EL SISTEMA INMUNITARIO. PERCY ZAPATA MENDO.
EL
SISTEMA INMUNITARIO
1.- Información general
Gracias
a nuestro sistema inmunitario estamos provistos de mecanismos altamente
eficaces que defienden nuestro cuerpo ante las amenazas. Sin este sistema de
defensa estaríamos expuestos a las influencias nocivas de nuestro entorno, así
como a las alteraciones perjudiciales para la salud que se producen en el
interior de nuestro cuerpo.
El
sistema inmunitario del ser humano está dotado de dos mecanismos de defensa,
sus diferentes funciones se basan en: una resistencia inmunológica específica
(adquirida) e inespecífica (innata). Ambos mecanismos se complementan con la
respuesta inmunológica.
La
función principal del sistema inmunitario consiste en proteger al organismo de
los patógenos y partículas extrañas que penetran en él desde el exterior.
Además, el sistema inmunitario es capaz de identificar y eliminar las células
enfermas del propio cuerpo. Como consecuencia de las reacciones inmunológicas,
aparecen inflamaciones que producen la eliminación de las células dañadas o los
cuerpos extraños.
Sin
embargo, el sistema inmunitario no solo proporciona inmunidad ante los agentes
patógenos o las células tumorales, también puede producir efectos no deseados:
una alergia, por ejemplo, es la consecuencia de una reacción inmunológica
alterada. Además, en las denominadas enfermedades autoinmunes, el sistema
inmunitario se dirige a las estructuras del propio cuerpo y las daña. Si
existen problemas para identificar las células enfermas alteradas por el propio
cuerpo, es posible que se desarrolle un cáncer. El sistema inmunitario también
es responsable de la reacción de rechazo a los órganos trasplantados.
Cuando
existen problemas en el sistema inmunitario y por ello, la reacción
inmunológica del organismo al contacto con agentes patógenos o partículas
extrañas es insuficiente o inexistente, los afectados están más expuestos a las
infecciones. Estos trastornos del sistema inmunitario pueden manifestarse en
forma de enfermedades de inmunodeficiencia. Un sistema inmunitario debilitado
puede ser innato o formarse a lo largo de la vida:
·
La
inmunodeficiencia innata puede estar causada por un defecto en el portador del
factor hereditario, es decir, un defecto genético, como consecuencia de la
lesión de uno o más componentes del sistema inmunitario.
·
La
inmunodeficiencia adquirida puede estar causada por determinadas enfermedades,
por ejemplo, leucemia o SIDA.
Además,
factores como la alimentación, la flora intestinal o el estado físico o mental
influyen en la capacidad de reacción del sistema inmunitario. La carencia en
nuestra alimentación de determinadas sustancias como el hierro, el cinc o las
vitaminas durante un largo periodo de tiempo, hace que la capacidad del sistema
inmunitario se vea mermada. Los factores desencadenantes del estrés también
pueden afectar notablemente al sistema inmunitario. Medidas como el
fortalecimiento razonable de la musculatura y el ejercicio regular en forma de
paseos o deporte ligero hacen que el sistema inmunitario se fortalezca. También
existen diversas prácticas naturales como la hidroterapia (sauna, baños, ducha
escocesa) o la fitoterapia (uso de extractos de plantas, por ejemplo, rudbeckia
o flor de árnica) que repercuten de manera positiva en el funcionamiento del
sistema inmunitario.
2.- Definición
El
sistema inmunitario (del latín, immunis = libre, intacto) es un sistema de
defensa que protege al cuerpo de las enfermedades. Abarca órganos, células y
proteínas, su función consiste en mantener la estructura propia del cuerpo
mediante el rechazo de sustancias extrañas y agentes patógenos como bacterias,
virus, parásitos y hongos. Se supone que el sistema inmunitario es capaz de
diferenciar entre estructuras del propio cuerpo y estructuras extrañas, de
manera que normalmente no se llevará a cabo una reacción inmunológica contra el
propio cuerpo si está sano (tolerancia inmunológica). Sin embargo, también es
una tarea del sistema inmunitario reconocer y atacar a las células enfermas del
cuerpo, como las células tumorales.
El
sistema inmunitario desarrollado a lo largo del desarrollo filogenético
(evolución) se divide en dos sistemas principales: un sistema inmunitario
innato o inespecífico, que se caracteriza sobre todo por luchar contra las
infecciones bacterianas y un sistema inmunitario adquirido o específico, que se
ocupa de los diferentes agentes patógenos. Con la ayuda del sistema inmunitario
específico, el cuerpo puede luchar contra las bacterias y los virus provistos
de cápsula, que poseen una estructura superficial que se modifica rápidamente
durante su evolución. Los mecanismos de defensa específicos e inespecíficos del
sistema inmunitario están estrechamente unidos.
