LA MUERTE FÍSICA DE JESUCRISTO.
LA MUERTE FÍSICA DE JESUCRISTO
RESUMEN
Jesús de Nazareth sufrió juicios Judíos
y Romanos, fue azotado, y
sentenciado a muerte por crucifixión. Los azotes produjeron
laceraciones profundas y pérdida sanguínea apreciable, y probablemente
marcó e escenario para el
choque hipovolémico evidenciado
por el hecho de
que Jesús estaba debilitado
como para llevar
el madero (patíbulo) hasta Gólgota.
En el lugar de su
crucifixión sus muñecas fueron clavadas
al patíbulo, y luego que el patíbulo
era levantado sobre
el poste vertical,
sus pies fueron
clavados a él.
El mayor efecto pato fisiológico de la
crucifixión fue la interferencia con la
respiración normal. Por lo tanto, la
muerte resultaba por el choque hipovolémico y la
asfixia por cansancio. La muerte
de Jesús fue asegurada al
ser clavado en su costado la
lanza de un soldado. La interpretación médica moderna
de la
evidencia histórica es que Jesús estaba muerto cuando fue bajado de la cruz.
INTRODUCCIÓN
La vida y enseñanzas de Jesús
de Nazareth han sido
la base para
una religión mundial mayor, (Cristianismo) han influenciado apreciablemente el curso
de la historia humana, y, en virtud
de una actitud compasiva hacia los
enfermos, también ha contribuido al desarrollo de
la medicina moderna. La
eminencia de Jesús
como una figura
histórica y el
sufrimiento, y controversia asociada con
su muerte nos
ha estimulado a
investigar, de manera interdisciplinaria, las circunstancias que rodearon su
crucifixión. Por lo
tanto, es nuestra intención
presentar, no un tratado teológico sino
médicamente, e históricamente un relato
certero de la muerte física de aquel llamado Jesucristo.
FUENTES
La fuente de material con respecto a la muerte de
Cristo comprende un cuerpo de literatura
y no un cuerpo físico o sus
restos esqueléticos. Por lo tanto, la
credibilidad de cualquier
discusión de la muerte de Jesús
será determinado primariamente
por la credibilidad
de las fuentes.
Para esta revisión, la
fuente del material incluye los escritos
de Cristianos antiguos y autores
no-cristianos, los escritos de
autores modernos, y el Manto de
Turín. Usando el
método histórico-legal de la investigación
científica, los académicos han
establecido la fiabilidad y exactitud de los manuscritos antiguos
Las descripciones más extensas
y detalladas de la vida y
muerte de Jesús se
encuentran en los evangelios del
Nuevo Testamento de Mateo, Marcos,
Lucas, y Juan. Los otros 23
libros del Nuevo Testamento apoyan
pero no expanden
los detalles registrados
en los evangelios.
Los autores Cristianos
contemporáneos, judíos, y romanos
proveen una perspectiva adicional con
respecto a los sistemas legales judíos
y romanos del siglo primero y los detalles de azotamientos y crucifixión. Seneca, Livio,
Plutarco, y otros
se refieren a
las prácticas de
la crucifixión en
sus obras. Específicamente,
Jesús ( o su crucifixión) es mencionada
por los historiadores romanos Cornelius
Tacitus, Plinio el
Menor, y Suetonio; por historiadores no romanos como
Talo y Flegón; por el
satirista Luciano de Samosata; por el
Talmud judío, y por el historiador judío Flavio Josefo, a pesar de que la autenticidad del
último es problemática.
El
Manto de Turín
es considerado por muchos
como el representante
del verdadero trapo de sepultura de Jesús, y algunas publicaciones con respecto a los
aspectos médicos de su muerte sacan sus conclusiones de esta
suposición. El Manto de Turín
y los hallazgos arqueológicos recientes proveen información valiosa con
respecto a las prácticas de crucifixión romana. La interpretación de los
escritores modernos, basados en el conocimiento
de la ciencia y a medicina que no
estaban a disposición en el primer siglo, podrían ofrecer algo más a la percepción de los posibles mecanismos de la muerte de Jesús.
Cuando se
toma en conjunto
ciertos hechos –el
extenso y temprano
testimonio tanto de los proponentes cristianos
y sus oponentes,
y la aceptación
universal de Jesús
como una figura histórica; la ética
de los evangelistas, y el
corto intervalo de tiempo
entre los eventos
y los manuscritos; y la confirmación de los relatos en los evangelios por los historiadores y los
hallazgos arqueológicos aseguran un
testimonio confiable a
partir del cual
se puede realizar
una interpretación médica moderna
de la muerte de Jesús.
