MEDICINA MÁGICA, CIENTÍFICA Y HOMEOPÁTICA. PERCY ZAPATA MENDO.
MEDICINA
MÁGICA, CIENTÍFICA Y HOMEOPÁTICA
La enfermedad como influencia de la
magia
Desde
sus orígenes, el hombre ha tenido que verse enfrentado con la enfermedad, y
como resultado de esto ha perfeccionado diversos métodos para curar o por lo
menos para aliviar el sufrimiento.
En
los poblados primitivos la enfermedad se consideraba como el castigo de alguna
divinidad por nuestros actos o por los pecados que heredábamos de nuestros
padres, o se creía que era el resultado de romper un tabú o alguna regla
sagrada para la tribu. Así pues tenemos que en los pueblos del antiguo Egipto,
Mesopotamia, entre otros, la concepción de la enfermedad es mágica y por lo
tanto el diagnóstico y el tratamiento también requieren medios y ritos mágicos.
Por
ejemplo, en la Asiria antigua la medicina era esencialmente mágico-religiosa,
allí los encargados de la medicina eran los Asu, quienes tenían una inclinación
por considerar que la posesión por espíritus era la causa de las enfermedades.
La florida imaginación de los asirios les había llevado a crear espíritus
malignos muy especializados: si había dolor en el cuello, el responsable era el
espíritu maligno Adad; el dolor en el pecho era responsabilidad de Ishtar; el
espíritu Rabisu producía problemas cutáneos mientras que Labartu afectaba el
aparato genital femenino, y así sucesivamente.
Aún
en la actualidad este tipo de mentalidad arcaica subsiste, pues es frecuente
escuchar hablar de enfermedades causadas por "mal de ojo", "castigo
divino" etc. En muchos países latinoamericanos hay personas que consultan
a curanderos buscando la sanación de sus enfermedades. Aquí es importante notar
que la forma como la medicina mágico-religiosa obtiene conocimiento es por
medio de la "revelación", la cual es una verdad sagrada que obtiene
el chamán o líder religioso del grupo. Debe resaltarse que estas revelaciones
cambian de pueblo en pueblo, por ejemplo los mismos demonios que asignaban como
causa de una enfermedad en la antigua Asiria no eran la misma causa en la India
o en el antiguo Perú.
La
enfermedad dejo de considerarse como un fenómeno sobrenatural con Hipócrates de
Cos (Cos, 460 a. C. – Tesalia, 370 a. C.) médico griego que vivió a finales del
siglo V A.C. Hipócrates afirma que la enfermedad se puede comprender ya que sus
causas se encuentran en el ámbito de la naturaleza. En su obra “Sobre la
enfermedad sagrada”, en la cual hacía referencia a la epilepsia afirmó:
"Voy a discutir la enfermedad
llamada "sagrada". En mi opinión, no es más divina o más sagrada que
otras enfermedades, sino que tiene una causa natural, y su supuesto origen
divino se debe a la inexperiencia de los hombres, y a su asombro ante su
carácter peculiar. Mientras siguen creyendo en su origen divino porque son incapaces
de entenderla, realmente rechazan su divinidad al emplear el método sencillo
para su curación que adoptan, que consiste en purificaciones y encantamientos.
Pero si va a considerarse divina nada más porque es asombrosa, entonces no
habrá una enfermedad sagrada sino muchas, porque demostraré que otras
enfermedades no son menos asombrosas y portentosas, y sin embargo nadie las
considera sagradas."
Este
concepto innovador dado por Hipócrates no ocurrió sin un antecedente. Desde
casi un siglo antes de él unos filósofos denominados “Presocráticos” habían
empezado a preguntarse por la naturaleza del mundo y se habían atrevido a
plantear respuestas en las que no se incluían las divinidades. Por ejemplo,
Tales de Mileto consideraba que el mundo estaba formado por el elemento agua.
La explicación de Tales es similar a la del mito babilónico en la que el dios
Marduk creó el mundo del agua, solo que en la narración del filósofo
presocrático el dios ya no es necesario.
El
concepto de la enfermedad como un fenómeno natural es en últimas un legado de
los filósofos presocráticos que se atrevieron a formular un mundo entendible en
términos naturales, libre del dominio de dioses y demonios. El efecto de tal
revolución hoy es visible en los quirófanos, en los laboratorios clínicos y en
los consultorios médicos. Sin embargo, como lo mencione anteriormente,
desafortunadamente aún quedan rastros de la medicina mágico-religiosa.
El origen de la medicina científica.