3.- Estructura del sistema inmunitario
La
estructura del sistema inmunitario es muy compleja, al igual que las tareas que
desempeña: protege nuestro cuerpo de agentes patógenos causantes de
enfermedades, mientras lo hace inmune a su influencia. Esto ocurre porque el
sistema inmunitario diferencia entre extraño y propio y elabora la respuesta
inmunológica correspondiente.
La
inmunidad se subclasifica en la parte innata y está presente desde el
nacimiento (sistema inmunitario inespecífico o innato). En parte, el ser humano
adquiere la inmunidad mediante un proceso de aprendizaje, en el que el
Immunsystem desarrolla moléculas que pueden reconocer un determinado tipo de
proteínas de otro tipo, estas son los antígenos específicos (sistema
inmunitario específico o adquirido).
Una
gran variedad de órganos y sistemas de células forman parte de la estructura
del sistema inmunitario y por consiguiente, de su formación. Los órganos pertenecientes
al sistema inmunitario (órganos linfáticos, es decir, el sistema linfático) se
subdividen de la siguiente manera:
1.
Órganos linfáticos primarios: entre ellos se encuentran la médula ósea y el timo,
un órgano de gran tamaño; en la infancia; situado en la zona superior del
pecho. Estos órganos son responsables de la formación de linfocitos, que llegan
a los órganos linfáticos periféricos mediante la sangre. Allí comienza la
respuesta inmunológica del sistema inmunitario adquirido.
2.
Órganos linfáticos secundarios o periféricos: entre ellos se encuentran los ganglios linfáticos, el
bazo y el tejido linfático del tracto gastrointestinal (adenoides, intestino
ciego, etc.), los pulmones y las mucosas.
El
sistema inmunitario innato (inespecífico) y el adquirido (específico) son muy
parecidos en cuanto a su sistema de funcionamiento. La mayoría de los patógenos
son detectados en unas pocas horas y destruidos gracias a los mecanismos del
sistema inmunitario inespecífico. Puesto que la respuesta inmunológica innata
no está especializada en los antígenos, no necesita una larga fase inicial.
Cuando la primera defensa del cuerpo no logra eliminar a los agentes patógenos,
tras un periodo de cuatro a siete días se produce la respuesta inmunológica
específica o adquirida. Entonces se forman células antigénicas, que están
diseñadas para luchar contra cada patógeno específicamente.
4.- Sistema inmunitario inespecífico
La
estructura del sistema inmunitario se divide en dos sistemas con diferentes
mecanismos de defensa: los sistemas inmunitarios inespecíficos y específicos.
El sistema inmunitario inespecífico intenta neutralizar los cuerpos extraños y
muchos otros patógenos en el primer contacto. De aquí que se denomine también
sistema inmunitario innato. El sistema inmunitario innato se encarga
principalmente de luchar contra las infecciones bacterianas. El sistema
inmunitario inespecífico abarca mecanismos celulares y no celulares
(humorales):
·
Factores celulares: las células defensoras del sistema inmunitario inespecífico son unos
glóbulos blancos que absorben y digieren al patógeno o cuerpo extraño: los
fagocitos. Son fagocitos los granulocitos, neutrófilos y eosinófilos, los
macrófagos y los monocitos (precursores de los macrófagos). De alguna manera lo
son también los linfocitos, mastocitos y fibroblastos. Es cierto que a veces
fagocitan partículas extrañas, pero no las digieren, sino que las expulsan al
intersticio donde los verdaderos macrófagos las eliminan.
·
Factores humorales: estos factores del sistema inmunitario específico disueltos en los
fluidos corporales (del latín, humor = fluido) son sustancias bactericidas. A
este grupo pertenece la enzima lisozima, que se encuentra en diferentes fluidos
corporales como las lágrimas y la saliva y que ataca la pared celular de
numerosas bacterias. Al mismo tiempo, el sistema inmunitario inespecífico
incluye el denominado sistema del complemento, un sistema enzimático producido
por el hígado, que está formado por un grupo de unas 20 proteínas y que conduce
a la disolución de las células extrañas. También pertenecen a al sistema
inmunitario humoral inespecífico los llamados interferones, que se encargan
principalmente de los virus.
El
sistema inmunitario inespecífico no solo está formado por mecanismos humorales
y celulares, también existen otros factores que conforman la estructura del
sistema inmunitario inespecífico: de esta manera, la piel sana presenta una
protección natural que evita la penetración de agentes patógenos. Los jugos
gástricos destruyen bacterias gracias a la alta acidez de éstos. Los agentes
patógenos que llegan a las vías respiratorias mediante el aire que respiramos
se quedan atrapados en las mucosas del sistema respiratorio en la mucosa. Desde
el sistema ciliar que poseen las mucosas del sistema respiratorio, se expulsa
el cuerpo extraño por medio de la tos o de un estornudo El impacto de los
cilios los expulsa del cuerpo. El estornudo o la tos tienen el mismo fin.
