EL JURAMENTO HIPOCRÁTICO. PERCY ZAPATA MENDO.
El Juramento hipocrático
La falta de
disposiciones reglamentarias del ejercicio médico en Grecia, junto con la
natural desconfianza de la sociedad hacia los médicos, indujo a los miembros
encargados de tratar la salud de las personas a dictar sus propias normas de
conducta, las cuales quedaron consignadas en un documento que pasó a la
posteridad con el nombre de "Juramento
hipocrático", tenido como un paradigma de ética profesional, de
responsabilidad moral e impunidad jurídica. Más adelante volveremos sobre este
asunto.
Históricamente
no existe ningún documento que legitime la autoría del Juramento, es decir, que le otorgue a
Hipócrates o a otro distinto la paternidad. Debe tenerse en cuenta que
Hipócrates fue un personaje cuasi legendario, llegándose a afirmar que fue más
un nombre que un hombre. De lo que no queda duda es que de verdad existió. Por
lo menos dos contemporáneos suyos lo mencionan. En Fedro, Platón (427-348 a.c) recoge el
siguiente diálogo:
"Fedro.
- Si hemos de creer a Hipócrates, el descendiente de los hijos de Asclepíades,
no es posible, sin este estudio preparatorio, conocer la naturaleza del cuerpo.
Sócrates. -
Muy bien, amigo mío; sin embargo, después de haber consultado a Hipócrates, es
preciso consultar la razón y ver si está de acuerdo con ella".
Por su parte,
Aristóteles (384-322 a. C.) en la Política habla:
"Y así,
yo puedo decir que Hipócrates, no como hombre sino como médico, es mucho más
grande qué otro hombre de una estatura más elevada que la suya".
Pero conozcamos
el texto fiel del Juramento
hipocrático, el mismo
considerado como "un documento venerable del patrimonio moral de
Occidente, testamento ecuménico y transhistórico de la Antigüedad clásica para
la ética médica".
"Juro por Apolo médico, por Asclepios, Higia y Panacea, así
como por todos los dioses y diosas, poniéndolos por testigos, dar cumplimiento
en la medida de mis fuerzas y de acuerdo con mi criterio a esté juramento y
compromiso:
Tener al que me enseñó este arte en igual estima que a mis progenitores,
compartir con él mi hacienda y tomar a mi cargo sus necesidades si le hiciere
falta; considerar a sus hijos como hermanos míos y enseñarles este arte, si es
que tuvieran necesidad de aprenderlo, de forma gratuita y sin contrato; hacerme
cargo de la preceptiva, la instrucción oral y todas las demás enseñanzas de mis
hijos, de los de mi maestro y de los discípulos que hayan suscrito el
compromiso y estén sometidos por juramento a la ley médica, pero a nadie más.
Haré uso del régimen dietético para ayuda del enfermo, según mi
capacidad y recto entender: del daño y la injusticia le preservaré.
No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal ni haré
semejante sugerencia. Igualmente tampoco proporcionaré a mujer alguna un
pesario abortivo. En pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte.
No haré uso del bisturí ni aun con los que sufren del mal de
piedra: dejaré esa práctica a los que la realizan.
A cualquier casa que entrare acudiré para asistencia del enfermo,
fuera de todo agravio intencionado o corrupción, en especial de prácticas
sexuales con las personas, ya sean hombres o mujeres, esclavos o libres.
Lo que en el tratamiento, o incluso fuera de él, viere u oyere en
relación con la vida de los hombres, aquello que jamás deba trascender, lo
callaré teniéndolo por secreto.
En consecuencia séame dado, si a este juramento fuere fiel y no lo
quebrantare, el gozar de mi vida y de mi arte, siempre celebrado entre todos
los hombres. Mas si lo trasgredo y cometo perjurio, sea de esto lo
contrario".
Pero, ¿a qué
se debe que el documento transcrito haya corrido con tanta fortuna a través de
los siglos, llegando a representar el ideal ético en medicina y aún continúe
influenciando la deontología médica occidental? Recordemos que en 1948 la
Asociación Médica Mundial lo adoptó como base deontológica.
