EL CÁNCER EN LA HISTORIA

EL CÁNCER EN LA HISTORIA

Hipócrates (460 – 370 ac) describió por primera vez esta enfermedad y señaló su grave pronóstico. En sus documentos trató de explicar su naturaleza invasiva comparándolo con la acción destructora que produce un cangrejo en los tejidos blandos de su víctima.
Claudius Galenus (129-199 ac, médico griego que asistió al emperador romano Marco Aurelio) sugirió que el cáncer podía ser la resultante de la acumulación de la "bilis negra" (teoría humoral: producida por el estómago y el bazo) y que debía dejarse al paciente sin tratamiento. Su pensamiento de que "la naturaleza no hace nada en vano..." resultó muy atractivo en las mentes de la edad media por lo que su legado tuvo gran influencia durante siglos. Clasificó a los tumores en dos grandes categorías: los que obedecen a la naturaleza, como las mamas lactantes y el útero grávido, y los que sobrepasan a la naturaleza, como los callos óseos y el cáncer.
En plena Edad Media, Petroncelo, un destacado médico de la Escuela de Salerno, recomendaba que el cáncer avanzado no debía ni tocarse ni quemarse. También, en esa época surgieron innumerables hipótesis que vinculaban la aparición del cáncer con los estados de melancolía y materias corruptas dentro del cuerpo.
En el siglo XVII (1600), el cirujano del Rey Carlos II de Inglaterra, Wiseman, cuestionó los conceptos de Galeno e investigó nuevas posibilidades de tratamiento. Su mayor aporte fue formular y llevar a la práctica, indicaciones concretas para lograr la curación, según el tamaño del tumor.
En el Siglo XVIII (1700) LeDian confirmó la idea de Wiseman a través de la necropsia: el cáncer es al principio una lesión local, curable con la cirugía, pero que luego se extiende a través de los vasos linfáticos y tiende a recidivar. En 1713, Bernardino Ramazzini, introdujo el concepto de "factor de riesgo". En su trabajo comentó sus observaciones de que el cáncer de mama tenía mayor incidencia entre las religiosas, respecto al resto de las mujeres, señalando una diferencia en el estilo de vida.
En 1759, John Hill advirtió que la inhalación del tabaco podía provocar cáncer en la cavidad oral y nasal. En 1775, Sir Percival Pott describió el "cáncer ocupacional" en los deshollinadores de Inglaterra. En su trabajo, vinculaba la intensa exposición al hollín de las chimeneas, con el desarrollo del cáncer de escroto. Pero Pott fue más allá de la simple descripción, completando su trabajo con una serie de recomendaciones para su diagnóstico, tratamiento quirúrgico y prevención. Un discípulo de Pott, Howard instó a las autoridades del Hospital General de Londres para que habilitara una sala aireada en la que los pacientes cancerosos pudieran permanecer hasta que el arte médico solucionara el problema ó hasta la muerte. Esto se reconoce como el primer intento moderno de organizar los cuidados del enfermo canceroso y de la paliación.
Hacia los finales del Siglo XVIII Giovanni Battista Morgagni (1791-1771) el fundador de la "anatomía patológica" al que siguió Antonio Scarpa (1747-1832), y otros grandes cultores de la necropsia, dieron gran impulso al conocimiento del cáncer. Morgagni publicó su obra mayor en 1761 con el título "De sedibus et causis morborum". En Francia, Marie François Xavier Bichat (1771-1802) también compartió el mérito de su colega Morgagni de iniciar una nueva era científica. Bichat intensificó la práctica de la disección y destacó que el cáncer es un "tejido accidental".
Ya entre 1802 y 1806, se creó en Inglaterra un comité multidisciplinario integrado por tres clínicos y cuatro cirujanos (Society for Investigating the Nature and Cure of cancer) Otros aportes correspondieron al desarrollo de la anestesia por Morton del Massachusetts General Hospital quien en 1846 logró extraer una pieza dentaria con inhalación de éter. Entre 1847 y 1849, en Viena, Ignaz Phillip Semmelweis desarrolló el concepto de la antisepsia. En 1849, Bennet sugirió que la sobrealimentación podía desempeñar algún papel en el desarrollo de algunos tipos de tumores. La importancia de la alimentación en la carcinogénesis fue observada por varios investigadores: en 1908 William destacó la baja incidencia de cáncer en las personas vegetarianas. A partir de entonces se estableció la asociación entre cáncer y civilización. En 1926 se divulgó el concepto de que la dieta rica en carnes y con conservantes, podía contribuir al desarrollo de cáncer.
