CRISIS DE PÁNICO. PERCY ZAPATA MENDO.
El término "pánico", como otras muchas palabras del idioma español, tiene su origen en el griego, en la mitología propia de dicha cultura. El referente es el dios Pan, con la parte superior del torso y cabeza humanos, pero con cuerpo de animal, que tenía un curioso sentido del humor y disfrutaba gastándoles bromas pesadas a los hombres; la mitología cuenta que cuando los viajeros atravesaban la región griega de Arcadia, solían hacerlo con mucho miedo, porque en aquellos bosques moraban animales salvajes y, para colmo, Pan se divertía surgiendo frente a ellos de entre la maleza para luego desaparecer rápidamente. A la ansiedad y el terror agudo experimentados por los viajeros se les denominó "pánico".
Esta no es, por supuesto, la definición que en la actualidad se utiliza para describir los distintos tipos de pánico, que, generalmente, se producen sin necesidad de estímulos identificables. Una de las mejores descripciones de estos ataques la hizo Freud en 1895; subrayaba entonces que la emoción de ansiedad podía presentarse bruscamente, sin aviso y sin que la provocara ninguna secuencia de pensamiento.
La crisis de ansiedad
El pánico no es en sí una enfermedad, es un subtipo dentro de los trastornos de ansiedad. Entonces, ¿qué es la ansiedad? Según el Dr. Jerónimo Sáiz Ruiz, jefe de sección del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, hay varias respuestas, varias definiciones más o menos complejas. Se puede decir que la ansiedad es una «reacción adaptativa del organismo constituida por un conjunto de respuestas fisiológicas, vivenciales, comportamentales y cognitivas que se caracterizan por un estado de activación y alerta urgentes ante una señal inmediata de peligro o ante una amenaza más o menos específica».
En este sentido, el Dr. Jerónimo Sáiz Ruiz comenta que «todos tenemos la experiencia de haber sentido intranquilidad, congoja, desasosiego, ante cualquier situación de incertidumbre; esto es la ansiedad». Por otro lado, existe una ansiedad que, por decirlo de alguna manera, podríamos calificar de "normal", y otra que es claramente patológica.
Un poco de angustia es sano
La ansiedad o angustia normal no hace sino cumplir una función adaptativa en el individuo tan normal como los impulsos del hambre, el dolor o la necesidad de dormir; desde este punto de vista, la ansiedad prepara al individuo ante una sensación que plantea dificultad o reto. Se trata de una ansiedad o angustia que mejora el rendimiento de las personas y no afecta a su libertad.
Dentro de este tipo de trastornos se encuentra el pánico. Este suele presentarse entre los 20 y los 40 años y afecta con más frecuencia a las mujeres -un cinco o seis por ciento que a los hombres alrededor del dos por ciento-.
La característica de estos enfermos consiste en padecer ataques o crisis de angustia de mucha intensidad, que aparecen de forma inesperada, sin razón externa o interna que los justifiquen.
Según Jerónimo Sáiz, la crisis es propia del ataque de pánico y «se trata de un trastorno muy traumático para el que la padece. Se presenta en el momento más inesperado, por ejemplo durmiendo por la noche, y las personas que la sufren se despiertan con unas sensaciones muy intensas de apariencia física, como taquicardia, sensación de falta de aire, opresión en el pecho, temblor, estremecimiento, sensación de mareo, náuseas o diarrea, sensación de muerte inminente o de que es una enfermedad física muy grave».
Esta experiencia puede sobrevenir igualmente en unos grandes almacenes, en las escaleras del metro o en la cola de la pescadería. «A veces también se produce la sensación física de verse uno extraño o ver extrañas las cosas que nos rodean, y otras veces se experimenta el miedo a volverse loco o a perder la razón, normalmente, la gente cree que está sufriendo un infarto o una hemorragia cerebral y acude al servicio de Urgencias de un hospital. Allí les exploran, les auscultan, les hacen un electro y un análisis, y si no les encuentran nada anormal, con suerte les dicen que tienen una crisis de angustia, les dan un tranquilizante y les recomiendan que vayan al psiquiatra.» Y aquí empieza un largo peregrinaje.
