EL COLESTEROL. PERCY ZAPATA MENDO.

EL COLESTEROL
El colesterol es un compuesto orgánico del grupo de los lípidos (o grasas) y constituye una parte imprescindible de la mayoría de los organismos vivos. Se encuentra normalmente en la membrana exterior que limita todas las células del organismo, incluyendo las neuronas. Es, además, la sustancia a partir de la cual se sintetizan los ácidos y sales biliares (encargados de disolver las grasas que comemos) y muchas hormonas sexuales. Por tanto, se encuentra distribuido por todo el organismo.
El colesterol del organismo proviene de tres fuentes fundamentales: en primer lugar, de ciertos alimentos; en segundo lugar, el hígado es capaz de formar colesterol por su cuenta; por último, el recambio normal de las células hace que se destruyan unas para ser sustituidas por otras más jóvenes: el colesterol procedente de estas células muertas es transportado al hígado. Una parte es excrementada en la bilis y reabsorbida en el intestino. El órgano que regula todo el movimiento y el metabolismo del colesterol es el hígado. Normalmente, el colesterol se traslada entre los diversos lugares donde se utiliza circulando disuelto en la sangre, que es el medio de transporte de la mayoría de las sustancias entre unas partes y otras del organismo, como el colesterol es insoluble en agua, y por tanto en el plasma, suele circular, junto con otras cosas grasas insolubles, asociado a diversas proteínas solubles que le ayudan a disolverse adecuadamente. Estas asociaciones de lípidos y proteínas (llamadas lipoproteínas) son distintas según los lípidos que lleven y el tipo de proteínas que contengan. Las más importantes en el transporte del colesterol son las lipoproteínas de baja densidad, o LDL (Low Density Lipoproteins), que son las responsables de llevar el colesterol del hígado a los distintos órganos, y las de alta densidad, o HDL (High Density Liporpoteins), que se encargan de devolver el colesterol desde diversos lugares hasta el hígado para su eliminación. Es sencillo medir en un análisis la cantidad total de colesterol que hay en la sangre y a la que va unida a cada tipo de proteínas (colesterol-LDL y colesterol-HDL).        
 
“Buenos” y “Malos”
El colesterol alto por sí solo produce molestias apreciables. Sin embargo, sabemos desde hace tiempo que las personas con coleste­rol alto tienen más riesgo de sufrir aterosclerosis y sus complicaciones. Sabemos también que el colesterol for­ma parte importante de las llamadas placas de ateroma.
El riesgo de sufrir ateros­clerosis y sus consecuencias es directamente proporcional al nivel de colesterol en san­gre: a más colesterol, más riesgo. Por este motivo, no hay un nivel "sano" y otro "enfermo", y muchos médi­cos discrepan sobre el nivel a partir del cual debe cuidarse o tratarse. Como norma general, parece adecuado tener menos de 200 miligra­mos de colesterol por cada decilitro de sangre (mg/dl), y suele considerarse necesario vigilar y tratar a las per­sonas con colesterol mayor de 240-260 mg/dl. El riesgo es mayor si el colesterol ele­vado es el colesterol-LDL -por eso a éste se le ha lla­mado el colesterol "malo"-, y es menor si está elevado el HDL -el colesterol "bue­no"-, por lo que es recomen­dable medir estas fracciones en los sujetos con. El coles­terol total elevado
Tener el colesterol elevado es una buena razón para consultar a su médico. El primer tratamiento que debe intentarse en todos los casos es la dieta. Con una ali­mentación adecuada puede bajarse el colesterol hasta un 10 por ciento, lo que será suficiente en la mayoría de los casos. Como norma gene­ral, es aconsejable no comer una cantidad excesiva de ali­mentos ricos en grasas, espe­cialmente aquellas de origen animal. La cantidad no debe­rá superar el 30 por ciento de la dieta total.
En los casos más serios, en los que Los cuidados dietéticos no constituyen una medi­da de control suficiente, el médico aconsejará utilizar diversos medicamentos para bajar el colesterol. Utilizar un producto de este tipo no exime de tener cuidado con la dieta. Estos fármacos deben usarse normalmente durante años, ya que el colesterol alto puede controlarse, pero no suele curarse, salvo en los pocos casos en que la elevación es secunda­ria a otra enfermedad.
Cuidados excesivos

Un peligro que empieza a manifestarse cada vez más en muchos países es el exce­so de celo en el cuidado del colesterol, generalmente sin que exista una razón real. Se trata de personas que se obsesionan en bajar su coles­terol, a pesar de que muchas veces tiene un nivel absoluta­mente normal. Puesto que el colesterol y otras grasas constituyen un componente necesario de nuestro organis­mo, y suelen llevar además vitaminas imprescindibles (como las vitaminas A y E), algunas personas llegan a manifestar síntomas de des­nutrición y de hipovitaminosis debido a un exceso de preocupación en la dieta. Por tanto, obsesionarse con la presencia de esta sustancia no tiene nunca consecuen­cias favorables.

