SANGRE. PERCY ZAPATA MENDO, JAIME ZAPATA MENDO, JULIO ZAPATA MENDO.
Sangre
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INTRODUCCIÓN
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Sangre, sustancia líquida que
circula por las arterias y las venas del organismo. La sangre es roja brillante
o escarlata cuando ha sido oxigenada en los pulmones y pasa a las arterias;
adquiere una tonalidad más azulada cuando ha cedido su oxígeno para nutrir los
tejidos del organismo y regresa a los pulmones a través de las venas y de los
pequeños vasos denominados capilares. En los pulmones, la sangre cede el
dióxido de carbono que ha captado procedente de los tejidos, recibe un nuevo
aporte de oxígeno e inicia un nuevo ciclo. Este movimiento circulatorio de
sangre tiene lugar gracias a la actividad coordinada del corazón, los pulmones
y las paredes de los vasos sanguíneos.
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COMPOSICIÓN DE LA SANGRE
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La sangre está formada
por un líquido amarillento denominado plasma, en el que se encuentran en
suspensión millones de células que suponen cerca del 45% del volumen de sangre
total. Tiene un olor característico y una densidad relativa que oscila entre
1,056 y 1,066. En el adulto sano el volumen de la sangre es una onceava parte
del peso corporal, de 4,5 a 6 litros.
Una gran parte del plasma
es agua, medio que facilita la circulación de muchos factores indispensables
que forman la sangre. Un milímetro cúbico de sangre humana contiene unos cinco
millones de corpúsculos o glóbulos rojos, llamados eritrocitos o hematíes;
entre 5.000 y 10.000 corpúsculos o glóbulos blancos que reciben el nombre de
leucocitos, y entre 200.000 y 300.000 plaquetas, denominadas trombocitos. La
sangre también transporta muchas sales y sustancias orgánicas disueltas.
2.1
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Eritrocitos
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Los glóbulos rojos, o
células rojas de la sangre, tienen forma de discos redondeados, bicóncavos y
con un diámetro aproximado de 7,5 micras. En el ser humano y la mayoría de los mamíferos
los eritrocitos maduros carecen de núcleo. En algunos vertebrados son ovales y
nucleados. La hemoglobina, una proteína de las células rojas de la sangre, es
el pigmento sanguíneo especial más importante y su función es el transporte de
oxígeno desde los pulmones a las células del organismo, donde capta dióxido de
carbono que conduce a los pulmones para ser eliminado hacia el exterior.
2.2
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Leucocitos
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Las células o glóbulos
blancos de la sangre son de dos tipos principales: los granulosos, con núcleo
multilobulado, y los no granulosos, que tienen un núcleo redondeado. Los
leucocitos granulosos o granulocitos incluyen los neutrófilos, que fagocitan y
destruyen bacterias; los eosinófilos, que aumentan su número y se activan en
presencia de ciertas infecciones y alergias, y los basófilos, que segregan
sustancias como la heparina, de propiedades anticoagulantes, y la histamina que
estimula el proceso de la inflamación. Los leucocitos no granulosos están
formados por linfocitos y un número más reducido de monocitos, asociados con el
sistema inmunológico. Los linfocitos desempeñan un papel importante en la
producción de anticuerpos y en la inmunidad celular. Los monocitos digieren
sustancias extrañas no bacterianas, por lo general durante el transcurso de infecciones
crónicas.
2.3
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Plaquetas
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Las plaquetas de la sangre
son cuerpos pequeños, ovoideos, sin núcleo, con un diámetro mucho menor que el
de los eritrocitos. Los trombocitos o plaquetas se adhieren a la superficie
interna de la pared de los vasos sanguíneos en el lugar de la lesión y ocluyen
el defecto de la pared vascular. Conforme se destruyen, liberan agentes
coagulantes que conducen a la formación local de trombina que ayuda a formar un
coágulo, el primer paso en la cicatrización de una herida.
2.4
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Recuento sanguíneo
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La técnica de laboratorio
llamada recuento sanguíneo completo (RSC) es un indicador útil de enfermedad y
salud. Una muestra de sangre determinada con precisión se diluye de forma
automática y las células se cuentan con un detector óptico o electrónico. El
empleo de ajustes o diluyentes distintos, permite realizar el recuento de los
glóbulos rojos, los blancos o las plaquetas. Un RSC también incluye la
clasificación de los glóbulos blancos en categorías, lo que se puede realizar por
la observación al microscopio de una muestra teñida sobre un portaobjetos, o de
forma automática utilizando una de las diversas técnicas que existen.
2.5
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Plasma
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El plasma es una sustancia
compleja; su componente principal es el agua. También contiene proteínas
plasmáticas, sustancias inorgánicas (como sodio, potasio, cloruro de calcio,
carbonato y bicarbonato), azúcares, hormonas, enzimas, lípidos, aminoácidos y
productos de degradación como urea y creatinina. Todas estas sustancias
aparecen en pequeñas cantidades.