5.- Sistema inmunitario específico
Al
contrario que el sistema inmunitario inespecífico (innato), la estructura del
sistema específico se crea a lo largo de la vida. El sistema inmunitario
específico se desarrolla por primera vez tras el contacto directo con un
determinado agente patógeno. De ahí que se denomine también sistema inmunitario
adquirido o adaptado. En el proceso de aprendizaje en el cual se forma el
sistema inmunitario específico tras el primer contacto con un agente patógeno,
se desarrollan mecanismos de defensa especiales, que están diseñados para
enfrentarse a unos agentes patógenos determinados. Las células de memoria que
se han formado durante la respuesta inmunológica protegen ante un nuevo ataque
del mismo patógeno. Además, el sistema inmunitario específico es capaz de
identificar y eliminar las células enfermas del propio cuerpo como las células
tumorales.
Las
células del sistema inmunitario o linfocitos (del latín lympha = agua clara,
del griego kytos = célula) son células capaces de dar una respuesta
inmunológica. Estos gestionan el sistema inmunitario específico. Los linfocitos
son los glóbulos blancos de menor tamaño. Estos representan un cuarto del total
de glóbulos blancos en sangre. No obstante, el 98% de los linfocitos no se
encuentran en la sangre, sino en los órganos linfáticos (ganglios linfáticos,
vasos linfáticos, bazo) y en la médula ósea. El cuerpo va depositando
continuamente una pequeña parte de estas células linfocitos en la sangre. La
vida de un linfocito se eleva de diez días a varios años. En primer lugar, se
desarrollan en la médula ósea y en el timo, es decir, en los órganos primarios
del sistema inmunitario, que juegan, por lo tanto, un papel decisivo en el
desarrollo de la estructura del sistema inmunitario. Seguidamente, colonizan
los órganos secundarios del sistema inmunitario como el tejido linfático y el
bazo. Existen varios tipos de linfocitos:
·
Linfocitos T:
estos glóbulos blancos se caracterizan por su capacidad para distinguir entre
estructuras propias y extrañas. Su desarrollo tiene lugar en el timo (del
griego timos = glándula mamaria), un órgano bilobular que se encuentran detrás
del esternón. Los linfocitos T constituyen aproximadamente el 70-80% del total
de linfocitos en sangre. Pertenecen al sistema inmunitario celular específico.
Al tomar contacto con un cuerpo extraño se transforman en linfocitos T
efectores, que producen o refuerzan diversas respuestas inmunológicas o los
linfocitos T de memoria, que son capaces de reconocer al mismo cuerpo extraño
tras volver a penetrar en el organismo años después y producir una respuesta
inmunológica más fuerte. Los linfocitos T efectores se dividen en dos tres
grupos: los denominados linfocitos T cooperadores, que activan a los linfocitos
B y a los macrófagos y a los linfocitos T killer (linfocitos T cito tóxicos),
que mediante la lisis (desintegración) matan a la célula infectada. Además,
también existen los linfocitos T supresores (linfocitos T reguladores), cuya
función consiste en la supresión de la activación del sistema inmunitario y la
inhibición de la respuesta inmunológica frente a los tejidos del propio cuerpo.
De manera que en los organismos sanos se encargan de que el sistema inmunitario
no ataque a sus propias células. Esto impide la aparición de las enfermedades
autoinmunes.
·
Linfocitos B:
este tipo de linfocitos maduran en la médula ósea y constituyen aproximadamente
el 15% del total de linfocitos en sangre. Los linfocitos B pertenecen al
sistema inmunitario humoral específico. Al tomar contacto con cuerpos extraños,
una parte del linfocito B se transforma en las denominadas células plasmáticas,
que forman los anticuerpos (inmunoglobulinas, Ig) que se enfrentan a estos
cuerpos extraños. Las células plasmáticas viven de dos a tres días. Por otro
lado, al tomar contacto con el cuerpo extraño, se transforman en células de
memoria B, que años más tarde, pueden seguir produciendo el mismo anticuerpo
aun cuando este ya no se encuentre en nuestro organismo.
6.- Desarrollo de la respuesta
inmunitaria
Cuando
nuestro sistema inmunitario se defiende de los patógenos, tanto el sistema
inmunitario específico como el inespecífico toman parte en el desarrollo de la
respuesta inmunitaria.
El
desarrollo de la respuesta inmunitaria comienza cuando la reacción inmunitaria
las células capacitadas del sistema inmunitario identifican al cuerpo extraño:
esta identificación se logra gracias a la estructura superficial extraña del
intruso, por ejemplo, una bacteria. La estructura de la superficie se compone,
entre otras cosas, de proteínas especiales, los antígenos. Determinadas células
del sistema inmunitario específico, los linfocitos B, pueden crear proteínas
específicas “los anticuerpos” para luchar contra estos antígenos que se adaptan
como una llave a su cerradura. Una proteína que presenta características
propias de un anticuerpo, son las denominadas “inmunoglobulinas”.
