EL DIAGNÓSTICO EN MEDICINA. PERCY ZAPATA MENDO.
EL
DIAGNÓSTICO EN MEDICINA
El
diagnóstico es una de las labores esenciales de los médicos y la plataforma
para una terapéutica eficaz. En sí mismo no es un fin, sino un medio, e
indispensable para instituir el tratamiento adecuado. Hay quienes lo señalan
como la parte más transcendental del trabajo médico, pero a pesar de eso
conlleva muchas dificultades cuando se explica y se enseña cómo realizarlo.
El
diagnóstico se basa en el análisis de datos. El raciocinio solo será válido cuando
repose sobre nociones exactas y hechos precisos, pero cuando no se cumplen
estos principios, los resultados siempre serán erróneos. La validez de una
deducción depende de la calidad de las observaciones en que ella se basa.
Teniendo
en cuenta estos principios, es indispensable exponer algunas premisas básicas
sobre las que se apoya el diagnóstico médico:
La
relación médico-paciente: es elemental
para lograr la información que necesitamos en el proceso del diagnóstico. Con
una buena relación médico-paciente logramos dar tranquilidad y seguridad, así
como una mejor exposición de los síntomas por parte del paciente y una mayor colaboración
en el examen físico.
Se
han expuesto un grupo de principios obligatorios para establecer una buena
relación con el paciente, entre los que se encuentran, una buena primera
impresión, buena comunicación entre el médico y el paciente utilizando todas
sus vías, ofrecer el tiempo necesario, mostrar interés por el problema del
paciente y nunca subvalorarlo, satisfacer las perspectivas del paciente,
mantener la confianza y el respeto mutuo, tratarlo como quisiéramos que nos
trataran si tuviéramos el mismo problema de salud; etc. Solo es preciso agregar
algunas premisas que creemos básicas en la relación médico-paciente: ponerse en
el lugar del paciente, captar su mensaje, preocuparse por él como persona y no
solo como enfermo, y hacerle entender que nos interesemos por él, que percibimos
todas sus angustias y sufrimientos, estando en la plena disposición de ayudarle
en todo lo posible y nunca abandonarlo.
La anamnesis: es la base principal para el diagnóstico de los
problemas de salud de nuestros pacientes. Del 50 al 75 % de los diagnósticos se
hacen por el interrogatorio.
Se
han señalado varios de los principios de un buen interrogatorio, entre los que
se puede citar: dejar que el paciente se exprese libre y espontáneamente,
describir correctamente el motivo de consulta o queja principal, definir todos
los síntomas de la enfermedad actual, obtener la mayor semiografía (descripción
de los mismos), las condiciones de aparición de los síntomas y el modo de
comienzo, ordenarlos cronológicamente, la duración total del cuadro clínico, la
evolución de los síntomas en el tiempo, el tratamiento que ha recibido, el
estado actual de los síntomas en el momento que lo atendemos, explorar el
entorno psicosocial del paciente, así como también la relación de los síntomas
con situaciones familiares, afectivas, aspiraciones, etcétera.
De
todos los principios precedentemente señalados, quisiera manifestar que por su
importancia y por la frecuencia con que se producen errores en su pesquisa, la
descripción correcta del motivo de consulta y de los síntomas, es, a mi juicio,
básicos en la obtención de la anamnesis. Si no establecemos exactamente la
queja principal del paciente, todo el ejercicio diagnóstico ulterior no nos
conducirá por buen camino.
Por
otra parte, la descripción detallada de los síntomas nos orienta y nos permite
descartar un número grande de posibilidades. Podemos citar que no es lo mismo
decir que un paciente tiene un dolor torácico que describir un dolor retro
esternal con las características semiológicas de un dolor anginoso ¿Cuántas
posibilidades tendríamos que considerar y descartar en el primer caso? Estas
quedarían reducidas a unas pocas si describimos el síntoma. Lo anteriormente
dicho se puede aplicar a cualquier síntoma. Debemos recordar que para
interrogar bien hay que saber mucho, según reza un viejo proverbio árabe.
El examen físico: completa al interrogatorio, los signos físicos son ¨sellos¨
objetivos y verificables de la enfermedad y representan hechos sólidos e
indiscutibles. Su significado es mayor cuando confirman un cambio funcional o
estructural ya sugerido por la anamnesis. Su valor en el diagnóstico ha sido
ratificado por numerosos estudios.