Se ha creído
ver en el Juramento un gran influjo religioso venido
de sectas mistéricas. Para algunos (comandados por L. Edelstein citado en
Tratados hipocráticos, tomo I, p.67) es un manifiesto de origen netamente
pitagórico. Esta tesis es sugestiva, pues el espíritu del juramento es, en
verdad, doctrina de secta: venerar a los maestros como a los propios padres, no
revelar a los extraños los secretos del oficio, mantener la vida y la profesión
en estado de pureza y santidad. El ancestro pitagórico que ha querido dársele
dé seguro se origina en el hecho de que Pitágoras fundó en Crotón una secta,
hermandad o asociación religiosa que se regía por una norma o estilo de vida
que los distinguía entre los demás hombres.
Debo llamar
la atención sobre el hecho de que el Juramento no fue emitido por la generalidad de
los médicos ni fue tenido muy en cuenta en la antigüedad. Sostiene F. Kudlien
(también citado en Tratados
hipocráticos, tomo I, p.68)
que, existiendo en aquella época mucho prejuicio contra los médicos. Unos
cuantos de éstos se comprometieron a través de un documento público a seguir
normas de conducta que le proporcionaran garantía al paciente. Para mayor
seriedad, esas obligaciones tenían compromiso religioso y todas estaban
encaminadas hacer bien al enfermo, a no perjudicarlo. De esa manera el médico
asume, motu proprio, responsabilidades que ni la sociedad
ni el Estado habían fijado, a diferencia, como ya vimos, de lo que ocurrió en
la antigua Mesopotamia con el código de Hammurabi.
Por eso se
acepta que el Juramento es apenas una promesa religiosa,
carente de responsabilidad jurídica. Según Gracia Guillen, el Juramento hipocrático ha sabido expresar tan perfectamente
las características fundamentales del papel sacerdotal o profesional, que no
solo ha sido el paradigma de la ética médica, sino de la ética profesional en
cuanto tal.
Como vemos,
la Ética General u ordinaria, iniciada con Sócrates al señalar la necesidad de
vivir bajo el mandato de las virtudes, da origen a la Ética Médica, iniciada
con los preceptos contenidos en el Juramento
hipocrático, que a su vez
señalan el actuar médico frente al enfermo, imponiéndole una suprema regla de
moral: favorecerlo, o, por lo menos, no perjudicarlo.
Asimismo, de
la ética médica hipocrática se desprende la ética moral profesional, aplicable
a cualquier actividad, como que obliga a quien la desempeñe a ejercerla a la
perfección, en procura de beneficiar al otro.
El virtuosismo moral
del médico
Queda
establecido, pues, que la ética médica en sus inicios se fundamentó con
criterio "naturalista", Siendo sabia la physis, todo lo natural tenía
que ser bueno. Pero, como afirma Lain17, el gran legado de los
médicos hipocráticos a la ética médica de la posteridad, fue haber fundido en
el alma del sanador lo humano y lo técnico, es decir, curar al hombre
técnicamente.
Hacia el año
190 a.C. fue escrito en Alejandría el Libro Sagrado denominado el Eclesiástico (del latín Eclesiastés, profeta), tenido como un tratado de
ética ya que diserta sobre las virtudes y la sabiduría práctica. Uno de los
capítulos está dedicado a honrar al médico. Jesús, autor del Libro e hijo del
sabio profeta Sirácides, nos legó un testimonio importante acerca de los
conceptos que sobre la medicina y el médico tenían personas cultas e
influyentes como él. El capítulo en mención no es propiamente una guía de
comportamiento para el médico sino para el enfermo. Dada la gran influencia que
los sagrados Libros ejercieron en el mundo cristiano y en la vida de Occidente,
es bueno revisar los conceptos que nos son de particular interés y que registra
el Eclesiástico:
1. De Dios
viene toda medicina, vale decir, tiene carácter divino, es teúrgica.
2. Dios hizo
al medicó para bien del enfermo. El médico es un intermediario entre aquél y
éste, y su misión es proporcionar beneficio.
3. De la
tierra creó Dios los medicamentos, y la virtud de estos pertenece al
conocimiento de los hombres, por lo cual deben glorificarlo. Por tal
información y mandamiento la terapéutica es de naturaleza divina y se obtiene
de la naturaleza misma, pudiéndose equiparar al concepto naturalista griego.
4. Al
sentirse enfermo, el individuo no debe descuidarse sino que debe apartarse del
pecado, limpiar el corazón, dedicarse a la oración, hacer ofrendas y oblación.
Sólo entonces será posible que obre el médico. Este, a su vez, deberá rogar al
Señor para que surtan efecto sus remedios. En resumen, lo que se quiere
significar es que la enfermedad es consecuencia del pecado y la curación se obtiene
con la oración y el arrepentimiento.