GETSEMANI
Luego que Jesús
y sus discípulos habían observado la Pascua en un hogar
al suroeste de Jerusalén, ellos viajaron al Monte de los Olivos, al noreste de la ciudad (Fig. 1). (Debido a varios
ajustes en el calendario, los
años del nacimiento y muerte de Jesús
permanecen controversiales. Sin embargo, lo más probable es que Jesús
haya nacido en el año
4 o 6 a.C y murió en el año 30 d.C. Durante la Pascua en el año
30 d.C, la última cena fue
celebrada un jueves 6 (Nisán 13), y
Jesús habría sido crucificado en
un viernes 7 de abril
(Nisán 14). Cercano
a Getsemaní, Jesús
aparentemente sabiendo que el tiempo
de su muerte estaba cerca, sufrió gran ansiedad mental, y como fue
descrito por el médico Lucas, su
sudor se convirtió en sangre.
A pesar que este es un fenómeno raro, sudor
hemático (hematidrosis o hemohidrosis) puede ocurrir en estados altamente emocionales o en personas con
desórdenes de la coagulación. Como resultado de
la hemorragia en las
glándulas sudoríparas, la
piel se torna
frágil y suave. La descripción de Lucas apoya el diagnóstico de hematidrosis más que
cromhidrosis ecrina (sudoración cafesuzca o amarillenta) o estigmatización (sangrado
por las palmas de las manos u otro
lugar). A pesar de que algunos autores han
sugerido que la hematidrosis
producía hipovolemia estamos de acuerdo con Bucklin que
la pérdida de sangre
real Jesús fue
mínima. Sin embargo, con el
viento frío de la
noche, podría haber
producido escalofríos.
JUICIOS
Poco
tiempo después de
la medianoche, Jesús fue
arrestado en Getsemaní por los
oficiales del templo y fue llevado
primero a Ananías y luego a Caifás, el sumo sacerdote judío en ese año
(Fig. 1). Entre la 1 a.m. y el
amanecer, Jesús fue enjuiciado ante Caifás y el Sanedrín
y fue hallado culpable de blasfemia. Los guardas, entonces, le vendaron los
ojos a Jesús,
le escupieron, y lo golpearon en
el rostro con sus puños. Poco después
del amanecer se supone, en el templo
(Fig. 1), fue enjuiciado Jesús
ante el Sanedrín
(con los fariseos
y saduceos) y
de nuevo fue
hallado culpable de blasfemia, un crimen
castigado con la muerte.
JUICIOS
ROMANOS
Debido a que
el permiso para
una ejecución debía venir
de los gobernantes romanos, Jesús fue llevado
muy temprano en la
mañana por los oficiales
del templo al
Pretorio de la Fortaleza de Antonia, la residencia y silla gubernamental de Poncio Pilato,
el procurador de Judea (Fig. 1). Sin embargo, Jesús fue presentado a Pilato no como
un blasfemador sino como un rey
auto-nombrado que pondría en poco la autoridad romana. Pilato no acusó
a Jesús y lo envió a Herodes
Antipas, el tetrarca de Judea.
Igualmente Herodes no le acusó oficialmente y devolvió a Jesús
a Pilato (Fig. 1). De nuevo,
Pilato no pudo
hallar ninguna base
legal para acusar
a Jesús, pero
el pueblo persistentemente
demandó la crucifixión. (McDowell
ha revisado los climas políticos
y religiosos prevalentes en
Jerusalén, y Bucklin ha descrito las
varias ilegalidades de los
juicios romanos y judíos).
SALUD
DE JESÚS
Los rigores del
ministerio de Jesús (esto es, viajar
a pie a través de Palestina) excluirían cualquier enfermedad
mayor o una constitución débil. Por lo tanto, es razonable asumir que
Jesús estaba en buena
condición física antes de su
andar por Getsemaní. Sin embargo durante las doce horas entre las 9 p.m. del
jueves y las 9 a.m. del
viernes, había sufrido
un gran estrés
emocional (evidenciado por la
hematidrosis), abandono por sus más cercanos amigos (los discípulos), y una golpiza
física (luego del primer juicio
judío). También, en el
escenario de una noche
traumática y sin poder dormir,
había sido forzado
a caminar más de
2.5 millas (4.0
km) hacia y
de sitios donde
se realizaron los juicios (Fig.