La
medicina científica tiene sus orígenes en el renacimiento. Esta época, que
abarca desde el año 1543 a 1661 (aunque la ubicación de los límites del
renacimiento varía según los autores). El hombre renacentista se muestra más
interesado en este mundo que en el cielo predicado por la Iglesia, además de
empezar a entender el mundo natural en términos materialistas siguiendo un
método propio, esto último conllevó al nacimiento de la ciencia moderna.
Precisamente
una de las características de la ciencia moderna es el escrutinio escéptico, el
no aceptar nada como cierto solamente porque lo dice alguien importante. De
hecho el nacimiento de la ciencia moderna, con Galileo Galilei, estuvo rodeado
por la tensión entre la Iglesia Católica y las observaciones cuidadosas del
físico que no encajaban con la autoridad establecida: la Biblia y el famoso
filósofo Aristóteles.
En
medicina, al igual que en la física, se cuestionó la autoridad establecida y se
dio paso a la búsqueda de evidencias para aceptar una idea y tener una
concepción más acertada de la naturaleza. Fue el anatomista belga Andrés
Vesalio (1514-1565) quien en su obra “De humani corpori fabrica”, da más
importancia a la observación de la realidad que a lo dicho por las autoridades
tradicionales sobre ella. Una característica del trabajo de Vesalio es que
expone y corrige los errores del médico que durante la edad media se consideró
la autoridad incuestionable en medicina, es decir Galeno (129-199 d.C.).
La
medicina científica le debe mucho a la revolución anatómica del renacimiento en
la que Vesalio fue el más destacado. De igual forma el renacimiento fue testigo
de la revolución quirúrgica la cual fue abanderada por Ambrosio Paré
(1507-1591), quien transformó algunos de los métodos de cirugía, los cuales
habían permanecido sin variación desde la época de los romanos, gracias a la
observación.
Paré
se desempeñó como cirujano del ejército francés. Atendiendo los heridos por
arcabuz en la batalla es que hizo el primero de sus descubrimientos. Trató una
herida por pólvora con una mezcla de yema de huevo, agua de rosas y aguarrás.
Paré creyó que sus pacientes morirían envenenados ya que se esos días se
pensaba que la pólvora era venenosa, pero al día siguiente se dio cuenta que el
tratamiento utilizado por él era mejor. En otra guerra decidió ligar los vasos
sanguíneos del muñón que quedaba tras una amputación en lugar de cauterizar
(detener la hemorragia al quemar los tejidos), lo cual habitualmente se hacía
con un hierro caliente.
Otra
revolución, aparte de la anatómica y la quirúrgica, fue la fisiológica, cuya
figura más destacada fue William Harvey (1578-1657) quien dedujo la circulación
sanguínea a través de sus observaciones.
Harvey,
fiel a la nueva práctica de no aceptar como válido algo simplemente porque lo
dijo alguien muy importante, invalida la explicación hasta el momento
imperante, la defendida por Galeno, la cual establecía que la sangre iba y
volvía del corazón por las venas, y que las arterias no contenían sangre sino
aire, “pneuma”, y que la sangre pasaba directamente del ventrículo derecho al
izquierdo. Lo que hace importante y trascendental el trabajo de Harvey, más que
el hecho del descubrimiento de la circulación doble, es la forma como abordó el
problema: recurriendo a la observación de la naturaleza, en lugar de consultar
los libros escritos por autoridades supuestamente incuestionables.
Otra
revolución en el área de las ciencias de la vida, fue la microscópica, la cual
se inició con las observaciones de Antón van Leeuwenhoek (1632-1723) quien
observó por vez primera bajo el microscopio los espermatozoides, eritrocitos,
las láminas del cristalino, las miofibrillas y las fibras musculares estriadas
además de diferentes tipos de bacterias. Otro importante microscopista fue
Marcello Malpighi (1628-1694). En 1661 publicó su primer libro Observaciones
anatómicas en los pulmones, en el que describe los alvéolos pulmonares y los
capilares sanguíneos donde se comunican las arterias con las venas pulmonares
en el pulmón de la rana. En posteriores trabajos describió la estructura de la
piel, de los ganglios linfáticos y del bazo, la existencia de los glomérulos en
el riñón, también describió el desarrollo embrionario de varias especies
animales. La revolución microscópica abrió a los ojos de la ciencia un nuevo
mundo fascinante cuyo estudio hizo posible la identificación de muchos virus,
bacterias, protozoos y hongos patógenos.
