DESHIDRATACION. PERCY ZAPATA MENDO.
DESHIDRATACIÓN
La deshidratación es la pérdida de agua del organismo en cantidades anormalmente altas, lo que da lugar a trastornos que en niños pequeños pueden llegar a ser muy graves.
Existe un equilibrio entre la entrada de agua, minerales -sodio, cloro, potasio…- y sustancias orgánicas -azúcares, grasas y proteínas-, su distribución en el organismo y su salida. Este equilibrio se mantiene gracias a la participación de ciertos órganos, como son el riñón, el tubo digestivo, el sistema nervioso y el sistema endocrino.
Las células de los diversos tejidos están bañadas en líquido -el líquido extracelular-, de él toman todos sus nutrientes y en él liberan las sustancias sobrantes de su metabolismo. Las células están rodeadas de una membrana semipermeable que permite el paso libre del agua y de algunas sustancias entre el interior y el exterior de la célula, mientras que otras sustancias requieren una participación activa de la célula para atravesar la membrana.
El agua es el componente más abundante del cuerpo y constituye cerca del 60% del peso de un adulto y entre el 70% y el 80% del de un lactante y recién nacido.
El agua corporal se distribuye en dos compartimentos principales: el extracelular y el intracelular. El líquido extracelular se subdivide a su vez en plasma -dentro de los vasos sanguíneos- y líquido intersticial -fuera de los vasos, entre las células-. El agua de ambos compartimentos lleva minerales en cantidad muy similar. El sodio es el mineral más importante del líquido extra-celular, mientras que el potasio lo es del intracelular.
Mecanismos de control
Existen mecanismos complejos para garantizar el mantenimiento, no sólo del volumen de estos líquidos, sino sobre todo de la proporción de minerales que contienen, fenómenos que guardan una estrecha relación. Así, la conservación del volumen extracelular se centra en el control del equilibrio de sodio, lo que se logra principalmente con la eliminación o retención de agua y sodio por el riñón, los mecanismos de la sed y la ingestión de agua.
Hay receptores sensitivos en diversas partes del organismo que perciben los cambios de volumen del espacio extracelular y otros que perciben la concentración de sodio en estos líquidos.
El sistema nervioso central recibe las señales de estos dispositivos, integra la información y seguidamente envía señales al riñón para que regule la absorción de agua y de sodio según las necesidades de cada momento. También transmite señales al centro de la sed para que experimentemos la necesidad de beber agua.
La deshidratación afecta con más frecuencia a niños pequeños; y esto por varios motivos. En primer lugar, el recambio diario de líquido extracelular en lactantes es tres o cuatro veces mayor que en los adultos. El contenido total de agua en relación con el peso también es mayor en el niño que en el adulto, así como la superficie corporal igualmente en relación con el peso, lo que hace que las pérdidas por la piel sean mayores.
La gravedad de la deshidratación depende del porcentaje de peso corporal perdido. Una deshidratación es leve cuando se pierde menos del cinco por ciento del peso, moderada si la perdida es de entre el cinco y el diez por ciento, y grave cuando es mayor del diez por ciento. Es importante también la velocidad a la que se instaura la deshidratación; una pérdida del diez por ciento en menos de 24 horas es muy grave, mientras que la misma pérdida producida a lo largo de varios días se tolera bien.
El tipo de deshidratación depende de la relación entre la pérdida de agua y de minerales, sobre todo sodio. Las deshidrataciones pueden ser isonatrémicas- los niveles de sodio en la sangre son normales-, hiponatrémicas- la pérdida de agua es menor que la de sodio, y los niveles de sodio en la sangre son bajos- e hipernatrémicas- niveles elevados de sodio por pérdida de agua mayor que de este mineral-.
Los síntomas que produce una deshidratación dependen también del tipo del que se trate. En la hiponatrémica -sodio bajo- se presentan muy pronto los síntomas de pérdida de la normal elasticidad de la piel, los ojos aparecen hundidos, la lengua seca, y, como consecuencia de la adaptación que realiza el sistema circulatorio, se produce taquicardia, disminución de la circulación cutánea, con frialdad e incluso shock.
En la deshidratación hipernatrémica se mantiene la circulación, por lo que existen pocos signos de shock, hasta que es muy grave; los síntomas más importantes son los neurológicos, como somnolencia, irritabilidad, temblores y rigidez de nuca.
La isonatrémica se parece a la hiponatrémica, pero con síntomas más leves y de aparición más tardía.
Aporte de líquidos
En los recién nacidos y lactantes es frecuente la fiebre por deshidratación, que desaparece rápidamente al darles agua.
El tratamiento de la deshidratación se realiza aportando líquidos y minerales por vía oral o intravenosa mediante sueros. Siempre que sea posible debe intentarse la rehidratación oral; sólo es necesario utilizar la vía intravenosa si la deshidratación es grave o no es posible que el paciente ingiera líquidos por la boca -vómitos intensos-.
Buena solución
Existen soluciones especialmente preparadas para la rehidratación oral que contienen una concentración ideal de glucosa -que ayuda a la absorción intestinal de sodio- y de minerales -sodio, potasio y bicarbonato. Se encuentra en las farmacias, generalmente en forma de polvo distribuido en sobres para disolver en agua. Es muy importante disolver los polvos en el volumen de agua indicado, pues una mayor concentración puede producir un exceso de sodio que conlleva un alto riesgo. Si el paciente vomita, hay que iniciar la toma de líquidos de forma muy lenta 5 – 10 mi cada diez minutos aumentarla paulatinamente. Las soluciones re hidratantes deben administrarse, en los lactantes, a 150 mi por kilo de peso y día.
Lo más importante es prevenir la deshidratación. Todos los niño, especialmente los menores de un año, con fiebre o diarrea deben tomar agua o una solución hidratante en cantidades pequeñas y frecuentes. Si el niño no vomita, hay que darle toda el agua que pida; si vomita, hay que dársela lentamente, como se ha explicado. Si el niño presenta los síntomas de deshidratación arriba indicados, debe acudirse inmediatamente a un pediatra, que decidirá si se sigue la rehidratación oral o si, por lo contrario, hace falta su ingreso para la rehidratación intravenosa.
Referencia: José R. Asensi.
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