Entre las proteínas plasmáticas
se encuentran la albúmina, principal agente responsable del mantenimiento de la
presión osmótica sanguínea y, por consiguiente, controla su tendencia a
difundirse a través de las paredes de los vasos sanguíneos; una docena o más de
proteínas, como el fibrinógeno y la protrombina, que participan en la
coagulación; aglutininas, que producen las reacciones de aglutinación entre
muestras de sangre de tipos distintos y la reacción conocida como anafilaxis,
una forma de shock alérgico, y globulinas de muchos tipos, incluyendo
los anticuerpos, que proporcionan inmunidad frente a muchas enfermedades. Otras
proteínas plasmáticas importantes actúan como transportadores hasta los tejidos
de nutrientes esenciales como el cobre, el hierro, otros metales y diversas
hormonas.
La primera separación
de las proteínas plasmáticas para su estudio individual se llevó a cabo en la
década de 1920. Durante la II Guerra Mundial se consiguió perfeccionar la
técnica, lo que permitió el empleo de fracciones individuales. Algunos de los
resultados de este trabajo incluyen el uso de albúmina sérica como un sustituto
de la sangre o el plasma en las transfusiones, el empleo de gammaglobulinas
para una protección a corto plazo frente a enfermedades como sarampión y
hepatitis, y la utilización de globulina antihemofílica para el tratamiento de
la hemofilia.
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FORMACIÓN DE LA SANGRE Y REACCIONES
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Los eritrocitos se forman
en la médula ósea y tras una vida media de 120 días son destruidos y eliminados
por el bazo. En cuanto a las células blancas de la sangre, los leucocitos
granulosos o granulocitos se forman en la médula ósea; los linfocitos en el
timo, en los ganglios linfáticos y en otros tejidos linfáticos. Las plaquetas
se producen en la médula ósea. Todos estos componentes de la sangre se agotan o
consumen cada cierto tiempo y, por tanto, deben ser reemplazados con la misma
frecuencia. Los componentes del plasma se forman en varios órganos del cuerpo,
incluido el hígado, responsable de la síntesis de albúmina y fibrinógeno, que
libera sustancias tan importantes como el sodio, el potasio y el calcio. Las
glándulas endocrinas producen las hormonas transportadas en el plasma. Los
linfocitos y las células plasmáticas sintetizan ciertas proteínas y otros
componentes proceden de la absorción que tiene lugar en el tracto intestinal.
3.1
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Coagulación
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Una de las propiedades
más notables de la sangre es su capacidad para formar coágulos, o coagular,
cuando se extrae del cuerpo. Dentro del organismo un coágulo se forma en
respuesta a una lesión tisular, como un desgarro muscular, un corte o un
traumatismo penetrante. En los vasos sanguíneos la sangre se encuentra en
estado líquido, poco después de ser extraída adquiere un aspecto viscoso y más
tarde se convierte en una masa gelatinosa firme. Después esta masa se separa en
dos partes: un coágulo rojo firme que flota libre en un líquido transparente
rosado que se denomina suero.
Un coágulo está formado
casi en su totalidad por eritrocitos encerrados en una red de finas fibrillas o
filamentos constituidos por una sustancia denominada fibrina. Esta sustancia no
existe como tal en la sangre pero se crea, durante el proceso de la coagulación,
por la acción de la trombina, enzima que estimula la conversión de una de las
proteínas plasmáticas, el fibrinógeno, en fibrina. La trombina no está presente
en la sangre circulante. Ésta se forma a partir de la protrombina, otra
proteína plasmática, en un proceso complejo que implica a las plaquetas,
ciertas sales de calcio, sustancias producidas por los tejidos lesionados y el
contacto con las superficies accidentadas. Si existe algún déficit de estos
factores la formación del coágulo es defectuosa. La adición de citrato de sodio
elimina los iones de calcio de la sangre y por consiguiente previene la
formación de coágulos. La carencia de vitamina K hace imposible el
mantenimiento de cantidades adecuadas de protrombina en la sangre. Ciertas
enfermedades pueden reducir la concentración sanguínea de varias proteínas de
la coagulación o de las plaquetas.