Así las
cosas, la ética médica, dependiente del "orden natural" de los
griegos, fue apuntalada por los teólogos. La medicina convierte en profesión
según el sentido etimológico (professio), vale decir, con implicaciones
confesionales, teologales, y médico, además de virtuoso técnico, debe ser un
virtuoso moral. El ethos hipocrático pasa, ahora sí, a ser
un nuevo estado sacerdotal. En efecto, la filosofía pitagórica y estoica, de la
que tomó mucho la ética médica, como ya vimos, viene a constituirse en un
puente hacia el cristianismo. Razón asiste a José A. Mainetti cuando dice que
la fortuna histórica del Juramento
hipocrático pasó por el eje
de Atenas a Jerusalén, esto es por su notable coincidencia con los principios
del cristianismo”.
Este influjo
de la moral hipocrática se mantuvo vigente durante muchos siglos, hasta bien
entrada la Edad Media. con un nuevo ingrediente aportado por el Cristianismo:
el de la filantropía, el cual, al darle una nueva dimensión al papel del
médico, también imprimió nuevos rumbos al ejercicio de la medicina. En efecto,
el espíritu cristiano, siguiendo el ejemplo de Jesús, que se llamó
metafóricamente "médico" y que curó sin cobrar, sólo por amor al
hombre, obliga a cuidar y a tratar de manera desinteresada al hermano enfermo.
Es una buena acción y por lo tanto beneficia el alma. Dado que el orden natural
viene de Dios y la enfermedad es un desorden, restituir la salud es un acto
bueno, que viene asimismo de Dios a través de su intermediario, el médico.
Siendo un enviado divino, debe obrar con sentido sacerdotal, paternalista,
actitud ésta característica de la ética de orden natural.
En el año
1135 de la era cristiana nació en Córdoba, España, Moisés Ben Maimón, conocido
mejor con el nombre de Maimónides. Fue a la vez médico, teólogo y filósofo. Su
influencia fue grande a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento. Por eso,
al estudiar la historia o evolución de la Ética Médica, no puede preferirse su
figura ni sus enseñanzas. En efecto, su Invocación, sin ser un compromiso a
través de unas normas expresas de conducta, como es el Juramento hipocrático, es un
ruego para que el médico sea dotado de las virtudes necesarias para cumplir su
delicada misión. Los principios morales que tal invocación contempla son los
siguientes:
·
Amar al arte y al hombre.
·
Indiferencia por el lucro y la gloria.
·
Respeto por la salud y la vida.
·
Respeto por la autonomía del paciente. ("Concédeme, Dios mío,
indulgencia y paciencia con los enfermos obstinados y groseros").
·
Afán por la sabiduría en beneficio del paciente.
·
Prudencia y modestia.
La moral positiva
Llegada la
baja Edad Media se abre camino la concepción moderna de la ciencia y la
técnica, y del hombre mismo. El cosmos natural, divino, vedado para el hombre,
comienza a ser revelado por la razón. Copérnico inicia esa cruzada, es decir,
demuestra que lo tenido como inescrutable -el orden natural- es susceptible de
ser conocido. A ese orden natural cerrado, esotérico, se le opone la ciencia,
que es creación humana. De esa manera la ética adquiere también otro rumbo,
pues ella no puede sustraerse a las evidencias que la ciencia aporta. La ética
sin ciencia sería algo inconsistente, vacío.
Pasada la
Edad Media adviene el Renacimiento, que es, como señala Laín Entralgo en su
división del curso histórico de la medicina, punto de partida del mundo moderno.
Comienza entonces a espigar la idea de los derechos humanos, a contraponerse el
orden moral científico al orden natural divino. El Idealismo, la ilustración,
el Romanticismo y el Positivismo son épocas que le dan más firmeza al orden
revelado por la razón. La visión del cosmos, de la naturaleza y del hombre
continúa modificándose. Atrás quedan los criterios religiosos y metafísicos que
fundamentaban la ética, pues la racionalidad científica otorga, además de una
lógica -como dice Gracia Guillén-, una ética y una estética. La nueva
fundamentación, la de orden científico, apareja una nueva moral: la moral
positiva.
