LA GRIPE ESPAÑOLA DE 1918. PERCY ZAPATA MENDO.
LA GRIPE ESPAÑOLA DE
1918
Según
el diccionario, una pandemia es la afectación de una enfermedad infecciosa de
los humanos a lo largo de un área geográficamente extensa. En 1918 surgió en
los Estados Unidos una cepa mortal de gripe que degeneró en una pandemia fuera
de lo común; la culpa la tuvo un brote de influenza virus A, del subtipo H1N1,
que se cree pudo llegar a matar a 100 millones de personas en todo el mundo
entre 1918 y 1919.
Para
cuando terminó la Primera Guerra Mundial en noviembre de 1918, esta sólo había
ocasionado nueve millones de muertos frente a los más de 20 millones que para
entonces llevaba la gripe. El precedente más antiguo que se conoce de pandemia
de gripe fue una ocurrida en 1580, y pasó por Asia y África. Cuando llegó a Europa
los países más afectados fueron España, Alemania e Italia. Precisamente un
palabra italiana, influenza, es la que designa en inglés a esta enfermedad: en
ese momento se pensó que había una influencia negativa de origen astrológico.
La pandemia que nos ocupa se desarrolló
en tres fases: 1ª) marzo-agosto de 1918, 2ª) agosto 1918-marzo 1919, la peor;
3ª) marzo-mayo de 1919. En contra de lo que pueda pensarse, no afectó tanto a
niños o ancianos, personas débiles en general, sino a gente saludable de otras edades.
El
virus causante de tanto daño fue el H1N1: sufrió 25 mutaciones, una de las
cuales dio el pistoletazo de salida a la pandemia. El primer caso declarado
como tal apareció en Fort Riley (Kansas, Estados Unidos) el 11 de marzo de
1918: los primeros síntomas detectados eran fiebre de cuarenta grados, dolor en
la zona lumbar, en los ojos y en los oídos. La mayoría se recuperaba a los tres
días. Pero ¿por qué recibió el nombre de gripe española si empezó en Estados
Unidos? Porque España (que no participó en la Primera Guerra Mundial) no
censuró las noticias que se producían al respecto, y ello hizo creer al público
que fue en nuestro país donde se originó. Por su parte, los países aliados
prefirieron censurar la información para no minar la moral de las tropas que
aún estaban en el frente, y por no dar imagen de debilidad ante el enemigo. Se
cree que los primeros casos en Europa aparecieron en Francia y de ahí pasaron a
España por los trabajadores españoles y portugueses que trabajaban cerca de las
zonas militarizadas. De hecho, fueron los movimientos de tropas los que
ayudaron a expandir la enfermedad; sólo por poner un ejemplo, muchos soldados
salieron de Estados Unidos estando ya enfermos.
En
cuanto a las cifras, decir que España tuvo casi ocho millones de personas
infectadas en mayo de 1918, y cerca de 300.000 muertes no reconocidas por las
autoridades, que optaron por reducir el verdadero número de víctimas
fallecidas. Faltó personal sanitario y los estudiantes vieron afectado el
curso. Hubo actividades que favorecieron que se extendiera la pandemia, como
fue el hecho de celebrarse misas para rezar por la desgracia que estaba
ocurriendo, cuando hubiera sido más adecuado que cada uno se quedara en su
casa. De ésta época viene la costumbre de decir “Jesús” cuando una persona
estornuda, era una forma de pedir la ayuda divina.
En
Madrid se vio afectada un tercio de la población, en Boston se contagió el
10%, en Bombay llegaron a morir
setecientas personas en un día. A Ciudad del Cabo llegó un barco procedente de
Sierra Leona, donde medio millar de estibadores había padecido la gripe y el
barco no pasó la cuarentena antes de que descendiera la tripulación…
Madrid en 1918
Lo
más adecuado que se hizo en muchos casos fue aislar a los enfermos en sus
domicilios, y luego había gente encargada de dejarles alimentos en las puertas
de las casas. Tampoco dejaron de surgir problemas que agravaban una situación
ya de por sí caótica: en África hubo sitios donde los negros no eran atendidos
en los hospitales; en Varsovia, los enfermos fueron recluidos en guetos; en
Australia, se dieron casos en que en los centros sanitarios las camas las
ocupaban dos enfermos; en Canadá, más de diez mil víctimas no tuvieron atención
médica. Era una enfermedad con un 50% de posibilidades de contagiarse.
Como
medida preventiva se empezaron a usar mascarillas y se implantó el toque de
queda. Muchos servicios básicos, como la luz o el agua sufrieron cortes porque
entre los empleados de las compañías que atendían esas necesidades había demasiados
enfermos. Quizás, desde nuestra perspectiva vemos todos los defectos de la
gestión de aquella pandemia; quizás pensemos que eran gente antigua y que no
supieron gestionar aquella crisis, pero lo cierto es que ahora mismo los
efectos serían peores: la organización sanitaria actual hace que el enfermo
esté poco tiempo en el hospital para sacar la mayor rentabilidad posible a las
plazas hospitalarias, con lo cual la atención recibida no siempre es la
adecuada al no estar suficiente tiempo ingresado. Y la movilidad que hay ahora
ayudaría a extender la enfermedad, igual que hicieron las tropas que iban a
luchar a la Primera Guerra Mundial. Hay que decir que los países con más
víctimas fueron la India (unos 17.000.000), Estados Unidos (aproximadamente
540.000), Italia y Rusia (más o menos 370.000 en cada uno de ellos) y España
(unas 170.000, oficialmente, aunque ya sabemos que en realidad fueron más).
A
veces nos imaginamos, cuando hay mucha gente con el mismo padecimiento, que
sólo les ha tocado a la gente de la calle, pero la gripe española también
afectó a gente conocida y a gente de la que suponemos tenían todos los medios
para evitar ponerse enfermos: el pintor noruego Edvard Munch; el rey Alfonso
XIII; Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos; David Lloyd George,
primer ministro británico; el Kaiser Guillermo II… Todos estos sobrevivieron.
No tuvieron tanta suerte el arquitecto Otto Wagner, el pintor Gustav Klimt, el
escritor Guillaume Apollinaire…
En
fin, todavía hoy se la considera una de las pandemias más graves de toda la
historia de la humanidad.
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