EL MAL DE ALTURA (“SOROCHE”)
EL MAL DE ALTURA (“SOROCHE”)
El mal de altura (también conocido como el mal de montaña
agudo o soroche en el Perú) es el nombre dado a las reacciones fisiológicas del
cuerpo humano (respuesta), que se producen como consecuencia de la exposición a
la baja presión de oxígeno que existe a gran altitud. A medida que ascendemos,
se produce una disminución progresiva de la presión atmosférica y también de la
presión parcial de oxígeno en el aire que inspiramos. El oxígeno es esencial
para la vida y su disminución brusca produce importantes alteraciones que, de
mantenerse durante un tiempo excesivo, pueden llevar incluso a la muerte. Por
este motivo, durante el ascenso a las cumbres los montañeros han de someterse a
un periodo de aclimatación con el fin de que su organismo se vaya adaptando a
estas bajas presiones de oxígeno.
Los primeros síntomas del mal de montaña pueden empezar a
sentirse a partir de los 2.500-3.000 metros por encima del nivel del mar.
Muchas estaciones de esquí se encuentran a estas alturas. En personas
sensibles, pueden aparecer incluso a menores alturas, por tanto, el riesgo de
padecer mal de altura en áreas como las montañas de Nepal y los Andes, donde
las regiones turísticas pueden estar a una altura entre los 3.000 y 4.000
metros, es completamente real. El índice de mortalidad es aproximadamente de un
4% para ascensos a picos con alturas superiores a los 7.000 metros.
Factores que favorecen
la aparición
La incidencia del mal de altura varía mucho de un individuo a
otro (variabilidad individual). Hay personas que soportan mejor que otras las
ascensiones rápidas. Otros factores que influyen son la velocidad de ascenso
(cuanto más rápida, mayores son las probabilidades de aparición), la duración
de la estancia a una altura determinada, el ejercicio continuado a gran altura
y la edad (los más jóvenes y los ancianos presentan mayor predisposición). El
mal de altura no depende de la forma física de la persona y puede afectar
incluso a los atletas más experimentados.
Aclimatación
Al disminuir la presión de oxígeno en el aire inspirado y,
por tanto, en la sangre, el organismo pone en marcha una serie de mecanismos
destinados a aportar una mayor cantidad de oxígeno a las células. Aumentan la
respiración y el pulso, así como la eficacia de bombeo del corazón y el número
de glóbulos rojos (las células de la sangre responsables de la capacidad
transportadora de oxígeno). Sin embargo, la reducción de oxígeno tiene una
serie de consecuencias no deseadas: aumento de presión en la circulación
pulmonar (hipertensión pulmonar), cambios de los valores del pH sanguíneo
(acidez), alteraciones del equilibrio entre líquidos/electrolitos (sal), así
como paso de sangre o líquido a tejidos colindantes (extravasación de líquido o
edema).
El mal de altura se produce al ascender rápidamente de una
altura determinada a otra mayor, y permanecer a esa altura sin una aclimatación
previa adecuada.
Prevención
·
Haciendo
un ascenso gradual. Lo primero y más importante es subir relativamente
despacio, realizando periodos adecuados de aclimatación de 2 a 3 días a una
altura determinada (empezando desde los 2.000 m) antes de pasar la noche a una
altura mayor. Es decir, escalar durante el día, durmiendo dos noches
consecutivas en el campamento inferior. Son aconsejables los siguientes ritmos
de ascenso: hasta los 5.000 metros ascender un promedio de 340- 400 metros como
máximo, a partir de los 5.000 m y hasta los 6.000 m, ascender 250 metros por
día; y por encima de los 6.000 m, ascender un máximo de 150-200 m por día.
·
En
caso de aparecer problemas, es fundamental descender a una cota inferior a la
que estaba aclimatado y descansar durante 24 o 48 horas antes de reanudar el
ascenso. Si los síntomas son graves, iniciar el descenso inmediatamente,
siempre acompañado.
·
Beber
mucho líquido (al menos 3 ó 4 litros diarios).
·
Evitar
beber alcohol.
·
Dieta
hiperglucídica: rica en azúcares y féculas sobre todo.
·
Evitar
quedarse frío.
· El
mal de altura se puede evitar, hasta cierto punto, con una medicina llamada
Acetazolamida, a dosis de 250 mg/12 horas o 500 mg, en dosis única nocturna.
Algunos expertos sugieren que para conocer los posibles efectos secundarios del
medicamento es mejor darle 2 días de prueba antes del viaje. Los posibles
efectos secundarios incluyen náuseas, alteración del gusto, hormigueo en manos
y pies, orina frecuente y abundante, alteraciones visuales y sarpullido en la
piel. Tomar este medicamento no significa que se pueda ignorar el consejo de
subir despacio.
Señales de peligro
para el mal de altura
Las señales de peligro se desarrollan generalmente en las
primeras 36 horas. Afectan a más del 50% de los viajeros por encima de los
3.500 metros y casi al 100% de las personas que suben rápidamente a 5.000
metros sin aclimatarse.
·
Un
dolor de cabeza leve que desaparece con analgésicos (paracetamol, aspirina,
etc.)