Presumiblemente, el sistema inmunitario es capaz de crear anticuerpos
específicos para unos 10-100 millones de antígenos diferentes. Los anticuerpos
se clasifican en cinco tipos, cada uno de los cuales tiene una función distinta
en la reacción inmunitaria:
·
Anticuerpos IgG: estas inmunoglobulinas, las predominantes, están presentes
principalmente en el plasma sanguíneo. Fijan los microorganismos y las
sustancias tóxicas (toxinas), por ejemplo, las formadas por las bacterias, que
están presentes en el plasma, de manera que las células defensoras del sistema
inmunitario inespecífico (los fagocitos) las pueden ingerir más fácilmente.
Además, varios tipos de IgG activan el denominado sistema del complemento, que
también toma parte en el desarrollo de la respuesta inmunitaria.
·
Anticuerpos IgM: la formación de estas proteínas tiene lugar, sobre todo, cuando
comienza la reacción del sistema inmunitario. Activan de manera eficaz el
sistema del complemento del sistema inmunitario inespecífico. Esta activación
desencadena una serie de reacciones que conducen finalmente a la disolución de
los agentes patógenos.
·
Anticuerpos IgA: están presentes en regiones del cuerpo a las que no pueden acceder las
células formadas por los anticuerpos. Los anticuerpos IgA se encuentran, por
ejemplo, en la saliva, en las lágrimas, en el sudor y en la mucosa nasal, así
como en las secreciones de los pulmones y el tracto gastrointestinal. Las IgA
se adhieren a los cuerpos extraños y de esta manera, protegen principalmente
las mucosas del organismo de las infecciones bacterianas.
·
Anticuerpos IgE: desempeñan un papel especial en la defensa frente a los parásitos y en
las reacciones alérgicas, al unirse a determinados fagocitos (mastocitos y
granulocitos basófilos). Al ponerse en contacto con una sustancia que provoca
alergias (alérgeno), se produce la interconexión de los anticuerpos, por la
cual se liberan distintas sustancias que conducen a una reacción alérgica
inflamatoria.
·
Anticuerpos IgD: se encuentran en la proteína de la membrana en forma de linfocitos B
inmaduros y probablemente tengan una función reguladora del sistema
inmunitario.
6.1.- La respuesta inmunitaria
Una
vez que las partículas extrañas o los agentes patógenos penetran en el
organismo, se pone en marcha la respuesta inmunitaria. La respuesta inmunitaria
comienza con las células defensoras del sistema inmunitario inespecífico, los
macrófagos: estas células identifican a los intrusos, los absorben y los
transportan a través del tejido sistema linfático a órganos del sistema
inmunitario Después, las proteínas especiales (antígenos) se enfrentan a los
linfocitos del sistema inmunitario específico (linfocitos T y linfocitos B),
que desencadenan el desarrollo de la reacción inmunitaria específica. Los
linfocitos B producen anticuerpos frente a los antígenos específicos de cada
patógeno. Estos anticuerpos se fusionan con el antígeno correspondiente de la
sustancia extraña existente en el organismo o el patógeno formando el
denominado complejo antígeno-anticuerpo. Mediante esta unión con el anticuerpo,
muchos antígenos pierden ya su efecto nocivo. Han sido neutralizados. Las
células del sistema inmunitario inespecífico, los fagocitos, ingieren
finalmente el complejo antígeno-anticuerpo y lo extraen de esta manera de la
sangre. Además de la formación de anticuerpos gracias los linfocitos B, también
se lleva a cabo la activación de los linfocitos T, que también pueden destruir
directamente a los patógenos. Durante el desarrollo de la respuesta inmunitaria
también se activan determinadas células del sistema inmunitario inespecífico
que destruyen las células infectadas, son las denominadas células cito tóxicas
o linfocitos T cito tóxicos, que atacan directamente a los cuerpos extraños.
Mediante la liberación de sustancias, que producen la dilatación los vasos
sanguíneos o hacen permeable la pared de los mismos, p. ej., las histaminas o
los factores de complemento, se inflama el tejido infectado, además, aparecen
los signos propios de la inflamación como el enrojecimiento, la tumefacción, el
calentamiento, el dolor. La respuesta inmunitaria del cuerpo conduce al aumento
del tamaño de los ganglios o el bazo, normalmente debido a la consiguiente
activación y reproducción de linfocitos.
Gracias
a la producción de linfocitos de memoria T el sistema inmunitario tiene la
capacidad de recordar la estructura superficial extraña, de manera que cuando
tiene lugar una nueva exposición al mismo agente patógeno, la reacción
inmunitaria muestra un desarrollo más rápido con una mayor producción de
anticuerpos que la primera vez. A este fenómeno se le conoce como memoria
inmunológica. El proceso de aprendizaje del sistema inmunitario puede modificar
la capacidad de defensa del organismo de tal manera que al sufrir una infección
que ya se había padecido antes y que era causada por un mismo patógeno, no se
presente ningún tipo de síntoma de la enfermedad (fiebre o mal estado general,
por ejemplo): el cuerpo es inmune a estos patógenos. Debido a esto, algunas
enfermedades infecciosas surgen principalmente en la niñez, como por ejemplo
enfermedades típicas de la infancia como el sarampión, la rubeola y las
paperas.