1). Estos factores
físicos y emocionales podrían haber
hecho a Jesús vulnerable a los efectos hemodinámicos adversos del azotamiento.
AZOTAMIENTO
Los
azotes eran un
acto preliminar legal
para cada ejecución
romana, y sólo
las mujeres y senadores Romanos (excepto en casos de deserción) estaban exentos. El instrumento usual era un
látigo corto (flagelo)
con varias correas sencillas
o entrelazadas de diversas
longitudes en las cuales pequeñas bolas
de hierro o huesos
de ovejas se
amarraban a intervalos (Fig. 2).
Para azotar, el hombre era desprovisto de sus ropas
y sus manos eran
amarradas a un poste vertical (Fig. 2). La espalda, glúteos, y piernas eran azotadas ya
sea por dos
soldados o por uno
sólo que alternaba posiciones. La severidad del
azotamiento dependía de la disposición de los soldados y su intención era debilitar a la víctima a un estado
casi cercano al colapso o la
muerte. Luego del azotamiento, los soldados
frecuentemente insultaban a la víctima.
ASPECTOS
MÉDICOS DEL AZOTAMIENTO
Mientras los soldados
romanos golpeaban repetidamente
la espalda de la
víctima con todas
sus fuerzas, las bolas de hierro
causarían profundas contusiones, y las correas de cuero
y los huesos de oveja cortarían
la piel y
el tejido subcutáneo.
Luego, mientras los
azotes continuaban, las laceraciones romperían los músculos y producirían tiras de carne
sangrante. El dolor y la pérdida sanguínea
generalmente aceleraban el choque
circulatorio. La extensión de
la pérdida sanguínea muy
probablemente determinaba cuanto viviría
la víctima en la cruz.
AZOTAMIENTO
DE JESÚS
En el Pretorio, Jesús fue severamente azotado. (A pesar de que
la severidad del azotamiento no es discutida en los cuatro relatos de los evangelios, es implicado en una de las epístolas [1 Pedro 2: 24]).
Un detallado estudio
de las palabras
del texto griego
de este versículo
indica que el azotamiento de
Jesús fue particularmente duro.
Los soldados romanos,
entretenidos que este hombre debilitado había dicho
ser rey, empezaron a burlarse de Él colocándole un manto sobre
sus hombros, una corona de
espinas en su
cabeza, y un báculo
de madera como cetro
en su mano derecha. Luego, escupieron a Jesús y lo golpearon en la cabeza con el báculo
de madera. Además, cuando los soldados
rompieron su manto, probablemente reabrieron las heridas producidas
por los azotes.
El severo azotamiento, con su intenso dolor y gran
pérdida de sangre, probablemente
dejó a Jesús en un estado
de pre-choque. Además,
la hematidrosis había
hecho que la
piel estuviera
especialmente suave. El
abuso físico y
mental hecho por
los judíos y
romanos, así como
la deprivación de comida, agua, y
sueño, contribuyeron a un estado general debilitado. Por lo tanto, aún
antes de la crucifixión, la condición de
Jesús era al menos seria y quizás crítica.
CRUCIFIXIÓN
La crucifixión probablemente inició
entre los persas.
Alejandro Magno introdujo la práctica en Egipto y
Cartago, y los
Romanos aparentemente la
aprendieron o conocieron
de ella de los
cartagos. A pesar de que
los Romanos no
inventaron la crucifixión,
la perfeccionaron como una forma
de tortura que
fue diseñada para
producir una muerte
lenta con el
máximo dolor y sufrimiento. Era
uno de las
más vergonzosos y
crueles métodos de
ejecución y usualmente reservado únicamente para los esclavos,
extranjeros, revolucionarios, y los más viles criminales. La ley romana
usualmente protegía a los ciudadanos romanos de la crucifixión, excepto quizás
en el caso de soldados
desertores.
