya en 1994, “puede haber un
subgrupo de pacientes con gastritis e infección bacteriana que pueden
beneficiarse con la erradicación del agente infeccioso”16.
En tercer lugar,
somos de la opinión que separar varios tipos de dispepsias de acuerdo con sus
manifestaciones semiológicas y no sólo a su presunta patogenia es también
clínicamente conveniente, porque facilita reducir el número de sus posibles
causas y orienta al médico a entretener un diagnóstico etiológico más preciso.
Nosotros identificamos, en este aspecto, hasta 6 tipos de dispepsia: ácida,
dolorosa, por reflujo, por hipo motilidad gástrica (o hiposténica),
hiperesténica y por flatulencia.
En cuarto lugar, y
acá aludo un punto que ha merecido enjundiosos e iluminantes estudios,
investigaciones y comentarios de Raúl León Barúa. Obviamente, tanto la llamada
patología “orgánica” como la “funcional”, tienen que deberse a alteraciones
estructurales de carácter histológico o citológico; en el primer caso, de
carácter molecular o bioquímico; en el segundo, la molécula es también una
estructura. Por lo tanto, toda patología es necesariamente orgánica o
estructural, incluyendo, me atrevería a afirmar, la denominada psicógena, o
psíquica, la que operaría a través de cambios cualitativos o cuantitativos en
los neurotransmisores a consecuencia de fenómenos mentales.
No nos parece
semánticamente objetable hablar de patología “orgánica” cuando los estudios
clínicos demuestran la existencia de alteraciones macro o microscópicas y de
“funcional” cuando hay una perturbación meramente fisiológica irrigada por
anormalidades esencialmente moleculares o bioquímicas.
Un interesante
trabajo de investigación, publicado muy recientemente18, ha encontrado que
entre pacientes con dispepsia idiopática o criptogénica, tal como ellos definen
este síndrome, la evacuación gástrica estaba acelerada en aquéllos que
aquejaban “dolor de hambre”, mientras que se hallaba más bien disminuida en
quienes no lo sufrían y supuestamente tenían otro tipo de síntomas. Es posible
explicar, al menos en parte, esta diferencia al hecho de que entre los primeros
haya podido existir también una duodenitis ácido-péptica microscópica, ya que
la evacuación gástrica es generalmente más rápida en pacientes con enfermedad
duodenal ácido-péptica.
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