En
este principio, la creación de inmunidad a través del sistema inmunitario del
cuerpo, se basan las vacunas preventivas contra los patógenos. La denominada
inmunización activa consiste en suministrar al organismo una cantidad
inofensiva de determinados antígenos o determinantes antigénicos (patógenos
vivos, debilitados o muertos) en forma de vacuna. El sistema inmunitario
reacciona con una respuesta inmunitaria inicial leve creando anticuerpos en ese
primer contacto. Cuando el cuerpo vuelve a exponerse al patógeno el sistema
inmunitario ya ha producido células de memoria específicas (anticuerpos),
gracias a las cuales se produce una reacción inmunológica más rápida y
contundente. Esta inmunidad adquirida a través de la vacuna, dura normalmente
varios años. En la inmunización pasiva, inyección directamente de
inmunoglobulinas, el vacunado ya cuenta con anticuerpos listos para enfrentarse
al antígeno correspondiente. Pero en este caso, la inmunidad tan solo dura unos
meses.
Los
factores físicos pueden tener una gran influencia en el sistema inmunitario.
Por lo tanto, los sistemas inmunitario, nervioso y hormonal están conectados y
producen una reacción coordinada, formando la denominada interacción
inmunoneuroendocrina. De manera que la adrenalina, por ejemplo, que el cuerpo
libera ante una mayor actividad (hormona del estrés), obstaculiza la producción
de anticuerpos linfocitos B y por consiguiente, el desarrollo de la respuesta
inmunitaria.
7.- Funciones y disfunciones del sistema
inmunitario
Proceso inflamatorio
Para
tener salud es imprescindible que el sistema inmunitario se encargue de la
misma manera de la inmunidad y la tolerancia, es decir, que reaccione ante las
sustancias extrañas del cuerpo con una defensa controlada e impida la reacción
inmunitaria contra las sustancias del propio cuerpo. Cuando se rompe el
equilibrio entre estas dos funciones, se producen las disfunciones. Esto puede
traducirse en un proceso inflamatorio desmesurado o inexistente.
7.1.- La inflamación (del latín inflammatio) es una reacción de defensa
general del sistema inmunitario ante los distintos estímulos nocivos. Los
desencadenantes de dicho proceso inflamatorio son patógenos como las bacterias,
los virus, los hongos o los parásitos, aunque también lo son sustancias
químicas como los ácidos o las bases, los factores físicos como la temperatura
o las radiaciones, influencias mecánicas como el frotamiento, la presión o los
cuerpos extraños y los estímulos que actúan en el interior del cuerpo
(endógenos) como la descomposición de las células causada por tumores malignos.
Normalmente, el proceso inflamatorio elimina los estímulos nocivos y sus
secuelas.
Las
llamativas características del proceso inflamatorio son el enrojecimiento
(rubor), la tumefacción (tumor), el calentamiento (calor), el dolor (dolor) y
la pérdida de las funciones normales (functio laesa) de los tejidos afectados.
Se tiene conocimiento de los signos propios de la inflamación desde la
antigüedad y fueron descritos por Aulus Cornelius Celsus en el siglo I d.C.,
así como por Claudius Galenos (Galeno de Pérgamo) unos cien años más tarde.
El
sistema inmunitario dispone de dos mecanismos de defensa diferentes: la
respuesta inmunológica inespecífica y específica. Los mecanismos de defensa
específicos e inespecíficos que se desencadenan en la respuesta inflamatoria
están estrechamente unidos. Ciertas células defensoras del sistema inmunitario
específico, los fagocitos, son las responsables de una reacción inflamatoria
más contundente: los denominados mastocitos. Además, determinados patógenos o
cuerpos extraños favorecen la formación de ciertos anticuerpos, los anticuerpos
IgE, que, a su vez, están vinculados con los mastocitos, de manera que se
produce una reacción entre mastocitos y patógenos. Los mastocitos contienen
sustancias como las histaminas, la serotonina, la heparina y diversas enzimas,
por lo que el tejido afectado se enrojece y calienta. Además, dicho aumento de
tamaño, que se da en la inflamación, irrita los nervios adyacentes, produciendo
dolor. Debido a la alta permeabilidad de los vasos sanguíneos, que también es
provocada por los mediadores de la inflamación, se expulsa al tejido líquido
rico en proteínas (exudado). El área afectada se hincha y se forma un edema. Las
diferentes enzimas almacenadas en los mastocitos desencadenan la producción de
más mediadores de la inflamación como las prostaglandinas, los leucotrienos y
la bradiquinina, que se comportan de manera similar a la histamina y refuerzan
el proceso inflamatorio. Al mismo tiempo, se produce una migración elevada de fagocitos
del sistema inmunitario inespecífico. Estos atacan a las células extrañas y las
transportan. Además, causan la liberación de otras sustancias como las
denominadas proteínas de la fase aguda, que provocan síntomas como fiebre,
agotamiento, dolores en las extremidades y pérdida de peso. A lo largo de todos
estos procesos, las células implicadas del sistema inmunitario se comunican
entre ellas gracias a innumerables mensajeros químicos, entre los que se
encuentra el grupo de las denominadas interleucinas.