Descartes en
el siglo XVII y Voltaire en el XVIII colocan los cimientos para que Augusto
Compte construya su filosofía positivista. En ella establece la
incompatibilidad de la ciencia con la teología. Según ese nuevo espíritu
filosófico, sólo hay que aceptar lo asequible a nuestra inteligencia, con
exclusión de "impenetrables misterios”. Para Compte, independizar la moral
de la teología y de la metafísica era una necesidad. Como antes se dijo, estas
tesis positivistas tenían antecedentes con corrientes tales como las que
caracterizaron al Idealismo y a la Ilustración, sustentadas en una profunda
confianza en la razón humana. Voltaire, personificación de la Ilustración,
arrebató la fe de muchos en relación con el orden establecido. Por eso ha sido
tenido como el gran maestro de la duda. el que enseñó a creer sólo en lo que
pudiera ser confirmado por los sentidos. Con la Ilustración, y gracias a él, se
derrumba el dogmatismo medieval El estudio de las ciencias, según el
positivismo, era el camino para llegar a la sociedad perfecta. La autoridad y
el paternalismo de los soberanos, sustentados en el concepto de que éstos eran
intermediarios divinos, comienzan a perder credibilidad, para darle paso al
concepto del Estado de origen y orientación secular.
Pese a tan
radicales cambios en la manera de entender hombre y su entorno, la ética médica
mantuvo innegable dependencia del orden natural de los griegos, como también de
los teólogos cristianos. Así se conservó hasta épocas recientes. Con razón
afirma Gracia Guillén que durante los siglos anteriores no existió verdadera
ética médica, si por ella se entiende la moral autónoma de los médicos y los
enfermos; existió otra cosa, en principio heterónoma, que puede denominarse
"ética de la medicina".
Bien entrado
el siglo XX, la medicina, gracias a la ciencia y la tecnología, se muestra
dominadora de la naturaleza. Muchos interrogantes, que parecían imposibles de
ser respondidos poco antes, comienzan a ser revelados. Diversos estados
patológicos tenidos como inevitables o mortales, dejan de serlo. Sin desviar su
atención en el hombre, en el individuo, la medicina extiende su radio de acción
a la comunidad. De esa manera la profesión adquiere rasgos definidos, que Laín
Entralgo identifica así:
Carácter
técnico, posibilidades ilimitadas del médico y democratización socialización
progresiva de la asistencia del enfermo. Precisamente, esas características han
sido las culpables de que el ejercicio de la medicina haya desembocado en
situaciones conflictivas, no solo referidas a la ética, sino también a los
campos penal, civil y administrativo.
En 1948, la
Organización de las Naciones Unidas promulga la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, que fue como una actualización ecuménica de la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada en las postrimerías del siglo
XVIII por la Asamblea Nacional Francesa. Sin duda, ambos documentos incidieron,
en su respectivo momento, en la fundamentación de la ética, incluyendo, por
supuesto, la Ética Médica, aun cuando en ésta tal influencia se hace evidente
solo a partir de la divulgación y acatamiento de lo aprobado por la ONU. La
figura del Estado, encabezado por un gobernante omnipotente, autoritario,
paternalista, representante de la autoridad divina, es sustituida por la de un
Estado de origen democrático, regido por leyes asimismo dictadas por los
representantes del pueblo. El pueblo deja de ser un incompetente mental, como
lo consideraba Platón en su República,
y se le reconoce su capacidad
decisoria y su derecho a la autonomía. Algo similar ocurre en el campo de la medicina:
el médico pierde su condición de déspota ilustrado, de padre solicito, y el
enfermo gana su condición de ser pensante y autónomo. Con ello la ética sufre
un proceso de renovación, conservando, claro está, principios morales de
carácter intemporal, verdaderas constantes éticas heredadas del Juramento hipocrático, como son el respeto por la vida
humana y el propósito de beneficiar al paciente.
Como ha
podido verse, la eticidad del acto médico no ha sido inmodificable, rígida,
sino que ha sufrido cambios con el paso del tiempo. No puede pasar inadvertido,
sí, que luego de lo aportado por los médicos hipocráticos, la suerte de la
Ética Médica no estado propiamente en manos de los mismos médicos. Los grandes
cambios políticos y sociales le han impreso nuevos rumbo La participación de
los médicos ha quedado reducida –como lo señala Gracia Guillén- al ámbito de la
"ascética" (cómo formar buen médico en el sentido de virtuoso) y de
la "etiqueta" (normas de corrección y urbanidad).
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