Otro
naciente aporte que ayudaría a dar forma a la medicina científica, esta fue la
revolución en patología, la cual fue llevada a cabo por Antonio Benivieni
(1443-1502) Este médico italiano se vio favorecido por el levantamiento de las
restricciones impuestas por la Iglesia durante la Edad Media sobre las
autopsias, por tal razón empezó a examinar los cuerpos de sus pacientes
fallecidos. Benivieni realizó registros clínicos de la enfermedad. En uno de
sus casos registrados se puede leer:
"Mi tocayo, Antonio Bruno, retenía
el alimento que había ingerido por un corto tiempo y después lo vomitaba sin
haberlo digerido. Fue tratado cuidadosamente con toda clase de remedios para
curar los problemas gástricos pero como ninguno le sirvió para nada, adelgazó
por falta de nutrición hasta quedarse en pura piel y huesos; finalmente le
llegó la muerte.
El cadáver se abrió por razones de
interés público. Se encontró que la apertura de su estómago se había cerrado y
que se había endurecido hasta la parte más inferior resultando en que nada
podía pasar por ahí a los órganos siguientes, lo que hizo inevitable la
muerte."
En
la actualidad tal descripción se asociaría con un cáncer de estómago de la
variedad linitis plástica.
La
importancia del trabajo de Benivieni es que, continuando con el legado de
Vesalio y Harvey, afirma que para conocer las causas de las enfermedades se
debe interrogar a la naturaleza, de allí las autopsias y las descripciones
meticulosas que buscan correlaciones anatomoclínicas.
La
última revolución conceptual llevada a cabo en el renacimiento en el campo de
la medicina fue la clínica. Como personaje destacado cabe mencionar al inglés
Thomas Syndenham (1624-1689), quien retomó las ideas de Hipócrates respecto a
la importancia de tomar atenta nota de los síntomas de la enfermedad e
interpretarlos como esfuerzos hechos por el organismo por librarse de la
enfermedad. Syndenham tuvo la oportunidad de hacerse una idea clara de los
síntomas de muchas enfermedades que por aquella época eran epidemias de forma
tal que él es el primero en distinguir el sarampión de la escarlatina. A pesar
de este aporte tan importante, Syndenham también tenía ideas que hoy
consideramos nada científicas como la influencia de los astros en la generación
de enfermedades entre otras.
Avances conceptuales en la historia de
la medicina durante el Renacimiento.
En
el siglo XIX se amplificó el conocimiento de la fisiología humana y se habló
por primera vez de homeostasis (proceso por el cual un organismo mantiene las
condiciones internas constantes necesarias para la vida), término acuñado por
el fisiólogo francés Claude Bernard (1813- 1878).
La
visión sobre la enfermedad cambia sorprendentemente con los trabajos de Louis
Pasteur (1822- 1895) y Robert Koch (1843 -1910). Pasteur propone que el origen
de las enfermedades está en los microorganismos. Su colega alemán, Koch, logró
demostrar tal teoría aislando en la década de 1870 la bacteria causante del
carbunco, Bacillus anthracis, y luego la causante de la tuberculosis,
Mycobacterium tuberculosis, en 1882.
El
trabajo de Koch, aparte de haber sido de importancia capital para el desarrollo
de la medicina, es un buen ejemplo de la forma de cómo la medicina científica
obtiene conocimiento. Koch observó que la bacteria causante del carbunco se
encontraba en la sangre de todos los animales enfermos (Koch usó ratones como
animales de investigación), esto podría llevarlo a afirmar que la bacteria era
la causante de la enfermedad. Sin embargo, Koch quería demostrarlo más allá de
toda duda razonable. Por tal razón tomó muestras de sangre de un ratón
infectado y la inyectó a otro sano, enfermando así al ratón sano. Este
procedimiento lo hizo en cadena con 21 animales y en cada uno de ellos Koch
observaba la presencia de la bacteria en la sangre del ratón infectado.
Koch
llevó su hipótesis a una prueba más. Demostró que la bacteria podía ser
cultivada en un medio externo al animal, y notó que si inyectaba un ratón sano
con una muestra de bacterias del cultivo estos también enfermarían de carbunco.
Gracias a los trabajos de Koch se dio un gran estímulo para el desarrollo de la
microbiología. El trabajo del médico alemán dio origen a cuatro postulados para
demostrar que un microorganismo en particular causa una enfermedad en
particular:
1.
El organismo debe
estar presente siempre en los animales enfermos y ausente de los individuos
sanos.
2.
El organismo
patógeno debe ser cultivado en cultivo puro fuera del animal enfermo.