7.2.- Alergias
Cuando
se ven afectadas diferentes funciones del sistema inmunitario aparecen las
disfunciones, estas pueden manifestarse en forma de alergias. Una alergia es la
consecuencia de la reacción anómala del sistema inmunitario: el organismo
previamente sensibilizado (inmunizado) reacciona con una sensibilidad excesiva
ante el antígeno (proteína extraña que causa la producción de antígenos en el
cuerpo), al cual se había visto expuesto previamente. Al mismo tiempo, se
produce la lesión de las células y los tejidos. Esta lesión puede darse en
forma de inflamación localizada o en forma de choque que afecta a todo el
organismo. Independientemente de qué células inmunitarias del sistema
inmunitario específico desencadenen la reacción de hipersensibilidad, células T
o B, es posible diferenciar entre los siguientes tipos de reacción en cuanto a
alergias se refiere:
·
Hipersensibilidad tipo I: este tipo de reacción también se denomina reacción
anafiláctica (del griego ana = contra, phylaxis = protección), término que
normalmente se equipara al concepto de alergia en el habla diaria. Las alergias
del tipo I juegan un papel importante en el conflicto del sistema inmunitario
con los alérgenos como el polen de las gramíneas (en la fiebre del heno), los
productos alimenticios (por ejemplo, la clara del huevo de gallina), el veneno
de los insectos (por ejemplo, la picadura de las abejas) o los medicamentos
(por ejemplo, la penicilina). En Europa Central, aproximadamente el 15% de la
población padece una alergia del tipo I. En las reacciones anafilácticas, se
produce la liberación de mediadores de la inflamación mediante la activación de
los mastocitos, causada por la producción de anticuerpos IgE. En cuestión de
segundos o minutos, pueden aparecer síntomas como la la dificultad
respiratoria, las reacciones asmáticas, el prurito o el enrojecimiento y
tumefacción de la piel (= urticaria) o incluso un choque general del organismo
(choque anafiláctico). La mayoría de las veces, el efecto de estas reacciones
inmediatas disminuye rápidamente. No obstante, es posible que de dos a ocho
horas después del punto álgido de la reacción, aparezcan reacciones posteriores
más graves.
·
Hipersensibilidad tipo II: este tipo de reacción, también denominada reacción
citotóxica, comprende la reacción anómala del sistema inmunitario, cuyos
desencadenantes son los anticuerpos IgM e IgG. Las alergias del tipo II juegan
un papel importante en el rechazo de órganos trasplantados, transfusiones de
sangre y las denominadas enfermedades autoinmunes. El proceso inflamatorio
causado alcanza su máximo como mínimo de 4 a 10 horas después de que se
produzca la exposición al antígeno.
·
Hipersensibilidad tipo III: este tipo de reacción se produce debido a la
producción y sedimentación del denominado complejo inmunitario. Los complejos
antígeno-anticuerpo circulan en la sangre y otros fluidos corporales, se posan
en las paredes de los vasos sanguíneos o en los tejidos y provocan desde allí
el proceso inflamatorio. Dependiendo de si los complejos inmunitarios se posan
en la totalidad del sistema circulatorio o solo en ciertas zonas, se diferencia
entre hipersensibilidad tipo III sistémica (todo el organismo se ve afectado) o
local (se trata de una alergia localizada). Las reacciones sistémicas del
sistema inmunitario van acompañadas de fiebre, dolores articulares, dolores
musculares, inflamación de los vasos sanguíneos, inflamación de los riñones y
aumento del tamaño de los ganglios linfáticos. A este conjunto de síntomas
también se le denomina enfermedad del suero, ya que antiguamente la producía el
tratamiento contra la difteria. Entre las posibles enfermedades subyacentes,
encontramos el lupus eritematoso y la artritis reumatoide. A la reacción de
hipersensibilidad localizada de tipo III se le denomina reacción de Arthur.
Esta aparece, por ejemplo, en la celiaquía (intolerancia al gluten).
·
Hipersensibilidad tipo IV: se trata de una reacción retardada mediada por
células del sistema inmunitario. La mediación tiene lugar entre linfocitos T y
los linfocitos y macrófagos activados, que no están sensibilizados de manera
específica frente al antígeno. Su máximo se alcanza de 24 a 48 horas después de
que se produzca la exposición al antígeno. Las alergias del tipo IV normalmente
se producen por la acumulación de sustancias en la piel (alergia de contacto,
por ejemplo, la alergia al níquel), a través de gérmenes causantes de
enfermedades (alergias por infección, por ejemplo, tuberculosis o infecciones
fúngicas) y a través de antígenos procedentes de tejidos ajenos al propio
cuerpo tras los trasplantes.