Los
principios de un buen examen físico son:
·
Tener un orden
del conjunto y de los disímiles síntomas (si el procedimiento del examen no es
sistemático es fácil omitir detalles),
·
Respetar el recato
del paciente, su privacidad, y concentrarse en el examen de cada cosa por
separado, no todo al mismo tiempo.
·
Es importante
efectuar bien cada maniobra, el cuestionario debe guiar al examen físico,
cuando ya se tiene una sospecha diagnóstica, buscar todos los datos físicos que
pueda producir dicha enfermedad.
·
Debe hacerse una
descripción minuciosa de cada signo encontrado, definir con claridad cuando el
signo es equívoco o dudoso y consignarlo así.
No
nos cansaremos de repetir la importancia que tiene la descripción minuciosa de
cada signo encontrado, pues no es lo mismo decir que el paciente tiene un “soplo
en foco mitral”, que describir las características de ese soplo que nos pueden
llevar de la mano al diagnóstico de una estenosis o una insuficiencia mitral.
El
otro principio esencial es que el examen físico no debe ser neutro, sino estar
guiado por la anamnesis. Lo que no se busca no se encuentra, el que no sabe lo
que busca no entiende lo que encuentra. No es solamente la técnica la que
determina el éxito para detectar signos, sino una mente preparada para
percatarse de ellos. Podríamos citar otras muchas sentencias y aforismos que
señalan la importancia de la búsqueda activa, de los diferentes signos
clínicos, guiada por la anamnesis. Debemos recordar también que la historia
clínica más que una lista ordenada de síntomas y signos es una síntesis de
hechos y observaciones.
Asociación de los síntomas y signos: los médicos tratamos de agrupar los síntomas y signos
para realizar el ejercicio diagnóstico, para ello construimos determinadas
asociaciones: tríadas, tétradas, y sobre todo, síndromes.
A
medida que agrupemos más síntomas y signos tendremos que considerar menos
enfermedades como causas del problema que presenta el paciente y su valor
orientador será mayor. Por ejemplo: bocio, temblor, taquicardia y exoftalmos
equivalen a hipertiroidismo; así como poliuria, polidipsia, polifagia y pérdida
de peso a la diabetes mellitus. Cada uno de estos síntomas y signos por
separado obedecen a múltiples causas, de ahí la importancia de agruparlos.
Debemos también señalar que hay síntomas y signos, que debido a su elevada
sensibilidad o especificidad para una enfermedad, o su relación estrecha con su
fisiopatología, tienen un mayor peso en el diagnóstico que la suma de otros
síntomas o signos menos importantes. A los alumnos de Medicina se les enseña a
reunir síntomas y signos para la cimentación de síndromes.
Un
síndrome es un conjunto de síntomas y signos que de modo frecuente se
encuentran asociados, que se relacionan entre sí por medio de una
particularidad anatómica, fisiológica o bioquímica, pero que pueden
corresponder a etiologías diferentes. No necesariamente identifica la causa
precisa de una enfermedad, pero disminuye el número de posibilidades, y a menudo,
sugiere la necesidad de practicar ciertos estudios especiales clínicos y de
laboratorio. Los trastornos de cada sistema u órgano en el ser humano pueden
reducirse a un número relativamente pequeño de síndromes.
Un
paso importante para el diagnóstico es qué síntoma o síndrome se escogerá para
realizar el ejercicio diagnóstico. Se seleccionará el de mayor jerarquía o
personalidad en el cuadro clínico del enfermo que no siempre coincide con su
queja principal.
Evidentemente
que en un paciente con decaimiento, pero que tiene un sangramiento digestivo,
utilizamos el sangramiento digestivo y no la astenia para realizar el ejercicio
diagnóstico. Cuando es un síntoma o signo aislado lo que presenta el paciente,
siempre el proceso del diagnóstico será más difícil, pero también encontraremos
otros elementos que nos faciliten la tarea. Por ejemplo, si tenemos un paciente
en que el único hallazgo es una hemoptisis, el considerar su edad, sexo,
antecedentes de fumador, de tuberculosis personal o familiar o de
bronquiectasias, etc., nos ayudará grandemente en el diagnóstico. En estos
casos en que no podemos definir un síndrome, un enfoque ordenado del síntoma y
antecedentes al signo y a los hallazgos de laboratorio, nos llevará al
diagnóstico.