3.
Dicho cultivo,
cuando se inocula a un animal sano debe iniciar en este los síntomas propios de
la enfermedad.
4.
El supuesto
patógeno debe re aislarse de estos animales experimentales y cultivados de nuevo
en el laboratorio. Al examinarse el organismo patógeno debe mostrar las mismas
propiedades que el organismo original.
Estos
postulados son en verdad científicos ya que fueron fruto de un trabajo
minucioso en el que hubo una buena dosis de escepticismo. Koch no salió
gritando Eureka! al observar por primera vez las bacterias en la sangre de los
ratones, él elaboró un conjunto de pruebas sólidas en las que se colocaba a
prueba la hipótesis. Este trabajo es una buena ejemplificación de la forma como
la medicina científica obtiene el conocimiento.
Para
terminar esta mirada histórica de la medicina científica falta mirar el resto
del siglo XIX y el XX. Estos siglos dieron origen a las vacunas, el desarrollo
de los antibióticos, los trabajos en inmunología, la anestesia, la endoscopia y
los rayos X, la endocrinología, el descubrimiento de las vitaminas, la
epidemiología, el desarrollo de las pruebas de laboratorio, el estudio de la
biología molecular y el espectacular despliegue de la genética. El desarrollo científico
de estos dos últimos siglos aventaja a todos los logros de los siglos
anteriores juntos; sin embargo, estos no podrían haber sido posibles sin la
visión humanista del Renacimiento, ni menos aún sin el naturalismo iniciado con
los filósofos presocráticos.
La Medicina homeopática
En
nuestros tiempos es común oír hablar de "medicinas alternativas" o
"medicinas complementarias", de estas la más común es la homeopatía.
Esta práctica nació en 1810, cuando el médico alemán, Samuel Hahnemann
(1755-1843) publicó la obra "Organon der Rationellen Heilkunde". En
este voluminoso libro Hahnemann presentó una explicación sobre el origen de las
enfermedades y sobre la manera de curarlas, utilizando mecanismos similares a
los que causan los males, de ahí el nombre "homeopatía" (curar con lo
similar).
En
los días de Hahnemann, la medicina no se encontraba tan desarrollada como en
nuestros días. Para que el lector se haga a una idea, la sífilis, una
enfermedad venérea, se trataba con la administración de vapores de mercurio,
los cuales son muy venenosos, y que de hecho provocaban la muerte en la mayoría
de los enfermos. Hoy en día la sífilis se trata con antibióticos, pero estos no
estaban disponibles en la época de Hahnemann.
(La penicilina fue descubierta por Alexander Fleming en 1929).
Las
bases de la homeopatía son dos: "La ley de Similia y la Ley de los
Infinitesimales." Para poder comparar la medicina científica con la
medicina homeopática es necesario examinar estos dos principios, ya que en ellos
se basan todos los homeópatas.
La
Ley de Similia afirma que una sustancia curará una enfermedad si suministrada a
una persona sana provoca los mismos síntomas o síntomas muy parecidos a los que
produce dicha enfermedad. De esta base, deriva el nombre de la homeopatía:
homois "similar" y pathos "sufrimiento", en griego.
No
obstante, la Ley de Similia, uno de los principios básicos de la homeopatía
suena curioso, por decirlo menos. Pongamos un ejemplo, si Usted tiene una
diarrea, ésta puede curarse suministrándole una sustancia que en una persona
sana produzca diarrea. ¿Se curará de su diarrea si le suministra hipoclorito de
sodio? Yo lo dudo. Pero Hahnemann así lo creía. Aquí es importante ubicarnos
nuevamente en el medio intelectual de los tiempos de Hahnemann. En los tiempos
del fundador de la homeopatía no se había desarrollado la Teoría infecciosa de
la enfermedad elaborada gracias a los trabajos de Pasteur y Koch. Esto deja ver
las ingenuas explicaciones de Hahnemann.
La
elección de los medicamentos homeopáticos también es curiosa. Hahnemann
afirmaba que para elegir el medicamento apropiado se debía administrar a una
persona sana cantidades cada vez mayores de esa sustancia hasta que aparecieran
los primeros síntomas de intoxicación, los síntomas debían compararse con las
enfermedades registradas y si eran similares a los síntomas de alguna
enfermedad, esa sustancia pasaba a considerarse como un medicamento útil para
el tratamiento de tal enfermedad.