7.3.- Enfermedades autoinmunes
Cuando
las funciones del sistema inmunitario se ven afectadas aparecen las
disfunciones, esto puede ser la consecuencia de la aparición de enfermedades
autoinmunes. El sistema inmunitario es capaz de reconocer cualquier tipo de
molécula proteica extraña (antígeno) y reaccionar ante ella. Además, las
células que tienen la capacidad de llevar a cabo una respuesta inmunológica
(las denominadas células inmunocompetentes) reconocen también a las estructuras
del propio cuerpo, sin producir no obstante reacción alguna, puesto que durante
el desarrollo embrionario y los primeros meses de vida aprenden a tolerar a las
estructuras del propio cuerpo. Si se rompe esta tolerancia autoinmune (del
griego autos = mismo, propio), el sistema inmunitario ataca a los tejidos del
propio cuerpo y los daña. Paul Ehrlich ya conocía los peligros de dicha
reacción autoinmune y la denominó horror autotoxicus.
El
origen de las enfermedades autoinmunes sigue sin estar claro en la actualidad.
Presumiblemente, estas deficiencias del sistema inmunitario se desarrollan
debido a infecciones de bacterias, virus u otros microorganismos, cuyas
estructuras antigénicas son casi idénticas a las de las células del propio
cuerpo. Como reacción al patógeno-antígeno, el sistema inmunitario produce
sustancias de defensa (anticuerpos), que también se dirigen contra los tejidos
del propio cuerpo, se trata de la denominada reacción cruzada. Si estos auto
anticuerpos permanecen en la sangre, después de que la infección haya
disminuido, se desarrollan enfermedades crónicas, que en general se desarrollan
en fases y en las que distintos órganos y tejidos pueden verse afectados.
Ejemplos de dichas enfermedades autoinmunes son la esclerosis múltiple, el
lupus eritematoso sistémico, la artritis reumatoide, el hipertiroidismo y la
esclerodermia.
8.- Fortalecer el sistema inmunitario
Es
importante cuidar y fortalecer el sistema inmunitario, especialmente en otoño e
invierno. La humedad y el frío exigen más al sistema de defensa de nuestro
cuerpo.
No
es ninguna sorpresa que, sobre todo en la época más fría del año, muchas
personas desarrollen un resfriado con síntomas comunes como tos, dolor de
garganta y malestar general. Un resfriado no siempre se puede prevenir pero se
pueden seguir medidas sencillas que ayudan a fortalecer el sistema inmunitario.
Existen
diversos factores que, a veces, perjudican gravemente el sistema inmunitario.
Algunos de estos factores son los siguientes:
·
Determinadas
enfermedades como las infecciones de las vías respiratorias, inflamaciones y
enfermedades estomacales e intestinales.
·
Problemas
psicológicos/estrés
·
Sustancias
nocivas del medio ambiente
·
Mala alimentación
·
Actividad
deportiva en exceso o practicada de forma inadecuada
·
Medicamentos
·
Intervenciones
quirúrgicas
·
Envejecimiento
Las
personas que fortalecen su sistema inmunitario de manera activa, están más
protegidas ante las infecciones. Son principalmente las personas con un sistema
inmunitario ya debilitado las que deben tomar precauciones. Para fortalecer el
sistema inmunitario, son especialmente útiles las siguientes medidas:
·
Seguir una
alimentación equilibrada y rica en vitaminas y productos frescos.
·
Realizar deporte
de forma moderada y constante.
·
Seguir un ritmo
de vida lo menos estresante posible.
8.1.- Radicales libres
Los
mencionados radicales libres pueden perjudicar al organismo. Los radicales
libres son unos compuestos oxigenados agresivos, que en grandes cantidades
pueden dañar el material genético (el ADN) que contienen las células del
cuerpo. Entre ellas, se encuentran sustancias que provocan cáncer.
El
organismo necesita radicales libres en pequeñas cantidades, por ejemplo, para
activar el sistema inmunitario. El organismo absorbe radicales libres a través
de la alimentación o el aire que respiramos, por otro lado, también los crea él
mismo. En nuestro organismo, se encuentran muchos radicales libres que pueden
provocar cáncer, infarto de miocardio y cataratas, por ejemplo.
Los
radicales libres los podemos encontrar en el humo de los cigarrillos, la bruma
industrial, el ozono, las radiaciones solares fuertes, así como los procesos
metabólicos del organismo. El organismo dispone de diversos mecanismos de
defensa, el denominado sistema antioxidante, que puede interceptar radicales
libres con la ayuda, por ejemplo, de la vitamina C o la vitamina E. Además, el
organismo produce enzimas antioxidantes, que neutralizan a los radicales
libres. Para producir estos enzimas, el cuerpo necesita oligoelementos como el cinc,
el selenio, el hierro y el cobre.