3.2
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Reacciones homeostáticas
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Ciertas características
de la sangre se mantienen dentro de estrechos límites gracias a la existencia
de procesos regulados con precisión. Por ejemplo, la alcalinidad de la sangre
se mantiene en un intervalo constante (pH entre 7,38 y 7,42) de manera que si
el pH desciende a 7,0 (el del agua pura), el individuo entra en un coma
acidótico que puede ser mortal; por otro lado, si el pH se eleva por encima de
7,5 (el mismo que el de una solución que contiene una parte de sosa cáustica
por 50 millones de partes de agua), el individuo entra en una alcalosis
tetánica y es probable que fallezca. De igual manera, un descenso de la
concentración de glucosa en sangre (glucemia), en condiciones normales del 0,1%
a menos del 0,05%, produce convulsiones. Cuando la glucemia se eleva de forma
persistente y se acompaña de cambios metabólicos importantes, suele provocar un
coma diabético. La temperatura de la sangre no suele variar más de 1 ºC
dentro de un intervalo medio entre 36,3 y 37,1 ºC, la media normal es de
37 ºC. Un aumento de la temperatura de 4 ºC es señal de enfermedad
grave, mientras que una elevación de 6 ºC suele causar la muerte.
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ENFERMEDADES SANGUÍNEAS
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Los trastornos de la sangre
proceden de cambios anormales en su composición. La reducción anómala del
contenido de hemoglobina o del número de glóbulos rojos, conocida como anemia,
se considera más un síntoma que una enfermedad y sus causas son muy variadas.
Se cree que la causa más frecuente es la pérdida de sangre o hemorragia. La
anemia hemolítica, un aumento de la destrucción de glóbulos rojos, puede estar
producida por diversas toxinas o por un anticuerpo contra los eritrocitos. Una
forma de leucemia que afecta a los bebés al nacer o poco antes del nacimiento
es la eritroblastosis fetal.
La anemia puede ser también
consecuencia de un descenso de la producción de hematíes que se puede atribuir
a una pérdida de hierro, a un déficit de vitamina B12, o a una
disfunción de la médula ósea. Por último, existe un grupo de anemias originada
por defectos hereditarios en la producción de glóbulos rojos (hemoglobina).
Estas anemias comprenden varios trastornos hereditarios en los que los
eritrocitos carecen de algunas de las enzimas necesarias para que la célula
utilice la glucosa de forma eficaz.
La formación de hemoglobina
anómala es característica de las enfermedades hereditarias que reciben el
nombre de anemia de células falciformes y talasemia mayor. Ambas son
enfermedades graves que pueden ser mortales en la infancia.
El aumento del número
de eritrocitos circulantes se denomina policitemia: puede ser un trastorno
primario o consecuencia de una disminución de la oxigenación de la sangre o
hipoxia. La hipoxia aguda se produce con más frecuencia en enfermedades
pulmonares avanzadas, en ciertos tipos de cardiopatías congénitas y a altitudes
elevadas.
La leucemia se acompaña
de una proliferación desordenada de leucocitos. Hay varias clases de leucemia,
cuyas características dependen del tipo de célula implicada.
El déficit de cualquiera
de los factores necesarios para la coagulación de la sangre provoca
hemorragias. El descenso del número de plaquetas recibe el nombre de
trombocitopenia; la disminución del factor VIII de la coagulación da lugar a la
hemofilia A (hemofilia clásica); el descenso del factor IX de la coagulación es
responsable de la hemofilia B, conocida como enfermedad de Christmas. Diversas
enfermedades hemorrágicas, como la hemofilia, son hereditarias. Hay preparados
que incluyen concentrados de varios factores de la coagulación para el
tratamiento de algunos de estos trastornos. En 1984 los científicos desarrollaron
una técnica de ingeniería genética para la fabricación de factor VIII, un
factor de la coagulación de la sangre de vital importancia para las víctimas de
la forma de hemofilia más frecuente.
Aunque la formación de
un coágulo es un proceso normal, se convierte a veces en un fenómeno patológico
que representa incluso una amenaza mortal. Por ejemplo, en los pacientes
hospitalizados durante largos periodos a veces se forman coágulos en las venas
importantes de las extremidades inferiores. Si estos coágulos, o trombos, se
desplazan hacia los pulmones pueden causar la muerte como consecuencia de un
embolismo. En muchos casos dichos trombos venosos se disuelven con una
combinación de fármacos que previenen la coagulación y lisan los coágulos. Los
anticoagulantes incluyen la heparina, compuesto natural que se prepara a partir
de pulmones o hígados de animales, y las sustancias químicas sintéticas
dicumarol y warfarina. Los fármacos que lisan los coágulos, denominados
trombolíticos, incluyen las enzimas uroquinasa y estreptoquinasa, y el
activador tisular del plasminógeno (TPA), un producto de ingeniería genética.
Se piensa que la interacción
de los trombocitos con los depósitos de lípidos que aparecen en la enfermedad
cardiaca ateroesclerótica contribuye a los infartos de miocardio. Los
compuestos como la aspirina y la sulfinpirazona, que inhiben la actividad
plaquetaria, pueden disminuir los infartos de miocardio en personas con
enfermedad ateroesclerótica.
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