Volvamos
al ejemplo de la diarrea. Supongamos que ya comprobamos en un ratón de
laboratorio que el hipoclorito de sodio produce diarrea. En ese momento
afirmamos basados en la "Ley de los Similia" que el hipoclorito de
sodio es un buen remedio para la diarrea.
La
segunda base de la homeopatía es la "Ley de los Infinitesimales",
este principio dice que cuanta más pequeña sea la dosis más poderosa será el
efecto de la sustancia. Hahnemann afirmaba que los efectos de la sustancia se
potencian con la dilución de la misma; cuanto más diluida esté la sustancia más
poderoso será su efecto.
Retomando
el ejemplo con el que estamos trabajando, debemos diluir el hipoclorito de
sodio en agua, para potenciar sus propiedades curativas (Siguiendo la Ley de
los Infinitesimales).
Las
diluciones que usan los homeópatas son decimales, por lo tanto para seguir con
nuestro ejemplo, tomaremos una décima parte del hipoclorito de sodio y lo
disolveremos en nueve decimos de agua destilada. Agitamos, mezclamos, repetimos
la operación. Tomamos de la solución una décima parte, y la disolvemos en otro
recipiente en nueve décimos de agua destilada. Según Hahnemann, estamos
haciendo un medicamento más eficaz. La Homeopatía suele hacer diluciones de
1/1000000 o 1/10000000, y en algunos casos se llega a grados de dilución tan
extremos que la probabilidad de encontrar alguna molécula de la supuesta
sustancia activa en el medicamento final es inferior al 50%.
La
ley de los infinitesimales es demasiado ingenua. Esto se debe al ambiente
intelectual de Hahnemann. Iniciando el siglo XIX se promulgó la primera teoría
atómica moderna gracias al químico británico John Dalton (1766-1844). La teoría
atómica de Dalton afirmaba que toda la materia estaba formada por átomos de
diferente masa que se unen en proporciones sencillas para formas compuestos.
Imaginemos ahora que tiene usted un recipiente con metanol en estado líquido
(CH3OH) ¿Podrá dividir esta materia de forma infinita? Claro que no. En algún
momento usted llegará a la molécula de metanol y si la dividiese se perderían
las propiedades físicas y químicas de este alcohol. Así pues tenemos que
afirmar que la materia NO se puede dividir en unidades más pequeñas
infinitamente, sin que pierda sus características y esto contradice la ley de
los infinitesimales.
Un
año después de la publicación del Organon, el italiano Amadeo Avogadro
(1776-1856) afirmó que volúmenes iguales de gases bajo idénticas condiciones de
presión y temperatura contienen igual número de moléculas. El número no pudo
calcularse sino hasta finales del siglo XIX, y se estableció que era 6,02 ×
1023, es decir seiscientos mil trillones. Si tenemos 6,02 × 1023 moléculas del
hipoclorito de sodio, podemos decir que tenemos un mol de dicha sustancia. El
concepto de mol no solo se aplica a moléculas de gases, como lo hizo Avogadro,
sino que ahora incluye átomos e iones independiente se su estado, sin embargo,
las consideraciones sobre el volumen no son aplicables a líquidos y sólidos.
Pero,
¿Qué tiene esto que ver el concepto de mol con la homeopatía? Recordemos que
los homeópatas inician la elaboración de sus medicamentos realizando soluciones
muy diluidas. En un primer paso los homeópatas diluyen una sustancia en un
solvente que tiene 100 veces el peso de esta. Es decir, podemos tomar un cm3 de
hipoclorito de sodio y diluirlo en agua destilada hasta alcanzar 100 cm3 de
solución. Tal solución la denominan lC (un centesimal hahnemanniano), sin
embargo, el medicamento homeopático aún no se ha terminado de elaborar. Aún
falta diluirlo más. Luego se toma 1 cm3 de la solución y se le agrega agua
destilada hasta alcanzar nuevamente los 100 cm3. Este sería el segundo
centesimal (2C). Sin embargo, los medicamentos homeopáticos se obtienen hasta
alcanzar 12C e incluso más. ¿Qué obtenemos al final? El medicamento será solo
agua (o alcohol o lactosa que también se usan para realizar las soluciones),
pues allí habrá una parte del producto inicial en un cuatrillón y recordemos
que una mol son seiscientos mil trillones. Si partiéramos de una mol de hipoclorito
de sodio (6,022 x 1023) al terminar la solución no tendríamos en el producto
final una sola parte del producto inicial.
La
homeopatía no incorporó los adelantos de la medicina de los siglos XIX y XX.