Aunque no existe acuerdo sobre la frecuencia con que debe medirse el colesterol, pueden darse algunas orien­taciones razonables. Parece conveniente medir el colesterol por vez primera hacia los 25 años, y luego cada 4 ó 5 años hasta los 75 – 80 años. Si no lo ha hecho antes, puede empezar hoy mismo y seguir con esta misma pauta.
Si el colesterol es normal, no hace falta aumentar la fre­cuencia, ya que supone gas­tar tiempo y dinero inútilmen­te. "Si los niveles están altera­dos, el médico decidirá cuál es la frecuencia necesaria para controlarlos, según las circunstancias.

Si existen varias personas en la familia con el colesterol alto, o si se da alguno de los factores de riesgo menciona­dos antes, podría ser necesa­rio aumentar la frecuencia de los controles.
LAS PLACAS DE ATEROMA
El término placas de ateroma se refiere a unas "incrustacio­nes" que se forman en el interior de las arterias, y que obstru­yen en mayor o menor grado el paso de la sangre. Estas placas están compuestas por varias sustancias, entre las cuales figura el colesterol, y van cre­ciendo lentamente a lo largo de la vida. Son más frecuentes cuanto mayor es la edad, y son más habituales en los varones que en las mujeres, aunque estas diferencias se igualan después de la meno­pausia. Varios factores aumentan el riesgo de sufrirlas, además de la elevación del colesterol. Los fundamentales son el consumo de tabaco, la hipertensión arterial y la diabetes mellitus.
          
                      Vaso sanguíneo normal                                             Vaso sanguíneo lesionado
             
                       Deposito de moléculas de colesterol                  Formación de la placa de ateroma.
             
                             Obstrucción total                                    Embolo (desprendimiento de parte del ateroma)
El mayor perjuicio que provocan estas placas de ateroma es la disminución de la cantidad de sangre que puede pasar a tra­vés del punto donde se forman, disminuyendo, por tanto, el riego san­guíneo del órgano nutrido por esa arteria. Cuando las placas se forman en las arterias que van al corazón, provocan la angina de pecho y el infarto de miocardio; cuando se asientan en las ar­terias carótidas (las que suben por el cue­llo) o en las arterias cerebrales, dan lugar a las enfermedades cerebro vasculares o ictus (vulgarmente llamados "trombosis cerebra­les"); y cuando, por último, se forman en la aorta o en las arte­rias que riegan las piernas, son causa de numerosos proble­mas que acaban con frecuencia en la am­putación de las ex­tremidades.
EL PELIGRO DEL COLESTEROL BAJO
Aunque todo el mundo conoce y habla de los riesgos de tener el colesterol alto, poca gente sabe que el hecho de tener el colesterol bajo puede ser igual de peligroso o más, especialmen­te en los ancianos. Las personas con colesterol menor de 100 mg/dl tienen un riesgo de morir en los años inme­diatos mucho ma­yor que las que tie­nen un colesterol normal. Esto se debe a que muchas enfermedades gra­ves bajan, por di­versas razones, el colesterol, y en estos casos el co­lesterol es una se­ñal de alerta del grado de debilidad de las personas que las padecen. La desnutrición, por ejemplo, constituye un problema mucho más frecuente de lo que se cree en los ancianos de nuestro país (más que la obesidad), que predispone a muchas otras en­fermedades, y el colesterol bajo es un buen marcador de que existe un estado de nutrición inadecuado. El te­ner un colesterol demasiado bajo obliga a consultar de inmediato al médi­co, para que averi­güe si existe algún problema remedia­ble o si debemos mejorar nuestra dieta.

Referencia: Dr. Alfonso J. Cruz Jentoft, Hospital Universitario San Carlos, Madrid 

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