La visión genial del patólogo alemán Rudolf Ludwig Karl Virchow (1821-1902) ubicó al cáncer como una enfermedad de la célula. En 1885 difundió el aforismo "omnis cellula e cellula" y de acuerdo con esto, el cáncer debía surgir de una proliferación anormal de las células. Según Virchow, la irritación que siempre existe antes de toda transformación cancerosa, convierte al tejido conectivo en una especie de "blastoma embrionario" con alta potencialidad de crecimiento y desarrollo.
En 1889, Sir James Paget postuló la hipótesis de la "semilla y el terreno" para explicar la distribución sistémica de las metástasis. Desde su punto de vista, las metástasis aparecían cuando se daban ciertas condiciones de afinidad en el microambiente de los diferentes tejidos.
En 1895, se señaló la relación existente entre el cáncer de vejiga y los trabajadores de las anilinas, y otros cánceres ocupacionales, como leucemias y linfomas luego de la exposición al benceno, el cáncer de los senos paranasales en la industria del barniz, las neumopatías, el cáncer de pulmón y el mesotelioma por asbestos. Ese mismo año, Wilhelm Conrad Roentgen introdujo el uso de los rayos X en la medicina. Luego del descubrimiento de Roentgen, se observaron alteraciones (radio dermitis, ulceraciones y cáncer) en las áreas expuestas a las radiaciones. Otros importantes estudios fueron los de Marie Sklodowska Curie (1867-1934) y Pierre Curie (1859-1906). Junto con Becquerel, recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1903, por los estudios sobre radiactividad espontánea. En 1911, Marie Curie recibió el Premio Nobel por el descubrimiento y aislamiento del Radium.
En los inicios de Siglo XX, en 1914 el biólogo alemán Boveri explicó que las causas de las neoplasias eran los "errores mitóticos". Este concepto fue el centro de las principales investigaciones que tuvieron lugar en los últimos veinte años.
En 1918, el trabajo de Pott fue retomado por los investigadores japoneses Yamigawa e Ishikawa, quienes lograron reproducir experimentalmente la acción carcinogénica del alquitrán. Esta experiencia de oncogénesis experimental fue estudiada en profundidad en nuestro país, por Ángel H.Roffo.
En 1928 el patólogo neoyorquino James Ewing señaló que la distribución de las metástasis era la resultante de factores anatómicos, y fisicoquímicos tales como las características del lecho vascular y la velocidad del flujo sanguíneo. En la década de los años treinta, el panorama terapéutico del cáncer se enfocó en la acción de la radioterapia.
En los años cuarenta se produjeron importantes adelantos como el desarrollo de técnicas en anestesia y hemotransfusión la introducción de los antibióticos, la primera clasificación TNM, para unas pocas localizaciones (Pierre Denoix, 1944) y la quimioterapia (1944). La era de la quimioterapia antineoplásica comenzó a mediados de la década de los ´40 cuando se comprobó la acción citostática de la mostaza nitrogenada. Este compuesto se obtuvo sustituyendo el azufre del "gas mostaza", por un átomo de nitrógeno. Las mostazas sulfuradas ya habían sido sintetizadas en 1854; luego se las utilizó como "gas de guerra" ó "iperita"(sulfuro de dicloroetilo) durante la Primera Guerra Mundial. Los efectos tóxicos fueron descriptos en 1919 entre los que se destacaba la formación de ampollas epidérmicas, ulceraciones digestivas, leucopenia, aplasia medular e importante afectación del tejido linfático.