En su forma más temprana en Persia, la víctima
era quizás atada a un árbol o atada o empalada en un poste
vertical, usualmente para evitar
que los pies
de la víctima
culpable tocaran el suelo. Solamente después fue
utilizada una verdadera
cruz; caracterizada por un
poste vertical y uno horizontal (patíbulo),
y tenía diferentes
variaciones (Tabla). A
pesar de que
la evidencia arqueológica e histórica
indican enfáticamente que la cruz Tau fue
preferida por los Romanos en Palestina en los tiempos de Cristo (Fig. 3), las prácticas de crucifixión
frecuentemente variaban en una
región geográfica y de acuerdo
con la imaginación de los ejecutadores, y la cruz latina y otras formas podrían haber
sido también utilizadas.
Era
una costumbre para el hombre condenado llevar su propia
cruz del poste
de azotamiento al sitio de
la crucifixión en las
afueras de las
puertas de la ciudad. Usualmente estaba desnudo, a menos que
estuviera prohibido por
las costumbres locales.
Debido a que
el peso de la cruz completa era probablemente de más de 300
libras (136 kg), sólo se podía llevar
el poste horizontal (Fig. 3). El
patíbulo, que pesaba entre 75 y 125 libras (34 a 57 kg), era colocado a través de la nuca y
balanceado por los
dos hombros. Usualmente, los brazos
estirados eran atados
al poste. La procesión
hacia el sitio
de la crucifixión
era liderada por
un guardia romana
completa, encabezada por el
centurión. Uno de los soldados llevaba un sello (título) en el cual el nombre del condenado y el crimen eran
mostrados (Fig. 3). Luego el título
se adjuntaría sobre la parte alta de la cruz. La guardia romana no dejaría
a la víctima hasta que estuvieran seguros de su muerte.
Fuera
de las puertas de la ciudad
estaban colocadas permanentemente los postes verticales en los cuales se aseguraría el patíbulo en caso de la cruz
Tau, esto se lograba por medio de una
atadura, con o sin reforzamiento por medio de cuerdas. Para prolongar el proceso de crucifixión, una bloque de madera
horizontal servía como una
silla (sedil) que
frecuentemente era clavado a la mitad
del poste vertical. Sólo
raramente y probablemente posterior al tiempo
de Cristo, se colocó un bloque extra en donde
se clavaban los pies.
En el sitio de la ejecución, por ley,
la víctima recibía un trago
amargo de vino mezclado con mirra como
un leve analgésico. El criminal era tirado al piso en su espalda, con
sus brazos estirados a lo largo del patíbulo. Las manos podías
ser clavadas o atadas a la barra, pero
el clavado era preferido por los
Romanos. Los restos arqueológicos del cuerpo crucificado, encontrados en osarios cerca de
Jerusalén y que datan del tiempo
de Cristo, indican que
los clavos de hierro
medían entre 5 y 7 pulgadas (13 a 18
cm) de largo con
una cabeza cuadrada de 2/3 pulgada (1 cm)
diagonalmente. Además, los hallazgos en
estos osarios y el
Manto de Turín
han documentado que los
clavos comúnmente eran
clavados a través de las muñecas más que a
través de las palmas de las manos (Fig. 4).
Luego
de que el
patíbulo era fijado
al poste horizontal,
el patíbulo y
la víctima juntos
eran elevados hacia el poste vertical. En una cruz pequeña, cuatro soldados podrían lograrlo fácilmente. Sin embargo, en
una cruz alta, los soldados utilizaban escaleras o una horqueta.
Luego, los
pies eran fijados
a la cruz, ya
sea con clavos
o cuerdas. Hallazgos de usuarios y del Manto de Turín
sugieren que el clavado era la
práctica preferida. A pesar de que
los pies podían ser fijados a
los lados del
poste vertical o a
un bloque de
madera, usualmente eran clavados
directamente frente al poste
(Fig. 5). Para
lograr esto, la
flexión de las
rodillas debía ser
muy prominente, y las rodillas dobladas
podrían haberse rotado lateralmente (Fig. 6).
Cuando se terminaba con los
clavos, el título era
adherido a la cruz con clavos
o cuerdas, justo sobre la cabeza
de la víctima. Los soldados y la
multitud civil frecuentemente
se burlaban del condenado, y
los soldados de
costumbre se dividían
sus ropas entre
ellos. La sobrevida generalmente se
daba entre unas
tres a cuatro
horas hasta tres
a cuatro días
y parece estar inversamente relacionada
a la severidad del
azotamiento. Sin embargo,
aún si el
azotamiento hubiera sido
relativamente leve, los soldados
romanos podían acelerar la muerte
quebrando las piernas por debajo de las
rodillas (crurifragium o skelokopia).