Para Hahnemann síntomas y enfermedad son la misma cosa. Hoy los médicos miran
ésta última afirmación como un desatino, pues diferentes enfermedades pueden
causar diarrea, pero según su origen el tratamiento será diferente. Tome el
caso del cólera y la amebiasis. La primera se produce gracias a la bacteria
Vibrio cholerae y la segunda por el protozoo Entamoeba histolytica. Aunque
ambas enfermedades producen diarrea estas deben tratarse teniendo en cuenta el
organismo patógeno que las generó. El bacilo que produce el cólera se puede
combatir utilizando antibióticos como el cloranfenicol, la ampicilina y la
tetraciclina, entre otros; las amebas patógenas se pueden combatir con
secnidazol. En la medicina científica se formula un medicamento teniendo en
cuenta las causas, no solo los síntomas, por esta forma de abordar los
problemas de salud se puede decir que la homeopatía no ha llegado a la
modernidad. ¿O preferiría que se tratará a un paciente de cólera con gotas que
son casi agua destilada en su totalidad y no atacar el microorganismo que las
generó?
La
homeopatía tampoco incorporó la teoría atómica a su sistema explicativo, ni
siquiera revisó sus postulados a la luz del concepto de mol, tan importante en
la química. Este deambular por el mundo sin tener en cuenta los nuevos
descubrimientos de las ciencias es una característica de las seudociencias.
La
posibilidad que un medicamento haga efecto sin que una de sus moléculas este
presente fue puesta a prueba por la BBC en el serie de divulgación científica
"Horizon" el pasado 26 de noviembre de 2002. Los medicamentos
homeopáticos se probaron en varios cultivos de células. Los resultados fueron
nulos.
Algunas
personas afirman haber presentado mejoría después de haber consumido
medicamentos homeopáticos, ¿cómo explicar esto? La verdad es que muchas de las
enfermedades cesan por la acción de nuestro sistema inmune, y cuando esto
ocurre y el paciente relaciona su mejoría con el consumo de agua destilada
(medicamento homeopático). El efecto placebo es otro aspecto importante que se
debe tener en cuenta. Este efecto consiste en la curación de la enfermedad por
el solo hecho de tratarla sin importar cuál sea el tratamiento, es simplemente
un efecto psicológico que ayuda al paciente.
Para
medir la efectividad de un medicamento sin afectar los resultados por el efecto
placebo se hacen pruebas en las que se toman dos grupos, uno es el experimental
y otro es el grupo control. El grupo experimental toma el medicamento a probar
y el grupo control toma azúcar, lactosa o cualquier sustancia que sirva como
placebo. Sin embargo, en este tipo de prueba ni los pacientes, ni quienes dan
los medicamentos saben cuáles son los grupos experimental, control, ni cuál es
el medicamento ni cuál es el placebo. Este tipo de prueba se denomina
"prueba de doble ciego". Cabe resaltar que la homeopatía no ha
superado una prueba de doble ciego.
Los
homeópatas no han publicado hasta el momento un artículo científico serio en
una revista con comité de revisión. Lo más cercano a esto ocurrió en 1988
cuando el Dr. Benveniste publicó un artículo en "Nature" en el que
afirmaba que había logrado obtener una reacción en glóbulos blancos humanos al
entrar en contacto con una solución muy diluida de un anticuerpo (los
anticuerpos son proteínas producidas por los linfocitos B a fin de unirse a
partículas extrañas, los antígenos, y favorecer así su destrucción). El Dr.
Benveniste afirmó que su solución era de 10120. El famoso homeópata afirmaba
que el agua contenía cierta "memoria" la cual hacía actuar a los
glóbulos blancos. No obstante, al revisar de nuevo el procedimiento de
Benveniste se logró establecer que las conclusiones a las que llegó no pueden
tomarse como ciertas ya que los experimentos realizados contuvieron errores
estadísticos importantes. En otras palabras, sus resultados no pudieron ser
reproducidos independientemente.
Conclusión:
Muchas
personas aún no distinguen entre la ciencia convencional y las seudomedicinas,
de la cual la más corriente es la homeopatía.
Recordemos
que una enorme distancia se ha recorrido desde las cavernas en las que rezaba
un chamán hasta las salas de cirugía de hoy en día. Pero tan grande y
espectacular como es esta distancia entre la modernidad y el pasado, también lo
es entre la medicina científica y la homeopática. Solo con la comprensión de la
ciencia, en cuanto a su método y sus descubrimientos se podrá evitar que se
engañen a las personas a costa de su salud y su vida misma.
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