NEUMONÍA
NEUMONÍA
La
neumonía es la inflamación del tejido pulmonar ocasionada por un agente
infeccioso. El pulmón está constituido por dos partes principales: los
bronquios (tubos por los que pasa el aire) y los alvéolos (pequeños sacos de
aire, en los que se realiza el intercambio de oxígeno que pasa a la sangre y
dióxido de carbono que se expulsa al exterior). En la neumonía se afecta el
alvéolo; se irrita e inflama y se rellena de líquido y material infeccioso, lo
que provoca que la respiración del afectado sea dolorosa.
También
es una de las enfermedades que más muertes infantiles causa: las autoridades
sanitarias estiman que cada año mueren cerca de 1.200.000 niños de menos de
cinco años como consecuencia de una neumonía.
En
la mayoría de los casos (70-80%) el tratamiento de la neumonía se realiza de
manera extra hospitalaria.
Factores de riesgo
A
continuación detallamos los factores de riesgo más comunes que pueden derivar
en una neumonía:
·
Tabaquismo.
·
Enfermedades
crónicas: diabetes mellitus, hepatopatías, cardiopatías, enfermedad renal,
cáncer, enfermedad pulmonar crónica, SIDA.
·
Malnutrición.
·
Exceso de peso.
·
Demencia.
·
Edad (los niños y
las personas de más de 50 años son los más susceptibles de contraer neumonía).
·
Esplenectomía
(pacientes a los que se les ha extirpado el bazo) y, en general, pacientes con
bajo nivel de inmunidad.
·
Alcoholismo.
·
Tratamientos
inmunosupresores o con corticoides de manera crónica.
·
Residentes en
centros de enfermos crónicos o de tercera edad.
·
Exposición a
drogas por vía parenteral.
Causas y tipos de neumonías
El
mecanismo por el que se producen la mayoría de las neumonías es la aspiración
de microorganismos procedentes de la oro faringe. Sin embargo, puede que no se
determine el agente responsable hasta en
el 50% de los casos. La etiología más probable dependerá del lugar de
adquisición, de factores de riesgo asociados, de la localización geográfica y
de la gravedad de la infección.
En
los adultos, las causas de neumonía más frecuentes son las bacterias, como
Streptococcus pneumoniae, Staphylococcus aureus, Legionella y Haemophylus
influenzae. Virus como el de la gripe y el de la varicela pueden causar también
neumonía. Además, algunos hongos pueden provocar neumonía, por ejemplo en
pacientes con VIH-SIDA.
Dentro
de la causa más común, el neumococo produce dos tipos distintos de neumonía: la
bacteriémica y la no bacteriémica. La diferencia entre ambas infecciones
estriba en que la bacteria (Streptococcus pneumoniae) haya conseguido alcanzar
el torrente sanguíneo e infectar, o no, la sangre. La neumonía bacteriémica
tiene una mortalidad asociada tres veces mayor que la forma no bacteriémica.
Podemos
distinguir dos tipos de neumonía según el lugar y la forma de aparición:
·
Neumonía adquirida en la comunidad: es aquella producida por un agente infeccioso fuera
del ámbito hospitalario.
·
Neumonía nosocomial o intrahospitalaria: cuando aparece en dicho medio, o bien en las 48-72
horas posteriores al alta hospitalaria, y hasta 10 días después de esta.
Actualmente tiende a considerarse nosocomial la que se produce en pacientes que
residen en residencias o centros de cuidados crónicos, en aquellos ingresados
en los 90 días previos a la presentación de la enfermedad, o en los que reciben
tratamiento domiciliario intravenoso, quimioterapia, o se someten a diálisis,
pues la causa de estas neumonías es la misma que origina las
intrahospitalarias. Este tipo de neumonías suele tener peor pronóstico debido a
que suelen ser resistentes a los tratamientos.
Síntomas de la neumonía
Los
dos pilares fundamentales para el diagnóstico de neumonía son: cuadro
compatible con infección respiratoria baja y presencia de infiltrado (imagen
característica de infección) en la radiografía de tórax.
Los
síntomas respiratorios de afectación de las vías aéreas bajas son:
·
Tos.
·
Expectoración
(tos productiva).
·
Dolor torácico
pleurítico (aumenta con los movimientos de la respiración).
·
Dificultad
respiratoria.