No era infrecuente que los
insectos cavaran las heridas abiertas o los ojos,
oídos, y nariz de la
víctima indefensa, y las aves
de rapiña romperían estos sitios.
Además, era costumbre dejar los cuerpos
en la cruz
para que fueran
devorados por animales
depredadores. Sin embargo,
por legislación romana, la familia
del condenado podía llevarse
el cuerpo para
sepultura, luego de obtener
permiso de un juez romano.
Debido a que
nadie debía sobrevivir a la crucifixión, el cuerpo no
era liberado a la familia hasta que
los soldados se asegurarán
que la víctima estaba
muerta. Por costumbre, uno de los guardias romanos atravesaría el
cuerpo con una espada
o lanza. Tradicionalmente, se
consideraba una lanza a través del corazón por una herida en el costado derecho del tórax-una herida fatal
probablemente enseñada a la mayoría de
los soldados romanos. El Manto de
Turín documenta esta forma
de herida. Además, la lanza
tradicional de infantería,
que medía entre
5 y 6 pies (1,5 a 1,8
m) de longitud podría
fácilmente haber alcanzado
el pecho de
un hombre crucificado
en una cruz pequeña.
Con
el conocimiento tanto
de anatomía y de
las prácticas antiguas de
crucifixión, uno puede reconstruir los aspectos
médicos de esta
forma de lenta
ejecución. Cada herida
aparentemente intentaría producir una agonía
intensa y las causas
contribuyentes de muerte eran
numerosas.
El azotamiento previo a la crucifixión servía para
debilitar al hombre condenado, y si la pérdida sanguínea era
considerable, produciría hipotensión
ortostática y hasta
choque hipovolémico. Cuando la víctima
era tirada al suelo sobre
su espalda, durante la preparación para
la fijación de las manos, sus heridas por los azotes
serían abiertas de nuevo y contaminadas con tierra. Además, con cada
respiración, las heridas
dolorosas rozarían contra
la dura madera
del poste. Como resultado, la pérdida de sangre de la espalda continuaría a través de todo el proceso de crucifixión.
Con los brazos estirados pero no tensos,
las muñecas eran clavadas al
patíbulo. Ha sido mostrado que los ligamentos y huesos de la muñeca pueden soportar el peso de un cuerpo
sosteniéndose de ellos, pero las palmas
de las manos no lo pueden
hacer. Por lo tanto, los clavos
probablemente eran clavados entre el
radio y los
huesos del carpo
o entre las
dos filas de
huesos carpales, ya sea proximal o a través del ligamento retinaculo flexor y los
varios ligamentos intercarpales (Fig 4).
El nervio estimulado produciría
un dolor atroz
en ambos brazos.
A pesar que el
daño al nervio mediano resultaría
en parálisis de
una parte de
la mano, contracturas isquémicas
y el empalamiento de varios ligamentos por el clavo producirían una
mano en garra.
Más comúnmente los pies eran fijados
al frente del poste
por medio de clavos
que atravesaban el primero o
segundo espacio intermetatarsiano, justo
distalmente a la articulación tarso metatarsiana. Es probable que el
nervio perineal profundo y ramas
de los nervios
plantares medial y lateral
fueran dañados por los clavos
(Fig. 5). A pesar que el
azotamiento resultaba en una considerable pérdida sanguínea, en la
crucifixión per se no había tanta
pérdida, pues ninguna arteria importante quizás
aparte del arco plantar profundo, pasa a través del sitio preferido de fijación.
El
mayor efecto pato fisiológico de
a crucifixión, más
allá del dolor
atroz, era una
marcada interferencia con la respiración normal, particularmente la
exhalación (Fig. 6). El peso del cuerpo, jalando hacia
abajo sobre los
brazos estirados y
los hombros, tenderían a
fijar los músculos intercostales en un estado de inhalación por lo tanto impedirían la exhalación pasiva. Por lo tanto, la exhalación era primariamente
diafragmática, y la respiración
era superficial. Es probable que
esta forma de
respiración no sería
suficiente y la
hipercapnia sucedería pronto. El
inicio de contracturas
musculares o contracciones tetánicas, debido
a la fatiga e hipercarbia, limitarían la respiración aún
más.