8.2.- Alimentación
Una
alimentación sana ayuda a fortalecer considerablemente el sistema inmunitario.
La carencia prolongada de determinados nutrientes como los metabolitos
secundarios de las plantas, las vitaminas y los oligoelementos en la
alimentación, es algo que el sistema inmunitario no puede soportar. El riesgo
de contraer una infección aumenta. En los momentos en que el cuerpo está
sometido a grandes esfuerzos, éste necesita una mayor cantidad de estos
nutrientes.
Entre
otros, son importantes para el sistema inmunitario los siguientes nutrientes:
·
Hierro: el
hierro ayuda a los denominados fagocitos del sistema inmunitario a luchar
contra los cuerpos extraños y los agentes patógenos. Los niños pequeños y las
mujeres necesitan normalmente una mayor cantidad de hierro (por ejemplo,
durante el crecimiento, embarazo o menstruación). Si no se obtiene suficiente
hierro con la alimentación, aparece una leve ferropenia. Además, se puede
desarrollar una anemia que viene asociada con síntomas como la fatiga. Además,
la falta de hierro aumenta el riesgo de padecer infecciones.
·
Cinc: el
cinc contribuye a la activación de los fagocitos y además, ayuda en la
producción de anticuerpos. Si el nivel de cinc en el organismo es bajo, la
curación de las heridas es más lenta. Además, el sistema inmunitario está menos
activo, de manera que las infecciones duran más tiempo del habitual.
·
Selenio: el
selenio también es importante para el sistema inmunitario. Este oligoelemento
ayuda a determinadas enzimas, que son necesarias para inactivar a los mencionados
radicales libres. Los radicales libres son compuestos oxigenados agresivos que
pueden dañar el material genético.
·
Yodo: el
yodo es un componente de las hormonas tiroideas y juega un papel importante en
muchos procesos metabólicos.
·
Vitaminas y metabolitos
secundarios de las plantas. La vitamina C, la vitamina E, la vitamina A y los
metabolitos secundarios de las plantas nos ayudan a protegernos de los
radicales libres. Además, las vitaminas C y E, principalmente, contribuyen a
activar el sistema inmunitario y pueden reducir considerablemente la
posibilidad de sufrir una infección. Puesto que las vitaminas se complementan
para realizar su función, se debería prestar atención a la ingesta equilibrada
y evitar una mala alimentación.
Son
importantes para el sistema inmunitario:
·
Vitamina C:
la vitamina C ayuda, entre otros, en la producción de los linfocitos cito
tóxicos del sistema inmunitario. Además, es necesaria para la formación del
colágeno que compone el tejido conjuntivo, el cual, por otro parte, se encarga
de la cicatrización de las heridas. Por otro lado, la vitamina C intercepta los
radicales libres y favorece la función de la vitamina E.
·
Vitamina E:
la vitamina E aumenta la actividad de determinadas células del sistema
inmunitario. Tiene la capacidad de interceptar radicales libres y es importante
para el funcionamiento de la membrana celular, el sistema circulatorio y el
metabolismo proteínico.
·
Vitamina A:
la vitamina A favorece la creación de las células del sistema inmunitario, así
como la producción de anticuerpos.
·
Metabolitos secundarios de las plantas: los metabolitos secundarios de las plantas como los poli
fenoles interceptan radicales libres.
·
Fibra para la flora intestinal. En el intestino, el cuerpo se enfrenta a diario a
numerosos patógenos y sustancias extrañas tras la ingesta y debe proporcionar
una defensa rápida. Por ese motivo, parte del sistema inmunitario está
estrechamente unido con el intestino. En la pared del intestino se encuentran
numerosos ganglios, de manera que pueden reaccionar directamente y rápidamente
contra los patógenos.
También la flora intestinal es importante para la
defensa ante los patógenos. Entre ellos se encuentran diversas bacterias
inocuas, por ejemplo, las bacterias generadoras de ácido láctico, que colonizan
principalmente el intestino grueso. Estas evitan que los gérmenes causantes de
enfermedades se multipliquen y extiendan por el organismo. Cuando la flora
intestinal se ve afectada, por ejemplo, por la ingesta de antibióticos, es
posible que se produzcan enfermedades que provocan diarreas.
Normalmente, la fibra que se encuentra en algunos
alimentos como los cereales, las legumbres, la fruta y la verdura, favorece la
salud de la flora intestinal. El yogur, diversos productos lácteos como la
leche batida y el queso, el chucrut (es una comida típica de Alemania, de
Alsacia, de Polonia y de Rusia que se prepara haciendo fermentar las hojas del
repollo en agua con sal) y las verduras maceradas que producen ácido láctico,
además de los alimentos pro bióticos, activan el sano crecimiento de las
bacterias generadoras de ácido láctico.
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