·
Afectación del
estado general: fiebre, temperatura corporal baja, escalofríos, sudoración,
aumento de las frecuencias cardiacas y respiratorias.
·
Una modificación
en los sonidos emitidos por el paciente afectado al respirar (inspiración y
espiración), verificada por el médico mediante la auscultación con el estetoscopio,
es un signo que, unido a los síntomas citados, harán sospechar la presencia de
una neumonía.
En
pacientes ancianos e inmunodeprimidos (bajos niveles del sistema inmunológico),
la sintomatología de la neumonía puede ser inespecífica, sin fiebre, o incluso
ocasionar el empeoramiento de enfermedades subyacentes.
Cabe
distinguir, según la forma de manifestarse los síntomas de la neumonía, dos
cuadros clínicos diferentes:
·
Cuadro
clínico típico: comienzo brusco
de menos de 48 horas de evolución junto con escalofríos, fiebre de más de
37.5º, tos productiva, expectoración purulenta (flemas con pus), y dolor
torácico de características pleuríticas (aumenta con la respiración).
·
Cuadro
clínico atípico: caracterizado
por tos no productiva (tos seca), molestias inespecíficas, y manifestaciones
extra pulmonares como dolores articulares y musculares, dolor de cabeza,
alteraciones del estado de conciencia o gastrointestinales.
Diagnóstico
Las
variables que predicen con mayor probabilidad la presencia de neumonía son:
auscultación anormal, dolor pleurítico y dificultad respiratoria.
El
diagnóstico de neumonía se basa en dos puntos fundamentales: el diagnóstico
clínico a través de los síntomas y signos ya citados; y el diagnóstico de
confirmación mediante pruebas de laboratorio, radiología torácica, y otras
técnicas diagnósticas invasivas y no invasivas.
Pruebas
de laboratorio: análisis de sangre y orina, niveles de oxígeno en sangre, para
valorar la gravedad o la necesidad de ingreso hospitalario. Estas pruebas han
de realizarse a los pacientes tratados en el ámbito hospitalario; no serían
necesarias en pacientes con neumonías de bajo riesgo con tratamiento
ambulatorio.
Radiografía
de tórax: es preciso realizarla ante la sospecha de neumonía en todos los
pacientes, independientemente del medio donde se estudien (centro de salud u
hospital), y de que ingresen o no en un hospital. Es útil para establecer un
diagnóstico, así como para precisar la localización y extensión del proceso y
las posibles complicaciones.
La
curación radiológica, es decir, la desaparición de la lesión en la radiografía,
es casi siempre posterior a la remisión de los síntomas. Es por esto por lo que
para constatar dicha curación ha de realizarse un control radiológico
aproximadamente a las seis semanas del diagnóstico e inicio del tratamiento.
Esto es especialmente importante en los pacientes con factores de riesgo para
el desarrollo de cáncer, o en aquellos con persistencia de síntomas, o ante la
sospecha de otras enfermedades.
Otras
técnicas no invasivas: en el caso de los pacientes con ingreso hospitalario, se
recomienda la recogida de muestras de sangre, orina y esputo (moco que aparece
con la tos), con el objeto de realizar cultivos que permitan identificar el
germen causal antes de iniciar el tratamiento antibiótico.
Técnicas
invasivas, solo en casos de
neumonías graves o que no respondan al tratamiento inicial.
·
Toracocentesis:
punción a través de la pared torácica para extraer muestras de líquido o
liberar líquido acumulado en el pulmón a causa de la infección.
·
Broncoscopia:
introducción de un tubo por la vía aérea para llegar al bronquio y recoger
muestras de mucosidad, para realizar un cultivo que permita averiguar el germen
causante de la neumonía, en casos de mala evolución o que no respondan al
tratamiento.
Complicaciones de la neumonía
Siempre
habrá que considerar varios factores para evaluar el riesgo de posibles
complicaciones en una neumonía. Existen varios puntos fundamentales a
considerar:
·
Edad avanzada:
mayores 65 años, considerando estado general.
·
Enfermedades
debilitantes de base: enfermedad pulmonar crónica, insuficiencia cardiaca o
renal crónica, hepatopatía crónica, diabetes mellitus, malnutrición,
alcoholismo, inmunosupresión.
·
Situaciones
clínicas especiales: hospitalización por neumonía en el último año, falta de
respuesta al tratamiento en las primeras 48-72 horas, sospecha de aspiración,
sospecha de gérmenes poco habituales, infección generalizada.