La exhalación adecuada requería
levantar el cuerpo empujando con los
pies y flexionando los codos y aduciendo los
hombros (Fig. 6). Sin
embargo, esta maniobra pondría
todo el
peso del cuerpo sobre
los tarsos y produciría un dolor extremo. Además, la flexión de los codos causaría rotación de
las muñecas causando dolor a lo largo
del nervio mediano dañado. Levantar el
cuerpo además frotaría la espalda azotada contra la madera.
Calambres musculares y parestesias de
los brazos estirados y levantados
pondrían más molestias. Como resultado cada esfuerzo
respiratorio sería agonizante y fatigante y llevaría eventualmente a la
asfixia.
La verdadera causa de
muerte por crucifixión era multifactorial y variaba de alguna
manera con cada caso, pero las
dos causas más importantes probablemente
eran choque hipovolémico y asfixia. Otros factores
contribuyentes incluían la
deshidratación, arritmias inducidas
por estrés, e insuficiencia cardíaca congestiva
con la rápida acumulación de
líquido en las cavidades pleural y
pericárdicas. La fractura de las piernas
debajo de las rodillas, si se realizaba, llevaba a la muerte por asfixia
en cuestión de minutos. La muerte por
crucifixión era en todo el sentido de la palabra excruciante (del
latín excruciatus o “de la cruz”).
CRUCIFIXIÓN
DE JESÚS
Luego de los azotes y las burlas,
alrededor de las 9 a.m., los
soldados romanos le pusieron de nuevo
las ropas a Jesús y luego
lo llevaron junto a los dos ladrones a crucificarle. Jesús aparentemente estaba tan débil
por la severa tortura que no
podía llevar el patíbulo desde el Pretorio hasta el sitio de la crucifixión a un tercio
de milla (600 a 650
m) de distancia. Simón de
Cirene fue llamado a llevar la cruz
de Cristo, y la procesión se abrió camino
a Gólgota (o Calvario), y
establecieron el sitio de crucifixión.
Aquí
las ropas de
Jesús, excepto el
lino pélvico, fueron
removidas, abriendo probablemente
las heridas. Se le ofreció
un trago de
vino mezclado con mirra
pero, luego de
probarlo, se rehusó a tomarlo.
Finalmente, Jesús y los dos ladrones fueron crucificados. A pesar de
que las referencias bíblicas dicen
clavos en las manos, estas
no están en contradicción con la evidencia arqueológica de las heridas en
las muñecas, ya que los antiguos frecuentemente consideraban a la muñeca como
parte de la mano. El título
(Fig. 3) fue colocado sobre la
cabeza de Jesús. No queda
claro si Jesús fue crucificado en la
cruz Tau o en la
cruz latina; los
hallazgos arqueológicos
favorecen a la primera, y la
tradición favorece a la última. El
hecho que a Jesús
se le ofreció un trago de vinagre desde una
esponja colocada en el tallo de una
planta de hisopo (aproximadamente 20 pulgadas o 50 cm de largo) apoya
la creencia que Jesús fue
crucificado en la cruz pequeña.
Los soldados y la
multitud insultaban a Jesús a
través de todo
el proceso de
crucifixión, y los soldados
jugaron suertes por sus
ropas. Cristo habló en siete
ocasiones desde la cruz. Debido
a que le habla ocurre
durante la exhalación,
estas cortas, tersas
palabras han debido
de ser particularmente
difíciles y dolorosas. Alrededor de las 3 p.m.
ese viernes, Jesús
gritó en voz alta, bajó su cabeza,
y murió. Los soldados romanos
y los espectadores reconocieron el momento de su muerte.
Ya que los judíos
no querían que los cuerpos permanecieran luego del
amanecer, el inicio del día de reposo, le preguntaron a Poncio Pilato
ordenar quebrar los huesos de las
piernas para acelerar las muertes
de los tres
hombres crucificados. Los
soldados quebraron las
piernas de los
dos ladrones, pero cuando
llegaron a Jesús vieron que ya
estaba muerto, y no quebraron sus
piernas. Sino, uno de
los soldados laceró
su costado, probablemente
con una lanza
de infantería, produciendo un
flujo de agua y sangre. Más tarde
ese día, el cuerpo de Jesús fue bajado
de la cruz y colocado en una tumba.
MUERTE
DE JESÚS
Dos aspectos de la muerte de Jesús han
sido la fuente de gran
controversia, esto es, la
naturaleza de su herida en el costado y
la causa de su muerte luego de
varias horas en la cruz.
