INTOLERANCIA A LA LACTOSA
INTOLERANCIA A LA LACTOSA
Las personas que tienen
intolerancia a la lactosa no pueden digerir el azúcar (lactosa) que se encuentra
en la leche, en consecuencia, presentan diarrea, gases e hinchazón después de
comer o beber productos lácteos. Por lo
general, se debe a la deficiencia de lactasa, una enzima que se produce en el
intestino delgado y que es la encargada de digerir la lactosa.
1.
Síntomas
Los signos y síntomas de la
intolerancia a la lactosa suelen comenzar entre 30 minutos y dos horas después
de haber comido o bebido alimentos que contienen lactosa. Los siguientes son
signos y síntomas frecuentes:
·
Diarrea
·
Náuseas y, a veces, vómitos
·
Calambres abdominales
·
Hinchazón
·
Gases
2.
Causas
La intolerancia a la lactosa se
origina cuando el intestino delgado no produce la cantidad suficiente de una
enzima (lactasa) que le permite digerir el azúcar de la leche (lactosa).
Por lo general, la lactasa
convierte el azúcar de la leche en dos azúcares simples (glucosa y galactosa)
que se absorben a través de la mucosa intestinal e ingresan al torrente
sanguíneo.
Si tienes deficiencia de lactasa,
la lactosa de los alimentos que consumes se desplaza hasta el colon en lugar de
procesarse y absorberse. En el colon, las bacterias comunes interactúan con la
lactosa no digerida, lo que provoca la presencia de signos y síntomas de
intolerancia a la lactosa.
Existen tres tipos de
intolerancia a la lactosa. Hay diferentes factores que producen la deficiencia
de lactasa subyacente en cada tipo.
Intolerancia a la lactosa primaria
Este es el tipo más frecuente de
intolerancia a la lactosa. Las personas que tienen intolerancia a la lactosa
primaria comienzan su vida produciendo mucha lactasa, la cual es necesaria para
los bebés, quienes obtienen toda su alimentación a partir de la leche. A medida
que los niños reemplazan la leche por otros alimentos, su producción de lactasa
normalmente disminuye, pero se mantiene lo suficientemente alta como para
digerir la cantidad de productos lácteos presentes en una dieta típica de
adultos.
En la intolerancia a la lactosa
primaria, la producción de lactasa disminuye drásticamente, lo que hace que los
productos lácteos resulten difíciles de digerir en la edad adulta. Este tipo de
intolerancia a la lactosa se determina de manera genética y afecta a una gran
proporción de personas con ascendencia africana, asiática o hispana. Esta
afección también es frecuente entre aquellas personas que tienen ascendencia
mediterránea o del sur de Europa.
Intolerancia a la lactosa secundaria
Esta forma de intolerancia a la
lactosa se produce cuando el intestino delgado disminuye la producción de
lactasa después de una enfermedad, lesión o cirugía que afecte a dicho órgano.
Entre las enfermedades relacionadas con la intolerancia a la lactosa secundaria
se encuentran la celiaquía, la proliferación bacteriana y la enfermedad de
Crohn. El tratamiento del trastorno no diagnosticado puede restablecer los
niveles de lactasa y mejorar los signos y síntomas, aunque esto puede tardar un
tiempo.
Intolerancia a la lactosa congénita o del
desarrollo
Es posible (pero poco frecuente)
que los bebés nazcan con intolerancia a la lactosa a causa de una ausencia
total de actividad de la lactasa. Este trastorno se transmite de una generación
a otra, en un patrón de herencia llamado autosómico recesivo, lo que significa
que tanto la madre como el padre deben transmitir la misma variante genética
para que un/a niño/a padezca esta afección. Los bebés prematuros también pueden
tener intolerancia a la lactosa debido a un nivel insuficiente de lactasa.
3.
Factores de riesgo
Los siguientes son factores que
pueden hacer que tú o tu hijo/a sean más propensos a padecer intolerancia a la
lactosa:
·
Edad avanzada. La intolerancia a la
lactosa suele aparecer en la edad adulta. Esta afección es poco frecuente en
bebés y en niños pequeños.
·
Origen étnico. La intolerancia a la
lactosa es más frecuente en personas de origen africano, asiático, hispano o
nativo americano.
·
Nacimiento prematuro. Los bebés prematuros
pueden tener niveles reducidos de lactasa debido a que el intestino delgado no
genera células productoras de lactasa hasta fines del tercer trimestre.
·
Enfermedades que afectan
el intestino delgado. Algunos de los problemas del intestino delgado que
pueden provocar intolerancia a la lactosa son el crecimiento bacteriano
excesivo, la celiaquía y la enfermedad de Crohn.
·
Ciertos tratamientos
oncológicos. Si has recibido radioterapia contra el cáncer de abdomen o presentas
complicaciones intestinales a partir de la quimioterapia, tienes mayor riesgo
de padecer intolerancia a la lactosa.
4.
Análisis
El médico puede sospechar que
tienes intolerancia a la lactosa en función de los síntomas que presentas y tu
respuesta ante la reducción de la cantidad de alimentos lácteos de tu dieta. Tu
médico puede confirmar el diagnóstico mediante la realización de una o más de
las siguientes pruebas:
·
Prueba de tolerancia a la
lactosa. La prueba de tolerancia a la lactosa mide la reacción del cuerpo frente a
un líquido que contiene altos niveles de lactosa. Dos horas después de beber el
líquido, te harán análisis de sangre para medir la cantidad de glucosa en el
torrente sanguíneo. Si el nivel de glucosa no se eleva, significa que el cuerpo
no digiere ni absorbe adecuadamente la bebida con lactosa.
·
Prueba de hidrógeno en el
aliento. En esta prueba también debes beber un líquido que contiene altos niveles
de lactosa. Luego, el médico mide la cantidad de hidrógeno que hay en tu
aliento en intervalos regulares. Por lo general, se detecta muy poco hidrógeno.
Sin embargo, si el cuerpo no digiere la lactosa, esta se fermentará en el colon
y liberará hidrógeno y otros gases que los intestinos absorben y que finalmente
se exhalan. Las cantidades de hidrógeno exhalado superiores a las normales que
se miden durante una prueba del aliento indican que no digieres ni absorbes la
lactosa por completo.
·
Prueba de acidez en las
heces.
En el caso de los bebés y los niños que no pueden someterse a otras pruebas, se
puede utilizar la prueba de acidez en las heces. La fermentación de la lactosa
no digerida produce ácido láctico y otros ácidos que se pueden detectar en una
muestra de heces.
Fuente: Clínica
Mayo.
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