Los primeros ensayos con las mostazas nitrogenadas fueron con el linfosarcoma trasplantado del ratón. Luego se pudo extender la aplicación clínica para el tratamiento de la Enfermedad de Hodgkin. En 1951 se logró el primer cultivo de células tumorales (células HeLa). En 1953 Howard y Pelc describieron el "ciclo celular" y sus fases por lo que se pudo ampliar el conocimiento del mecanismo de acción de las drogas citostáticas. Estos aportes fueron decisivos porque permitieron explicar que en la vida de una población celular hay momentos de mayor o menor quimio sensibilidad a las drogas citotóxicas. A partir de entonces, se constituyó una importante plataforma de despegue para la investigación y obtención de nuevas moléculas con acción antineoplásica.
En los años sesenta se avanzó en la metodología para estadificar el cáncer, se desarrollaron investigaciones sobre el efecto de las drogas citostáticas en las distintas etapas del ciclo celular, y se intentó organizar el manejo hospitalario y multidisciplinario del enfermo oncológico, conformando un Comité Central de Cáncer. (Pierre Denoix "The Organization of Cancer Treatment" en: New trends in the treatment of cancer. Ed Springer-Verlag, Berlín, 1967.)
En los años setenta apareció en escena la tomografía axial computada, se aprobó como especialidad, la Oncología Clínica (American Board of Medical Specialties), y se obtuvieron anticuerpos monoclonales a partir de la técnica del hibridoma.
Los importantes trabajos de Skipper y Greenspan fueron las bases farmacológicas del tratamiento anticanceroso, clasificando los agentes citostáticos según el momento de acción durante el ciclo celular. En 1978, el US-National Cancer Institute delineó el perfil del "Cirujano Oncólogo", completando el equipo de especialistas: terapia radiante, oncología clínica y cirugía.
En los años ochenta, se inició la era de la "inmunoterapia" del cáncer y se proyectaron importantes investigaciones en distintas áreas: oncogenes, virus oncogénicos, regulación del crecimiento celular y señales intercelulares, modificadoras de la respuesta inmunológica, carcinogénesis química, biología de las metástasis.
Estos nuevos conocimientos ya a nivel ultra molecular, reformularon el papel del cirujano oncólogo, a la hora de tomar decisiones (Hernández A, Evers M
Functional genomics: clinical effect and the evolving role of the surgeon Arch Surg 1999, 134: 1209-15). El uso de la información genética tendrá cada vez más influencia e importancia en la práctica de la cirugía oncológica y el cirujano tendrá responsabilidad creciente porque se le exigirá interpretar la información genética, manejar la información y suministrar consejos preventivos y/ó terapéuticos en individuos de alto riesgo, y principalmente, tendrá el fundamento para indicar una cirugía preventiva en un órgano o sistema, con la base de un diagnóstico molecular.
Además, se vislumbró la posibilidad de reclasificar los tumores conocidos incluyendo sus características genéticas, y que los tratamientos podrían ser dirigidos certeramente a la maquinaria genética responsable de la tumor génesis. Todos estos avances constituyeron una verdadera revolución genética a las puertas del nuevo milenio (Stephenson J Human genome studies expected to revolutionize cancer classification JAMA 1999, 1282 (10): 927-8)
La ficción se volvió realidad en 2003, coincidente con el 50º aniversario de la descripción fundamental del ADN por Watson y Crack: La comunidad científica dio a conocer la primera base de datos genética: el Proyecto Genoma Humano, con más de 100.000 genes identificados y sus secuencias casi completas y exactas. Poco después, se lanzó la noticia de una nueva base de datos: el Proyecto Genoma del Cáncer (Cancer Genome Anatomy Project) que logró identificar más de 40.500 genes involucrados directa o indirectamente con el cáncer. Una vez más, la verdad superó toda fantasía…

Autor:
Dr. Gustavo A.H.Fernández Russo (MAAC, RB)
Cirugía Oncológica – Cabeza y Cuello
Instructor de Residencias Médicas - Cirugía General del

Hospital Naval Puerto Belgrano

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