Cuando
construimos un síndrome debemos agrupar en él la mayor cantidad de síntomas y
signos que presente el paciente. Si vemos un enfermo con disnea de esfuerzo,
taquicardia, un soplo sistólico en foco mitral, crepitantes en las bases pulmonares,
ingurgitación yugular, hepatomegalia y edemas en miembros inferiores, no
debemos plantear un síndrome respiratorio, cardiovascular, tumoral e
hidropígeno, sino un síndrome de insuficiencia cardíaca congestiva que los
engloba a todos. Recordemos también que los síndromes respiratorio y
cardiovascular no existen. Mientras más específico sea el síndrome, menos
posibilidades diagnósticas estaremos obligados a considerar. El paciente puede
presentar varios síndromes, y en este caso seleccionar para su análisis el más
importante. Algunos autores han clasificado los síndromes en “duros” y
“blandos” de acuerdo con su valor diagnóstico. Evidentemente que los síndromes
“duros” son los más importantes.
Como
principios del razonamiento diagnóstico se deben tener en cuenta los
siguientes:
Ø
Hacer un resumen
objetivo del caso.
Ø
Ordenar la
información.
Ø
Jerarquizar los
síntomas y signos de acuerdo con su sensibilidad, especificidad, valor
predictivo, importancia relativa en la fisiopatología de la enfermedad, potencial
gravedad, etcétera.
Ø
Agrupar los
síntomas y signos encontrados.
Ø
Distinguir entre
síndromes “duros” y “blandos”.
Ø
No hipertrofiar
el diagnóstico con la creación de síndromes artificiales.
Ø
Ir del síntoma y
signo al síndrome, la nosología y la etiología.
Ø
Tener una visión
holística evitando el reduccionismo.
Ø
Existen enfermos,
no enfermedades.
En
la búsqueda del diagnóstico podemos auxiliarnos de distintos procedimientos que
expondremos a continuación:
Diagnóstico
por comparación
Cuando unimos los síntomas y signos del paciente
construyendo un síndrome, pesquisamos todas las enfermedades en que este se
pueda presentar (sus causas), y hacemos el diagnóstico comparando el cuadro
clínico que presenta el paciente con el de estas enfermedades: qué tiene o qué
no tiene de una o de otra, cuáles son las diferencias y semejanzas con cada
afección, a cuál se parece más el cuadro del paciente y a cuáles menos. Es
conveniente señalar que el paciente -aunque tenga una enfermedad- no precisa
tener todos los síntomas y signos de la afección, y que otras enfermedades
pueden tener síntomas y signos similares a los del paciente. El diagnóstico se
realiza por la mayor semejanza del cuadro clínico del paciente con el descrito
para determinada enfermedad. El diagnóstico adquiere una mayor validez cuando
se excluye la posibilidad de cualquier otra enfermedad (diagnóstico
diferencial), basado en las diferencias del caso del paciente y todos los otros
casos posibles.
El diagnóstico por comparación es el que más se ha
usado en la práctica médica tradicional. La comparación del cuadro clínico del
paciente, con el descrito para la enfermedad analizada en los libros de texto o
el que recordamos de otros pacientes similares, está siempre presente en el
ejercicio del diagnóstico.
Diagnóstico por
intuición
Aquí el diagnóstico se ejecuta por el reconocimiento
de patrones. Generalmente se hace en pacientes que tienen facies, manos, voz,
características de la piel, o cualquier otro elemento que pueda identificarse
por la observación externa del caso y que sea específico de una enfermedad. La
experiencia previa (haber visto antes otro caso), el discernimiento, la
capacidad de asociación y la de vincular lo que se ve con lo que se ha visto
antes, son requisitos para realizar este diagnóstico. Aunque muy gratificante
para el médico que lo realiza, es raro en la práctica clínica. Ejemplos de este
diagnóstico son casos de acromegalia, híper o hipotiroidismo, síndrome de
Cushing, enfermedad de Parkinson, etc., en los que se puede identificar la
afección de una ojeada.
Diagnóstico por
hipótesis o terapéutico de Hufeland
No existe un diagnóstico firme, sino una hipótesis que
habrá de ser confirmada o no por el curso ulterior de la enfermedad o la acción
del tratamiento impuesto. Aunque condenado por la clínica clásica, en la
atención primaria -donde observamos que en muchos problemas que nos presentan
nuestros pacientes, nunca se llega a un diagnóstico definitivo o son auto
limitados- tiene importancia, y muchas veces hay que utilizar el tiempo como
recurso diagnóstico, siempre y cuando se hayan descartado los procesos graves o
aquellos en que una demora en el diagnóstico pueda tener consecuencias desfavorables
para el paciente. Recordar la máxima de Kloetzal: “En los pacientes ambulatorios, aguardar la evolución del cuadro, bajo
una observación estrecha puede ser vista como una prueba diagnóstica”.