·
Datos clínicos de
presentación grave: dificultad respiratoria importante, paciente inestable
(alteradas constantes vitales), fiebre elevada con gran afectación general,
desorientación o alteración del nivel de conciencia.
·
Hallazgos de
laboratorio sugerentes de mal pronóstico: leucocitos (glóbulos blancos de la
sangre) muy elevados o por el contrario muy bajos, niveles de oxígeno en sangre
muy bajos, anemia, alteración de proteínas de la sangre, mal funcionamiento del
riñón.
·
Hallazgos en
radiografía sugerentes de germen no habitual: afectadas varias porciones del
pulmón o pulmones, derrame pleural (líquido a nivel del pulmón), extensión
rápida inicial.
·
Presentación
inicial muy grave que requiera ingreso en Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
·
Consideraciones
sociales: indigentes, falta de aporte social, dudas sobre el seguimiento del
tratamiento (pacientes psiquiátricos, demencia).
Algunas
de las posibles complicaciones de la
neumonía son las siguientes:
·
Recurrencia: dos
o más episodios de neumonía separados por un periodo de tiempo sin lesión en
radiografía de tórax o por un periodo de un mes sin síntomas. Ha de valorarse
en estos pacientes el estado inmunológico, las alteraciones de la anatomía de
la zona afectada, o la existencia de otra enfermedad no infecciosa.
·
Neumonía crónica:
existencia de infiltrado alveolar (afectación en el espacio alveolar) durante
más de un mes sin resolución de los síntomas.
·
Neumonía
necrotizante: formación de cavidades múltiples a nivel del tejido pulmonar y la
consecuente destrucción del mismo. Si esas pequeñas cavidades aumentan dan
lugar a la aparición de otra complicación llamada absceso pulmonar. Suelen
producirlo gérmenes poco habituales y en pacientes de alto riesgo (VIH, adictos
a drogas).
Tratamiento
Para
decidir cuál es el tratamiento adecuado de una neumonía hay que clasificar a
los pacientes según el riesgo que presenten y, en función de la gravedad de los
síntomas, se instaura un tratamiento ambulatorio, o se deriva al paciente para
ingreso hospitalario:
Pacientes
que no requieren ingreso hospitalario: Pacientes sanos que presentan una
neumonía adquirida en la comunidad sin datos de gravedad inicial, pacientes
jóvenes sin factores de riesgo, menores de 65 años sin factores de riesgo
añadidos. Estos pacientes realizarán tratamiento y seguimiento ambulatorio.
Pacientes
que requieran ingreso en unidad de hospitalización convencional: mayores de 65
años o con patologías añadidas o factores de riesgo asociados, y todos aquellos
en los que la gravedad de la presentación de la sintomatología o la presencia
de otros factores de riesgo de complicación, ya expuestos en el punto anterior,
hagan aconsejable el ingreso hospitalario.
Pacientes
que requieran ingreso en Unidad de Cuidados Intensivos: necesario ante
situaciones de extrema gravedad como insuficiencia respiratoria severa,
pacientes inestables con alteración de las constantes vitales, fallo en el
funcionamiento del riñón, alteración del sistema de coagulación, meningitis o
estado de coma.
El
tratamiento de la neumonía se realiza con antibióticos. El tratamiento se
iniciará de manera empírica, valorando los gérmenes más habituales y
probablemente implicados, la situación o no de gravedad, y la respuesta a los
tratamientos en la comunidad donde se localice el paciente afecto. Es decir, se
inicia el tratamiento aunque no se haya determinado el germen que ha originado
la neumonía, basándose en los criterios citados previamente para establecer el
germen más frecuente y el tratamiento adecuado para combatirlo.
La
antibioterapia ha de iniciarse lo más precozmente posible: antes de las 4 horas
tras el diagnóstico, pues se ha demostrado que el inicio precoz del tratamiento
reduce la mortalidad, las complicaciones y la estancia hospitalaria.
Los
antibióticos más comúnmente utilizados para la neumonía son: penicilinas y
betalactámicos (amoxicilina y amoxicilina /clavulánico, ambos a dosis altas),
quinolonas y macrólidos.
