LOS GENES EN LA POLÍTICA
LOS GENES EN LA POLÍTICA
Recientemente numerosos estudios científicos han demostrado
que las tendencias políticas poseen una fuerte base biológica. Aunque resulte
chocante, estos estudios indican que son en gran parte heredables, es decir,
debidas, una vez más, a los inevitables genes. No obstante, la base biológica y
genética de las ideologías políticas no debiera resultar sorprendente si
pensamos que estas incluyen dimensiones vitales tan importantes como el sexo
(anticonceptivos, aborto…), la familia, la educación, la autonomía personal y,
en general, la manera en que uno se organiza para vivir su vida. Estos aspectos
son fundamentales para nuestra adaptación social y lo han sido para nuestra
supervivencia como especie.
Además, es también indudable que las tendencias políticas son
similares entre los miembros de una misma familia, lo que ya apunta a una
dependencia de los genes. De hecho, un estudio pionero ya identificó genes
asociados a las diversas tendencias políticas, es decir, los causantes del
“trastorno de izquierdas” o del “síndrome de derechas” o aún de la “enfermedad
del centro”, ya que de síndromes, enfermedades y trastornos se trata cuando
hablamos de política, al menos últimamente (“Our Political Nature: The
Evolutionary Origins of What Divides Us”, o “Nuestra naturaleza política: los
orígenes evolutivos de lo que nos divide”, de Avi Tuschman).
Los estudios invitaron a un grupo de investigadores de varias
universidades de EE.UU. y del Reino Unido a considerar la idea de si las
respuestas neuronales frente a ciertos estímulos (por ejemplo, imágenes
desagradables o placenteras) estarían de algún modo asociadas a la ideología
política. Para comprobar si su idea era cierta, los investigadores realizan un
curioso experimento, que publican en la revista Current Biology, en el que son
capaces de determinar mediante resonancia magnética funcional la actividad
cerebral de 83 voluntarios sanos mientras observan imágenes de distinto
contenido emocional. Las emociones evocadas por las imágenes y su intensidad,
sin duda, se deben más a la biología que a la cultura, ya que nadie necesita
aprender a sentir miedo, placer o disgusto. Por esta razón, se dijeron los
investigadores, si las tendencias políticas poseen una base biológica deberían
estar relacionadas con ciertas características de la respuesta emocional
evocada en el cerebro por las imágenes.
Imágenes tendenciosas
Los investigadores utilizaron para el experimento imágenes
sin contenido político, incluidas en un conjunto estándar aceptado por la
comunidad científica. Algunas de estas imágenes con capacidad de evocar de
manera consistente emociones como angustia, miedo o placer, mientras que otras
no evocan emoción alguna.
Tras observar las imágenes conectados al escáner que
registraba su actividad cerebral, los voluntarios rellenaron un cuestionario en
el que clasificaban las imágenes de acuerdo a las sensaciones subjetivas que
les habían producido. Los participantes también rellenaron cuestionarios para
determinar su afinidad política, su sensibilidad a estímulos desagradables y su
estado de ansiedad. El cuestionario para determinar la afiliación política es
también estándar y capaz de situar en una escala del 0 (muy de izquierdas) al 1
(muy de derechas), la tendencia política de cada cual.
En base a la puntuación obtenida, los participantes fueron
clasificados en el grupo de “izquierdosos”, “derechosos” o “centrosos”.
Curiosamente, cada uno de estos grupos incluyó a un tercio de los
participantes: las tendencias políticas estaban muy repartidas. Ninguno de los
grupos mostró diferencias significativas a la hora de clasificar las imágenes y
las emociones que les evocaron. Por tanto, a nivel subjetivo, las imágenes
parecían ejercer efectos similares fuera cual fuera la tendencia política.
Una vez determinado esto, los investigadores utilizaron un
programa de inteligencia artificial para analizar los datos de la actividad
cerebral y encontrar diferencias, si las hubiere, o algún patrón que pudiera
predecir, solo examinando la imagen cerebral en respuesta a algún tipo de
imagen, la tendencia política del dueño del cerebro. Es aquí cuando surge la
sorpresa. Los investigadores identifican así varias regiones cerebrales que se
activan preferentemente en personas de tendencia política conservadora, y en
respuesta a la observación de imágenes desagradables, pero no de otro tipo.
Estas regiones fueron diferentes a las que se activaron en respuesta a las
mismas imágenes en personas de tendencia progresista. Esta tecnología ha sido
también utilizada para distinguir personas sanas de las que presentan síntomas
de autismo, lo que indica que puede ser válida para determinar cómo un mismo
estímulo genera diferentes respuestas neuronales de acuerdo a diferentes
tendencias de la personalidad o al estado de salud mental.
Mientras seguimos creyendo que nuestras ideas políticas son
puramente racionales y que los que piensan de otro modo se equivocan, resulta
que las respuestas emocionales frente a los estímulos externos, determinadas en
gran medida por los genes, tienen posiblemente la última palabra sobre lo que
pensamos, aunque no seamos conscientes de su influencia. Tal vez el debate
político no consista tanto en defender ideas racionales como en evocar las
emociones correctas en el interlocutor… Tal vez los profesionales de la
política ya lo saben sin necesidad de tanto estudio.
Referencias:
Jorge Laborda
http://noticias.perfil.com/2015/02/25/la-ideologia-en-los-genes/
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