Kassirer
y Kopelman consideran 3 formas de razonamiento diagnóstico para la elaboración
de las diferentes hipótesis diagnósticas:
Probabilístico
Está basado en la prevalencia de la enfermedad
considerada en una población dada, en una edad, sexo o raza, o en la frecuencia
de asociación de determinados signos y síntomas con dicha afección. Este tipo
de razonamiento se utiliza mucho en Medicina, y sobre todo, en la atención
primaria. Un viejo aforismo clínico reza:
“Pensar siempre en lo frecuente, pero sin olvidar lo raro”.
Este método es de gran utilidad, pero siempre debe
tenerse presente que el paciente que atendemos puede padecer de una enfermedad
infrecuente, y para él esta afección no lo es, por lo que lo tendremos como
orientador y siempre debemos estar atentos ante cualquier señal que nos pueda
revelar un padecimiento inusual. Un ejemplo de diagnóstico probabilístico es el
de un íctero en un paciente de 18 años y en uno de 70, pues en cada caso las
probabilidades diagnósticas son diferentes, debido a la distinta frecuencia de
las causas de ictericia en las diversas edades.
Causal
Deriva su poder diagnóstico de la capacidad de
explicar el cuadro clínico del paciente; utiliza relaciones fisiopatológicas de
causa a efecto entre datos, ya sean clínicos, humorales o de otro tipo; tiene
un gran poder explicativo y se basa en conocimientos generados por las ciencias
básicas de la Medicina.
En el caso de una paciente de 50 años con poliuria,
polidipsia, polifagia, pérdida de peso, astenia y antecedentes de haber parido macro
fetos, y que además en el examen físico encontramos una obesidad de tipo
central, se puede hacer un ejercicio diagnóstico planteando una diabetes
mellitus y exponiendo que esa enfermedad explica todas las manifestaciones
clínicas de la paciente.
Determinístico
En él se aplican reglas predeterminadas en el proceso
del diagnóstico, que es realizado analizando los elementos en conjunto como una
regla: “En presencia de tales síntomas y
signos, piensen en tal diagnóstico”. Es una estrategia diagnóstica de
reconocimiento inmediato de un patrón. Así, por ejemplo, si hay fiebre, soplo y
esplenomegalia, el paciente debe tener una endocarditis infecciosa; si íctero,
fiebre y dolor en hipocondrio derecho, pensamos en una litiasis del colédoco; y
ante cefaleas, fiebre, alteraciones de la conciencia y rigidez de nuca, no
dudemos nunca en plantear una meningoencefalitis. Lamentablemente este tipo de
razonamiento no es útil para muchos de los casos que atendemos, ni sirve para casos
complejos o con varias enfermedades.
El método hipotético-deductivo
A
medida que los médicos adquieren más conocimientos y prácticas sobre las
enfermedades, el proceso del diagnóstico ocurre muchas veces, de forma
diferente. Cuando se comienza a acopiar la anamnesis, basado en la queja
principal, el aspecto general del paciente, su sexo, su edad y su raza, además
de alguna que otra información, el médico genera un concepto inicial. Ejemplos
de estos conceptos iniciales serían: “mujer
de 20 años, con malestar general, náuseas, astenia, anorexia y orinas oscuras”;
“hombre de 60 años con dolor en punta de costado, fiebre, tos, expectoración y
disnea”. En el primer caso se planteará una hipótesis inicial de hepatitis
viral, mientras en el segundo se considerarían las posibilidades de una
neumonía bacteriana, el inicio neumónico de un cáncer del pulmón o una
tuberculosis pulmonar. Las hipótesis iniciales son activadas por la información
proveniente del paciente en interacción con la experiencia del médico en la
atención de casos similares, y su conocimiento de los cuadros clínicos de las
diversas enfermedades, que puedan manifestarse de forma semejante.
Una
hipótesis es un diagnóstico presuntivo que el médico utiliza para explicar las
quejas del paciente y que se deriva de un análisis del concepto inicial. Una
vez formuladas las hipótesis iniciales, el médico insiste en áreas del
interrogatorio, en el examen físico y las investigaciones para confirmar una de
las hipótesis y excluir las demás. Este es el llamado método
hipotético-deductivo, y para usarlo el médico debe estar orientado por las
hipótesis de forma de ganar tiempo y no pasar horas recolectando grandes
volúmenes de información de poco valor. Se pesquisan datos, que de estar
presentes, le dan más fuerza a su hipótesis, y de estar ausentes, la debilitan.