En opinión de Jerónimo Sáiz y de otros especialistas consultados, la crisis de angustia o pánico se resuelve en unos cuantos meses con un tratamiento apropiado -fármacos inhibidores, tratamiento psicológico, etcétera-, a veces incluso en unos días, si no fuera porque, dados los síntomas físicos que produce este trastorno, se le puede confundir con otra enfermedad. «Ocurre -continúa el Dr. Jerónimo Sáiz- que las personas que sufren estos ataques no ven la relación entre lo que les pasa y la Psiquiatría, y suelen pensar que el médico que les atendió no ha dado con su problema. La situación se agrava cuando la crisis se repite; la alarma del enfermo es mucho mayor, con lo cual se va produciendo una conducta de búsqueda de ayuda que se ve defraudada y hace que se pierda la confianza en los médicos.»
Si el enfermo sufrió la crisis en la cola de la panadería, en unos grandes almacenes o en las escaleras del metro, experimentará un cierto temor a volver allí, y así ocurre que estas personas se van encerrando en casa.
Por otro lado, ese vagar por las consultas de los médicos a que nos referíamos más arriba suele concluir con algún diagnóstico, por ejemplo, un problema de artrosis cervical. A partir de ahí -dice el Dr. Sáiz-, la persona se lo cree, se convierte en un enfermo crónico y va anulando su actividad.
Miedo al miedo
Llegados a este punto, a las crisis que habitualmente le pueden sobrevenir al enfermo hay que añadir algo que al Dr. Sáiz le parece de extraordinaria importancia, la denominada "ansiedad de anticipación": Esta no es otra cosa que el miedo a que se pueda repetir la crisis, el miedo al miedo.
Entonces se produce otro temor llamado "agorafobia": miedo a salir solo a la calle, a los transportes públicos, a los túneles, a los puentes, a determinadas situaciones, como pueden ser hallarse rodeado de multitudes, en espectáculos, en grandes almacenes, etcétera. Y así se van haciendo dependientes de que les acompañe alguien a todos los sitios o les haga los recados, se niegan a salir de casa, y todo ello es vivido en la mayoría de las ocasiones como si se tratara de una enfermedad física. Por regla general, si no se cura este trastorno, permanece a lo largo de la vida de las personas afectadas.
Doble tratamiento
Para los trastornos de pánico existe un doble tratamiento que depende de la fase de la enfermedad en la que esté el paciente. Si se trata de un estadio muy temprano, existen medicamentos que son capaces de bloquear la aparición de nuevas crisis. Por el contrario, si la enfermedad ya tiene varios años de evolución -cosa que suele ser habitual- hay distintos tipos de tratamientos simultáneos que se complementan entre sí. «Aparte de la medicación para que no se repitan las crisis -explica Jerónimo Sáiz Ruiz-, hay que recurrir a tratamientos adicionales porque estos enfermos se deprimen, se desmoralizan.
En este sentido, el Dr. Jerónimo Sáiz se refiere, como dato curioso, a un trastorno funcional del corazón denominado "prolapso de la válvula mitral", y que no tienen carácter patológico.
Desde que se empezó a describir este trastorno, los cardiólogos destacaron que se daba en personas muy ansiosas. Paralelamente, cuando se ha diagnosticado trastornos de pánico, se ha podido comprobar que casi la mitad de estos enfermos tienen prolapso de la válvula mitral.
Una hipótesis que explicaría esta coincidencia es la existencia de un factor genético constitucional que sea común a ambos trastornos, y que se exprese, o bien mediante la disfunción cardíaca, o a través del trastorno de pánico.
La cosa se complica
Además de la incapacidad que, por regla general, produce la agorafobia y de la repercusión directa del sufrimiento sobre el enfermo, aquellas personas que sufren trastornos de pánico padecen otras complicaciones con más frecuencia que el resto de la población. De esta manera, puede llegar a triplicarse el riesgo de contraer diversas enfermedades. Por poner un ejemplo, el veinte por ciento de los enfermos de pánico acaban sufriendo úlcera péptica, y una cantidad similar tienen elevada su cifra de la tensión arterial. Muchas de estas enfermedades son debidas a la producción de algunas hormonas corticoides y adrenalina, entre otras que aumentan durante las crisis de angustia.
Referencia: Blanca Ruiz Gago.
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