Hay que considerar además las resistencias que
presentan ciertos gérmenes en nuestro país a determinados antibióticos: por
ejemplo, uno de los gérmenes más frecuentes en nuestro medio responsables de
neumonía es el Neumococo (Streptococcus pneumoniae), y algunos gérmenes de este
tipo son resistentes a los macrólidos, por lo que será preciso utilizar la
combinación de antibióticos diferentes para su tratamiento; igualmente existen
neumococos resistentes a betalactámicos y penicilinas, lo cual obliga a aumentar
la dosis del tratamiento o a cambiar a antibióticos de última generación como
las fluorquinolonas.
De
elección inicial en pacientes para tratamiento ambulatorio será la vía oral
(antibiótico tomado por boca). En aquellos pacientes que hayan precisado ingreso
hospitalario, el tratamiento inicial se realizará vía parenteral (intravenoso),
que se cambiará a vía oral tras conseguir la estabilización clínica.
La
duración inicial del tratamiento variará en función de los distintos cuadros.
·
Neumonía adquirida
en la comunidad que no requiera ingreso: 7-10 días.
·
Neumonía
adquirida en la comunidad que requiera ingreso: 10-14 días.
·
Casos especiales:
gérmenes no habituales (Legionella, Staphylococcus aureus, Pseudomonas) no
inferior a 14 días. Casos de cavitación pulmonar y abscesos: un mes o más. En
neumonías nosocomiales (hospitalarias), variará en función de la gravedad y el
germen productor.
Otras
medidas generales para curar la neumonía aparte del tratamiento antibiótico:
·
Hidratación.
·
Reposo.
·
Analgésicos y antitérmicos.
·
Oxigenoterapia
según los niveles de oxígeno arterial que presente el paciente.
·
En pacientes con
neumonía grave puede precisarse ventilación mecánica.
Prevención
Aquí
tienes una serie de pautas para prevenir el contagio de la neumonía:
·
Medidas de
higiene: lavado de manos, uso de mascarillas para evitar contaminación y
dispersión de gérmenes.
·
Abandono del
hábito tabáquico: el consumo de tabaco está asociado a un incremento de la
Neumonía Adquirida en la Comunidad de cualquier origen causal. Los fumadores
tienen un riesgo 4 veces superior de presentar una enfermedad por neumococo
invasiva (afectación general por infección por neumococo) que los no fumadores,
con el consecuente empeoramiento pronóstico. Diversos estudios han constatado
el beneficio que implica dejar de fumar, pues se ha observado que a los cinco
años de suprimir el consumo de tabaco, el riesgo de sufrir una neumonía se
reduce en un 50%.
·
Vacunación
antigripal: es la única medida preventiva que ha demostrado la disminución de
la incidencia y de la morbi-mortalidad por neumonía en la población de edad
avanzada y en los afectados por enfermedades cardiorrespiratorias crónicas.
Debe realizarse según las recomendaciones y pautas anuales notificadas por la
Organización Mundial de la Salud (OMS). Está indicada en mayores de 60 años, en
enfermos crónicos y/o inmunodeprimidos (a partir de los 6 meses de edad), y en
todos aquellos que al ejercer su actividad profesional (personal sanitario,
fuerzas de seguridad, profesores, cuidadores de residencias de ancianos, etc.)
entren en contacto con personas de alto riesgo a las que les podrían transmitir
la gripe.
·
Vacunación contra
el neumococo: eficaz para la prevención de complicaciones como la enfermedad
invasiva por neumococo, y el empeoramiento pronóstico en neumonías
hospitalarias. Indicada la vacunación en mayores de 60-65 años, según el
calendario vacunal de cada comunidad autónoma), y en personas entre los 2 y 65
años con enfermedades crónicas e inmunosupresión. La pauta de vacunación
antineumocócica desde el nacimiento está incluida en el calendario vacunal de
gran parte de las comunidades autónomas españolas.
Prevención
de la neumonía en el ámbito hospitalario
·
Extremar la
limpieza de los equipos hospitalarios y en la manipulación de los enfermos.
·
Tomar medidas de
higiene simples como el lavado frecuente de las manos y el uso de guantes.
·
Aspiración de
secreciones y la interrupción de la alimentación por vía oral en los pacientes
con riesgo de aspiración.
·
Elevación del
cabecero de la cama y la fisioterapia respiratoria (ejercicios de respiración
profunda y terapia para eliminar las secreciones respiratorias) en pacientes de
alto riesgo, como los sometidos a cirugía del tórax o aquellos que estén
debilitados y encamados.
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