·
Náuseas
y malestar general
·
Ligeros
mareos
·
Dificultades
para dormir
Si aparecen estos síntomas a alturas por debajo de los 3.000
metros se debería parar y descansar un par de días antes de continuar subiendo.
A alturas de 3.500 metros, se debe intentar bajar de 300 a 500 metros, y
quedarse allí durante 2 días antes de otros ascensos permanentes.
Síntomas graves del
mal de altura
·
Un
dolor de cabeza intenso y grave, que no desaparece con analgésicos corrientes;
vómitos.
·
Náuseas
marcadas
·
Mareos,
descoordinación, alteraciones visuales
·
Presión
en el pecho, respiración y pulsos rápidos, sensación de dificultad respiratoria
·
Hinchazón
o edema, generalmente alrededor de los ojos y, en algunos casos, en tobillos y
manos
·
Disminución
de la cantidad de orina
·
Confusión,
desorientación
·
Cambios
psicológicos (indiferencia, pérdida del sentido del peligro, etc.)
·
Convulsiones.
Cuando se presenten estos síntomas se debe buscar ayuda
médica de inmediato e iniciar rápidamente el descenso a la menor altura
posible.
Formas graves del mal
de altura
Existen dos formas graves del mal de altura. Pueden ir
precedidas de síntomas leves (dolor de cabeza, insomnio, falta de apetito,
aturdimiento leve) o bien aparecer bruscamente en un alpinista previamente
sano, a causa de un ascenso de gran desnivel o realizado con gran rapidez. Las
dos tienen un alto índice de mortalidad y pueden ocurrir cuando ya ha pasado un
día o un día y medio, a demasiada altura (normalmente, por encima de 3.500
metros). Son los siguientes:
1.
HAPE
- Edema pulmonar de gran altura (líquido en los pulmones).
2.
HACE
- Edema cerebral de gran altura (líquido en el cerebro).
Edema pulmonar de gran altura (HAPE)
Los síntomas de HAPE son graves, e
incluyen dificultad respiratoria importante, tos seca, expectoración
sanguinolenta, presión o dolor en el pecho, palpitaciones y fatiga. Se puede
oír un ruido de burbujeo durante la respiración (edema pulmonar). Los labios,
bordes externos de las orejas y uñas pueden parecer azuladas (cianóticas),
debido a la falta de oxígeno.
Edema cerebral de gran altura (HACE)
Es la forma de presentación más grave
y rápida del mal de altura. Los síntomas de HACE son fundamentalmente: náuseas,
vómitos, dolores de cabeza, alteraciones visuales, irritabilidad,
descoordinación, distracción, confusión, posible pérdida de conciencia,
convulsiones e incluso coma.
Tratamiento
Si los síntomas son leves, el reposo sobre el mismo terreno
durante 24 - 48 horas, junto con una buena hidratación y con una dieta rica en
azúcares, suelen ser suficientes. Debe prohibirse el ascenso a personas que
padecen síntomas de mal de altura -aunque sean leves- ya que pueden evolucionar
hacia formas más graves.
Si los síntomas son más graves o empeoran, debe iniciarse
inmediatamente el descenso del afectado a la menor altura posible, y siempre
acompañado. A veces, un descenso de 400 metros suele ser suficiente para notar
una mejoría.
Otra medida es administrar oxígeno a través de mascarilla,
una cantidad de 3 a 5 litros por minuto a una concentración no inferior al 40%.
Para el tratamiento del dolor de cabeza se pueden usar analgésicos menores
(paracetamol, aspirina, etc.) En cuanto al insomnio de altura, sobre todo si es
provocado por pausas periódicas de la respiración, debe tratarse con
acetazolamida, pero nunca con fármacos hipnóticos o sedantes como los que se
usan para dormir, ya que pueden empeorar aún más la respiración.
Si hay un médico disponible, podrá administrar los
medicamentos que crea necesarios. La medicación no sustituye al descenso.
Contraindicaciones
para el ascenso
·
Las
personas con enfermedades cardiacas/pulmonares crónicas (Ej.: angina de pecho,
bronquitis crónica, enfisema, y algunas personas con asma grave).
·
Las
personas con anemia, incluida la anemia drepanocítica (bajo contenido de
hemoglobina en sangre).
·
Las
personas con trastornos de coagulación sanguínea sin tratamiento y con un
historial de trombosis (coágulos).
·
Las
personas que han tenido HAPE o HACE con anterioridad.
¿Quién debe tener
cuidado a grandes alturas?
·
Las
personas con enfermedades cardiacas/pulmonares tratadas con éxito.
·
Mujeres
embarazadas
·
Niños
·
Personas
con presión sanguínea elevada
·
Personas
con tendencia a la apnea durante el sueño.
·
Personas
que han tenido HAPE o HACE con anterioridad.
Otros problemas que se deben considerar en la alta montaña
son las quemaduras solares, ceguera pasajera causada por la nieve (oftalmía) o
el frío y la congelación.
Fuente:
Dr. Charlie
Easmon (especialista en Medicina del
Viajero). netdoctor.es
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