El médico también trata de encontrar elementos que le ayuden a descartar o
excluir otras hipótesis alternativas. A pesar de que se pueden dirigir el
interrogatorio y el examen físico, se deben hacer lo más completos posibles,
para que no escape ningún dato no sugerido por la impresión inicial, así como
para detectar problemas asintomáticos o complicaciones de la enfermedad.
También nos permite encontrar nuevos datos que variarán el enfoque preliminar.
En
los pacientes nuevos, con varias enfermedades, con problemas de salud
complejos, casos indefinidos, pacientes que llevan mucho tiempo sin visitar al
médico o casos que no mejoran en un tiempo prudencial, el interrogatorio y el
examen físico deben ser completos.
La
formulación de las primeras hipótesis al inicio de la consulta, casi
inmediatamente después que el paciente ha planteado sus primeros síntomas, es
contrario al punto de vista ortodoxo de que el médico debe recoger una gran
cantidad de datos antes de elaborar sus hipótesis. Naturalmente que los
estudiantes de Medicina tienen que pasar por esa laboriosa rutina, pero ello se
debe a que todavía no tienen el conocimiento ni la experiencia necesaria para
formular hipótesis productivas al inicio.
En
este método, cuando las evidencias niegan la hipótesis inicial, el médico la
revisa, plantea nuevas hipótesis e inicia de nuevo el proceso de exploración,
hasta que llega al diagnóstico de certeza o a un punto donde se siente lo
suficientemente seguro como para tomar decisiones respecto al manejo del
paciente. Aun después de haber alcanzado ese punto, si el paciente no avanza en
la forma prevista, el médico debe estar preparado para revisar su hipótesis. En
las primeras etapas de la formulación de hipótesis es muy importante que el proceso
sea lateral y divergente, de manera que el médico pueda considerar las variadas
explicaciones posibles a los síntomas del paciente, y se prueben hipótesis
alternas (diagnósticos diferenciales).
Como
ejemplo del método hipotético-deductivo podemos mostrar el caso de un paciente
del sexo masculino, de 70 años, hipertenso, que concurre al médico con quejas
de disnea a los esfuerzos. Se plantea una hipótesis inicial de insuficiencia
cardiaca izquierda y se dirige especialmente el interrogatorio y el examen
físico a buscar síntomas y signos de ese proceso, como son, ortopnea, tos
nocturna, desplazamiento a la izquierda del latido de la punta, estertores
crepitantes pulmonares, tercer ruido cardíaco, etc. Podemos indicar también un
electrocardiograma y un Rx de tórax para encontrar elementos que apoyen nuestra
hipótesis; además, indagaremos sobre el hábito de fumar, los antecedentes de
problemas respiratorios crónicos y los signos broncopulmonares para descartar
los problemas respiratorios como causa de la disnea. Otras posibilidades
diagnósticas más raras pueden surgir si encontramos algún otro hallazgo al
completar la historia clínica.
Como
vemos, la estrategia de la exploración varía de acuerdo con la hipótesis
planteada, pues se busca información en las áreas más productivas sin abandonar
un enfoque sistemático y profundo del paciente. El interrogatorio guía al
examen físico, y a su vez, sus datos nos guiarán a hacer un interrogatorio más
detallado sobre ciertos órganos y sistemas. Estudios actuales consideran que el
proceso del diagnóstico se efectúa, preferentemente, por el método de solución
de problemas clínicos, cuya base es el método hipotético-deductivo.
Al
elaborar y evaluar sus hipótesis diagnósticas, el médico combina de formas
variadas los diferentes métodos y razonamientos, lo cual le da mayor fortaleza
a sus planteamientos.
El
método clínico tradicional incluye una serie de pasos ordenados y sucesivos que
empiezan con la formulación del problema, luego la búsqueda de información
mediante la anamnesis y el examen físico, para continuar con la exposición de
la hipótesis diagnóstica explicativa basada en la información obtenida del
paciente, la cual es contrastada después por la realización de exámenes
complementarios o por la evolución del caso. Por último, sobreviene la
comprobación.