El evangelio de Juan describe la
penetración en el costado de
Jesús y enfatiza el pronto
flujo de
sangre y agua. Algunos autores
han interpretado el
flujo de agua
de ser ascitis
u orina de
una perforación abdominal o
de la vejiga.
Sin embargo, la
palabra griega (πλευρα
o pleura) usada
por Juan claramente denota
lateralidad y frecuentemente implicaba
las costillas. Por
lo tanto, parece probable que la herida fue en el
tóra y lejos de la cavidad abdominal.
A pesar que el lado de su herida no fue designada por
Juan, ha sido tradicionalmente descrito en el lado derecho. Apoyando la tradición está el hecho
que un gran flujo de sangre sería
más probable con una perforación de un atrio
o ventrículo derechos distendido más
que el ventrículo izquierdo con
su pared más gruesa. A pesar
que el lado de la herida nunca
pueda ser establecido con
certeza, el derecho parece más probable
que el izquierdo.
Parte
del escepticismo en aceptar la descripción de Juan ha nacido
de la dificultad en explicar con
certeza médica el flujo tanto de agua
como sangre. Parte
de esta dificultad ha estado basada en la suposición que la
sangre apareció primero,
luego el
agua. Sin embargo, en el
antiguo griego, el orden de
las palabras generalmente
denota prominencia y
no necesariamente una
secuencia temporal. Por lo tanto,
parece probable que Juan
estuviera enfatizando la prominencia de sangre más que su aparición
previa al agua.
Por
ello, el agua probablemente representaba líquido seroso
pleural y pericárdico y podría
haber precedido al flujo de sangre
y haber sido menor en cantidad que la sangre.
Quizás en el escenario de hipovolemia e
insuficiencia cardíaca, las efusiones
pleurales y pericárdicas
pueden haberse desarrollado y haber añadido al volumen de aparente agua. La sangre,
por el contrario puede haber
originado del atrio derecho o del
ventrículo o quizás de un
hemopericardio.
La muerte de Jesús luego de tan sólo tres a seis horas en la cruz sorprendió hasta a Poncio
Pilato. El hecho de que
Jesús gritara a gran voz y luego
bajara su cabeza para morir
sugiere la posibilidad de un
evento terminal catastrófico. Una explicación popular ha
sido que Jesús
murió de una ruptura
cardíaca. En el
escenario de azotamientos
y crucifixiones con
hipovolemia asociada, hipoxemia,
y quizás
estados de coagulación alterados, vegetaciones trombóticas friables
podrían formarse en la válvula
mitra o aórtica. Estas, entonces podrían haberse despegado y
embolizado a la circulación coronaria
produciendo un infarto
miocárdico transmural. Las
vegetaciones trombóticas valvulares han sido reportadas bajo condiciones
traumáticas similares. La ruptura de la pared
libre del ventrículo izquierdo pueden ocurrir,
aunque raramente, en las primeras
horas posteriores a un infarto.
Sin
embargo, otra explicación
puede ser más
probable. La muerte de Jesús
puede haber sido acelerada simplemente por su estado
de fatiga y por la severidad de los azotes con sus resultantes pérdidas sanguíneas y
estado de pre-choque. El hecho que no
pudiera llevar su propia cruz
apoya esta interpretación. La verdadera causa de muerte así como la de otras víctimas crucificadas podría haber sido multifactorial y relacionadas
primariamente con choque hipovolémico,
fatiga y asfixia, y quizás
insuficiencia cardíaca
aguda. Una arritmia cardíaca fatal puede
haber sido el
evento terminal catastrófico.
Por
lo tanto, permanece sin decidirse si
Jesús murió por
una ruptura cardíaca o
por una falla cardiorrespiratoria. Sin
embargo, la característica importante puede
ser no como
murió sino si murió.
Claramente el peso de la evidencia
histórica y médica indica
que Jesús estaba
muerto antes de la herida en su costado
y apoya la idea tradicional que la lanza,
clavada en su lado derecho, perforó probablemente no sólo el pulmón, sino también
el pericardio , y el corazón, asegurando su muerte (Fig. 7). La interpretación basada en la suposición
que Jesús no murió
en la cruz pareciera estar en contra del conocimiento médico moderno.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
William
D. Edwards, MD; Wesley J. Gabel, M.Div.; Floyd E. Hosmer, MS, AMI. JAMA 1986;
255: 1455-1463.
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