En
los momentos actuales, con el desarrollo impetuoso de la tecnología, se ha
producido una situación en que no pocos médicos y pacientes, han perdido la
confianza en el interrogatorio, el examen físico y el razonamiento médico, y
sobrevaloran el uso de la tecnología en el diagnóstico. Cada vez con mayor
frecuencia, nos consultan pacientes para que interpretemos el resultado de
exámenes complementarios, sin nosotros saber quién, ni por qué se los
indicaron. No es raro, tampoco, encontrarse con el caso de que a una pequeña
anormalidad en un examen complementario se le da más valor que al cuadro
clínico del paciente.
Los
exámenes complementarios tienen un uso definido, y son solo un dato más en la
atención al paciente, y como cualquier otro dato pueden no ser enteramente
confiables. Además, a medida de que se realizan más exámenes complementarios en
un paciente hay más probabilidades de tener un resultado falso positivo. Hasta
un estudio por imagen (que es lo más objetivo que hay) puede perder su
significado si se abstrae del contexto clínico del paciente. Piense solamente
en un Rx de tórax con una imagen que puede ser vista en múltiples procesos
analizada sin conocer el cuadro clínico del paciente. ¡Hasta el patólogo
necesita datos clínicos para hacer diagnóstico! La clínica debe decidir en el
diagnóstico.
Los
principios para el uso de exámenes complementarios han sido expuestos en varios
trabajos:
v
Selección
correcta de los exámenes (guiados por la clínica).
v
Realizar solo los
necesarios (los que pueden cambiar nuestra conducta o alterar
significativamente las probabilidades diagnósticas).
v
Sopesar siempre
los riesgos para el paciente (e informarle el examen que se va a hacer y los
riesgos).
v
Tener el
consentimiento del paciente y sus familiares.
v
Evitar la
iatrogenia.
v
Saber interpretar
los exámenes.
v
Integrarlos
críticamente a la clínica del paciente (qué nos aportan y su relación con el
cuadro clínico).
v
Aportar datos
clínicos suficientes al indicar pruebas y exámenes.
v
Interconsultar
con los especialistas que realizan pruebas y exámenes.
v
Seguir una
secuencia lógica al indicarlos.
v
La incertidumbre
existe en todas las investigaciones de laboratorio.
v
En la
interrelación de la clínica con los exámenes complementarios para el
diagnóstico, unas veces el peso mayor es la clínica, pero otras veces de la
tecnología. Por ejemplo:
En caso de angina de esfuerzo, el interrogatorio tiene
la primacía.
En un paciente con insuficiencia aórtica la
auscultación es decisiva.
En el síndrome de Wolf-Parkinson-White el
electrocardiograma es insustituible.
En un caso de prolapso de la válvula mitral, el
ecocardiograma realiza el diagnóstico.
En la migraña el diagnóstico es puramente clínico por
interrogatorio.
En un paciente con dolor intenso, hipersensibilidad y
rigidez en los cuadrantes superiores del abdomen, la elevación de los niveles
séricos de amilasa puede ser el punto fundamental.
Muchos
otros ejemplos pueden ser citados para demostrar la interrelación armónica que
debe existir entre la clínica y la tecnología. Otro aspecto importante es el
caso en que encontramos con un resultado anormal o inesperado (que no se
corresponde con la clínica del paciente) en un examen. La conducta lógica será,
por supuesto, repetir el examen; en caso de que llegue normal, olvidarlo; si
aún estuviese anormal, pensar en un fármaco que el paciente estuviera tomando;
si aun así permanece sin explicación, pensar en un diagnóstico diferencial para
la anormalidad; y si fuera considerado indicar un levantamiento diagnóstico
después de un análisis cuidadoso de todos los aspectos de la situación, inicie
la investigación.
Está
claro que si la anomalía es grande, de entrada hay que considerar las
posibilidades diagnósticas sugeridas por el examen e iniciar la pesquisa.
Pequeñas anormalidades llevan muchas veces a grandes levantamientos
diagnósticos, muchos gastos y molestias en pacientes, que por lo demás, están
sanos. Nada puede ser tan improductivo como el estudio exhaustivo de pequeñas
anormalidades encontradas en pacientes asintomáticos.
Como
resumen podíamos decir que el uso de la tecnología en el diagnóstico tiene como
indicaciones, reforzar una hipótesis diagnóstica; para comprobar una hipótesis
diagnóstica; para excluir una enfermedad o reducir sus posibilidades; para
pesquisar o rastrear enfermedades asintomáticas, en este caso descubren o
excluyen una enfermedad específica; y no es menos cierto que algunas veces en
el proceso del diagnóstico hay exámenes que se indican para tranquilizar al
paciente y/o al médico.
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